Por Lucía Burbano Londres.- En una decisión sin precedentes en el llamado vie­jo continente, los británicos decidieron salir de la Unión Europea. Esta insólita resolución abre un sinfín de interrogantes para los bri­tánicos residentes en las islas, pero también para los 1.2 millones que radican en Europa y los 3.3 millones de ciudadanos europeos que viven en este territorio anglosajón. La inclinación por el llamado Brexit, cuyo referéndum tuvo lugar el 23 de junio, arrojó 51.9% de votos a favor y 48.1% en contra, en un hecho que polariza a los ciudada­nos que habitan esta zona. Forbes México presenta cinco historias de personas, quienes cuentan lo que significa para ellos y para su futuro este cambio. Lee también: 1 de cada 3 empresas británicas frenarían inversión por Brexit Jubilado y escocés Si desglosamos los resultados de la votación, Michael Burns reúne un perfil contradictorio. Por un lado es escocés, región que con un 62% apoya la permanencia en Europa. Sin embargo, con 71 años, este consultor en telecomunicaciones retirado se encuentra en la franja de edad que más apoyó la salida de la Unión, con un 58%. En su caso, se decantó por esta segunda opción. Él era partidario de incluir una tercera opción en el referéndum, que incluyera una mayor autonomía para las islas, pero sin dejar Euro­pa. Cree que entonces el resultado hubiera sido diferente y afirma que mucha gente de su entorno comparte su opinión. “La Europa federal no puede estar por encima de los intereses locales y Reino Unido no tiene por qué financiar la crisis del euro”, resume. Opina que su generación es la que se mostró más parti­daria de salir por las experiencias vividas al final de la Segunda Gue­rra Mundial, cuando en nom­bre de la paz se perdieron derechos democráticos, algo que las generacio­nes más jóvenes desconocen. Según Burns, el futuro de los jóvenes no se ve coartado por esta votación, ya que afirma convencido que se llegará a un acuerdo para que el sistema de visados entre su país y el resto de Europa sea ágil. Sobre el tema de la inmigración, cree que la concesión de permisos de tra­bajo no se basará en el sistema de puntuación australiano que premia a aquellos extranjeros que pueden realizar una verdadera contribución al país a través de sus habilidades laborales –una de las opciones que se barajan–, sino que aboga por permitir que los inmigrantes permanezcan un cierto tiempo en Reino Unido, pero con fecha de retorno si no han logrado encontrar trabajo en ese tiempo. Piensa que la cuestión de la inmigración ilegal se solucionaría con la introducción de documentos naciona­les de identidad, pues recuerda que Reino Unido es el único país de Europa, junto con Dinamarca, que carece de esta documentación. “Así podría controlarse la entrada y salida y el uso que hacen los extranjeros del sistema de salud y de prestaciones, dos de las perennes quejas de los nacionalistas británicos”, afirma. Aboga no por una ruptura com­pleta, sino por un nuevo estatus, que alinee a Reino Unido con los países escandinavos, es decir, compartiendo políticas económicas y comerciales, pero sin perder autonomía democrá­tica. “Ellos nos necesitan y nosotros les necesitamos a ellos, pero en caso de ruptura, Reino Unido optará por nacionalizar servicios, así que tampo­co sería el fin del mundo”, concluye. También puedes leer: Banco de Inglaterra mantiene su tasa de interés pese a Brexit Debbie McNee aterrizó en Barcelona hace casi 10 años para tomarse un año sabático y recargar pilas. Tiene 42 años, es originaria de Leeds, en el norte de Inglaterra, y trabaja como profesora en una escuela privada. Tiene dos hijos. Aunque no votó, pues se le pasó el plazo de inscripción para registrarse; su opción era la de perma­necer en Europa. “Hablamos idiomas, yo participé del programa de intercambio de estudiantes universitarios Erasmus y mis padres ya nos traían de vacacio­nes al continente cuando contaba con 11 años”, relata. Oportunidades que, lamenta, igual ya no van a poder disfrutar los jóvenes británicos. Según el último censo disponi­ble en España, aproximadamente 300,000 británicos están registrados como residentes en España, pero se estima que entre 800,000 y un millón residen en el país. Sobre ellos y su futuro pesa una gran interrogante que los recientes acontecimientos no han acabado de despejar. “De momento todo es muy incierto, pero ya lo fue durante la campaña, ya que nadie ex­plicó con claridad las consecuencias que un resultado u otro tendrían en nuestras vidas”, expone. Debbie se plantea obtener la ciudadanía española para paliar posibles consecuencias de la decisión de sus compatriotas que, según ella, optaron por el Brexit debido a los fantasmas de la inmigración, ya que “ha aglutinado las inseguridades de los ciudadanos y ha sido utilizada por los políticos como arma arrojadiza”, lamenta. Aunque pueden pasar dos años hasta que se haga efectivo el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que establece las pautas para la retirada de un Estado miembro de la Unión Europea, Debbie opina que esperar tanto tiempo puede conllevar “un periodo de inestabili­dad que sería muy peligroso”, así que preferiría que se acelerara el proceso o que se abrieran negociaciones para diseñar un nuevo escenario. Ella, que acaba de pagar los plazos de su hipoteca y por fin es propieta­ria de su casa, espera no tener que abandonar España. “Mi vida y la de mis hijos está aquí”.   Regentados por europeos En 2011, Natalia, quien solicitó no dar a conocer su apellido, llegó de Polonia para mejorar su nivel de inglés y buscar empleo. “Cuatro días después de mi llegada ya estaba trabajando en un restaurante”, afirma. Fue allí donde conoció a su pareja, que es de Alemania, pero de sangre iraní, y con quien decidió abrir un negocio de pizzas a domicilio en 2014. “Lo rentamos durante el año y cuando el dueño nos comunicó que quería traspasarlo lo compramos a finales de 2015”, explica. Ella se muestra tranquila sobre las consecuencias que pueda tener en su negocio, ya que cree que el proceso irá para largo. “Recién comenzamos a ascender esta montaña, pero por ahora todo es una gran interrogante, ya que Reino Unido es el primer país europeo que inicia este camino”, asegura. De momento, opina, no vale la pena entrar en pánico. Pizza Da Milano, su negocio, reparte unas 500 pizzas a la semana en el área de Holloway. Además, em­plean a varias personas de orígenes diversos: búlgaros, italianos, españo­les, polacos… lo mismo con sus pro­veedores de fruta, verdura, harina y queso, que son de Turquía, Irán, Italia o España. “Tenemos pendiente una reunión con ellos para saber si van a incrementar los precios como conse­cuencia del referéndum”, revela. Como europea, Natalia lamenta el resultado y sobre todo piensa en sus sobrinas, quienes tal vez no tengan la oportunidad de seguir el camino que ella emprendió hace cinco años.   La doble nacionalidad “Si cae la economía, nos afecta a todos, británicos y europeos”, afirma Sergi Calvo, de Barcelona y residen­te en Londres desde 2009. El 29 de enero, fecha en la que cumplía siete años en la capital inglesa, obtuvo la nacionalidad británica. No realizó los trámites pensando necesariamente en la posibilidad del Brexit. Sí “para participar en la vida política del país en el que vivo”, asegura. Aunque el departamento de Interior no reveló todavía las cifras de europeos que han solicitado la nacionalidad británica en 2016, sí incrementó el número de peticiones entre octubre y diciembre de 2015, de 4,179 en el tercer cuarto del año a 5,245. El anuncio de la celebración del referéndum se produjo en febrero. Lee también: Barcelona, una ciudad que transpira vanguardia y tradición Sergi tiene 33 años y es director de Negocio del Departamento de Publicidad Digital de una agencia de medios. No teme tanto por su empleo tras el Brexit, pero sí por la posibilidad de que el mercado laboral británico pierda dinamismo. Sobre el referéndum, opina que se ha hecho un uso partidista de la Unión Europea y no se ha transmitido un mensaje positivo sobre las inver­siones que se realizan en regiones como Gales o Cornualles, que votaron salir de Europa a pesar de recibir subvenciones en sectores como el agrícola. “La Europa de la austeri­dad se ha impuesto en el imaginario nacional y se han difuminado los propósitos de su fundación, que son la paz, la estabilidad y la unión cultural”, reflexiona. De todos modos, Reino Unido ya no participaba de la moneda única o del espacio aéreo Schengen, recuerda. “Como europeo, pienso que tal vez su salida pueda ser beneficiosa para que la Unión pueda avanzar más rápida­mente en materias fiscal y bancaria, ya que desde Londres se pusieron palos en las ruedas a muchas de estas propuestas”, apunta. No cree que vaya a celebrarse un segundo referéndum sobre el Brexit como demandan varios sectores de la sociedad, pues sería negar los resultados y por tanto los valores intrínsecos de la democra­cia. “Tal vez las reglas deberían haber sido diferentes desde el principio”, reflexiona. Desde su punto de vista, la inmigración vuelve a aparecer como trasfondo de una decisión que puede traer consecuencias nefastas a nivel social. “Se han dado alas a los racis­tas”, lamenta, para añadir que el 24 de junio Reino Unido se despertó como un país “menos amable e integrador”.   Futuro en común Leon Yearwood y Gaelle Dumont son una pareja que representa la disyuntiva a la que se enfrenta la ciudadanía. Él es británico, tiene 33 años y trabaja como editor de fotografía independiente. Ella es belga, tiene 31 años y es gerente de una de las sucursales que un reconocido diseñador de moda británico tiene en el centro de Londres. Leon votó por permanecer en Europa y se muestra desolado y enfadado por el resultado. “Creo que mucha gente empleó su voto como una forma de protestar contra el gobierno”, opina. “Es el momento más importante de la historia de Reino Unido, al menos desde que yo estoy vivo”, valora. La generación nacida en los años 80 siempre ha estado acostumbrada a moverse por Europa sin trabas ni visado, algo que se daba por sentado y que ahora podría cambiar. Gaelle, por su parte, admite que se sintió impactada al conocer los resultados el 24 de junio y explica que ambos madrugaron para ver cuál era el resultado final. “Inmediatamente se sucedieron los mensajes de solida­ridad entre los europeos que vivimos aquí y amigos y familiares de Bélgica”, narra. El 80% de las personas que trabajan con ella son de origen euro­peo. “Griegos, suecos, italianos… dos compañeros de trabajo británicos que tienen 18 o 19 años votaron salir de la Unión, fue allí cuando me di cuenta que este sentimiento estaba presente en mi entorno”, agrega. En el caso de Gaelle, la tensión se sintió en su ambiente laboral y el Brexit ha sido la comidilla de los clientes que han entrado en la tienda desde entonces. Explica que una compañera de trabajo de mayor edad recuerda cómo Londres ha llegado a ser lo que es gracias a la inmigración y que antes de ser un referente, los londinenses soñaban con París, Roma o Barcelona. Sobre su futuro en común, Leon se muestra dispuesto a abandonar Reino Unido. “Es algo que siempre he que­rido hacer: aprender otros idiomas, vivir otras experiencias”, confiesa. “El problema es cuando esta situación llega por imposición, no de forma natural”, intercede Gaelle. Lo que sí conceden es que la Unión Europea se ha convertido en un organismo demasiado alejado de los ciudadanos y tal vez sería hora de comunicar mejor su repercusión en los países miembro. “Deberíamos buscar una solución unidos, no sepa­rados”, lamenta Gaelle.

 

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