Un pacto con el sur para dar prioridad al desarrollo de las zonas más rezagadas del país, como el estado de Guerrero, quizás el mejor ejemplo de disparidad regional.     El desarrollo implica un cambio institucional continuo que transforme la vida de las personas y las instituciones con las que coexisten. Por esta razón, el desarrollo es un proceso histórico con una muy marcada dependencia de ruta. Es un proceso que no puede ser mejor llevado a cabo que de manera local, sobre todo en países como México, donde las desigualdad entre regiones es muy notoria. Quizá no exista un mejor ejemplo para mostrar la gran disparidad regional en nuestro país que el del estado de Guerrero y en general el de toda la región de Tierra Caliente. La desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa no sólo merece la atención desde el punto de vista de la impartición de justicia y del lamentable clima de violencia que existe en la región; también exige una mirada a las condiciones de profunda desigualdad de oportunidades y, por ende, de falta de libertad que plaga la región, tal como lo rescata Luis Monroy Gómez Franco en su texto: Guerrero, el contexto económico en la revista Paradigmas. Los aspectos económicos de Guerrero y de la región revelan algunas de las causas de la terrible descomposición social, y nos debe causar alarma porque como esta región, otras tienen semejanzas en su bajo desarrollo y la marginación de la mayoría de sus habitantes. Históricamente, México se ha caracterizado por tener fuertes diferencias en las condiciones de vida en las distintas regiones del país. Un norte muy industrializado, junto con algunas partes del Bajío y la Ciudad de México. Un sur y occidente de baja industrialización, fundamentalmente vinculados a la economía tradicional y a la agricultura de subsistencia. En los últimos 30 años, conforme el país fue abriéndose a la economía internacional e integrándose a ella, estas diferencias se han acentuado; la escasa política industrial que ha ejecutado el país se ha concentrado en las mismas regiones que siempre han tenido ventajas comparativas en la manufactura y han relegado a las regiones de muy baja productividad. En el texto de Luis Monroy Gómez Franco se rescata una vieja idea de Santiago Levy que ahora debería resultar con obviedad muy valiosa, la del llamado Pacto con el sur. Un pacto con el sur debería dar prioridad al desarrollo de infraestructura en las regiones más rezagadas del país, infraestructura social para combatir la marginación e infraestructura tradicional para elevar los niveles de productividad en la zona. Un pacto con el sur que promueva el uso del gasto redistributivo y de una política industrial activa para igualar el nivel de desarrollo en todo el país y combatir realmente la pobreza, que en sí misma es una forma de violencia y una causa de otros tipos de violencia. Debemos recordar que México es un país donde al mismo tiempo conviven regiones, comunidades y personas con los niveles de desarrollo más elevados como en Europa o Estados Unidos, con regiones, comunidades y personas con niveles de desarrollo más bajos semejantes a los del África Subsahariana. Estudios como los del profesor Jean Paul Faguet, de LSE, han encontrado que en muchos países en desarrollo existe un claro patrón regresivo en que los gobiernos locales invierten menos donde la infraestructura es más escasa, los Estados más desiguales invierten menos donde la pobreza es más elevada. Esto, que no siempre resulta obvio, contiene tristemente una realidad dentro de la economía política del desarrollo: la desatención de la realidad local de las regiones más empobrecidas. Al final del día, el desarrollo tiene implícita la justicia, la construcción de una sociedad más igualitaria y más libre; es un precursor de la paz. Lo sucedido en Guerrero debería ser un llamado para todos para abonar en la construcción de una sociedad menos desigual. Si ponemos a las regiones históricamente menos favorecidas como una prioridad podríamos, además, encontrarnos con otros resultados positivos como el tan elusivo crecimiento económico.     Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @DiegoCastaneda     Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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