Bancos centrales que impusieron tasas negativas creen que podrían impulsar el crecimiento y los mercados de varias maneras. Pero la breve historia de las tasas negativas muestra que las cosas no siempre han salido según lo planeado.   ¿Cuánto pueden bajar los bancos? Hasta hace poco se presumía que los responsables de políticas debían detenerse una vez que habían rebajado las tasas de interés nominales a cero. Pero las tasas de interés negativas, que se les cobran a los bancos comerciales por el privilegio de mantener reservas en el banco central, se están utilizando más ampliamente. Países que representan casi un tercio del PIB mundial tienen ahora tasas de interés inferiores a cero, incluyendo la zona euro, Suiza y, más recientemente, Japón. Incluso en EU, donde a finales de 2015 se descontaban aumentos de tasas de 100 p.b., los mercados ahora contemplan una probabilidad del 10% (cuatro veces más alta que a comienzos de este año) de que la Reserva impondrá tasas negativas en los próximos 12 meses, en respuesta a los indicadores actuales más débiles de la actividad económica. Esos bancos centrales que impusieron tasas negativas creen que podrían impulsar el crecimiento y a los mercados de varias maneras. En primer lugar, la política monetaria debería motivar a los bancos comerciales a crear préstamos para evitar los cargos sobre el efectivo que supera las reservas obligatorias. En segundo lugar, las tasas inferiores a cero también pueden debilitar la moneda de un país, tornar más competitivas las exportaciones e impulsar la inflación debido a que las importaciones se encarecen. Por otra parte, al reducir los rendimientos de los bonos de deuda pública de vencimientos a corto plazo, las tasas negativas deberían aumentar el atractivo relativo de la renta variable, y ayudar a ese mercado. Por último, las tasas negativas pueden complementar otras medidas de flexibilización monetaria (como la expansión cuantitativa, o QE) e indicar que el banco central está resuelto a combatir una inflación persistentemente por detrás del objetivo. Ésa es la teoría. Pero la breve historia de las tasas negativas muestra que las cosas no siempre han salido según lo planeado. Entonces, ¿cuáles son los límites de la política monetaria y sus posibles consecuencias no deseadas?
  • Las condiciones del crédito podrían efectivamente endurecerse: Para que las tasas negativas impulsen los préstamos bancarios, los bancos comerciales deben predisponerse a prestar más y/o a costes más bajos. Un obstáculo es que las tasas negativas tienden a restringir las ganancias de los bancos, al achicar la brecha entre las tasas a las que piden prestado y a las que ofrecen préstamos. Si las ganancias bajan demasiado, los bancos pueden incluso reducir los préstamos. Las dificultades de imponer tasas negativas sobre los depositantes pueden implicar que los costes de la deuda suban para otros consumidores; los bancos suizos y daneses han elevado los costes de endeudamiento para los propietarios de viviendas desde que se aplicaron las tasas
  • Las acciones no siempre responden: Las tasas negativas pueden promover una salida de los bonos hacia las acciones. Pero este efecto no ha sido claro recientemente. Dado que los bancos constituyen una proporción grande de la capitalización de mercado de la renta variable, como en EU y Japón, la reducción de la rentabilidad bancaria puede afectar los índices bursátiles.
  • El mercado cambiario no coopera: Las tasas negativas deberían traer aparejada una depreciación de la moneda. Este nexo también parece haberse roto en el último tiempo. El yen se ha revalorizado 5.4% frente al USD desde la decisión de política monetaria adoptada por Japón, y la creciente aversión al riesgo supera los diferenciales de las tasas de interés.
  • Los bancos centrales se extralimitan: El presidente Mario Draghi dijo que no hay límites a la posible flexibilización monetaria del Banco Central Europeo (BCE), pero existe un límite en cuanto a cuán negativas pueden ser las tasas. En algún momento, los bancos comerciales podrían verse forzados a cobrarle a los clientes por mantener depósitos, lo cual conduciría a muchos a convertir los ahorros en efectivo físico.
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