De las soluciones. De las experiencias. De la sensibilidad empática.
Y de todo aquello que no es mi producto, pero me podría vender, podría atraerme clientes o podría generarme marca, prestigio o diferenciadores, porque son éstos los que pueden también generar recordación y diferencias. Y es aquí, en este terreno, donde se encuentran las grandes respuestas. Pensemos un poco: Cuando voy a un restaurante, a una tienda o algún lugar comercial con un espacio físico específico, puedo ir por muchísimas más razones, que sólo por su producto. Y ésta es una realidad. Posiblemente miles de personas se paren en una taquería en la calle simple y sencillamente porque “tenían que comer” y no por el “ultramegamacrosómico poder” de los tacos de esa esquina. Seamos honestos: de los siete días de la semana, ¿cuántas veces consumes cosas increíbles? No tantas, ¿verdad? La realidad es que prácticamente nadie consume todos los días puras cosas por su increíble sabor o por sus brillantes características. Lo hacen por muchos factores. Haber realizado análisis estratégico de branding y targeting durante años me hizo darme cuenta de los cientos de factores por lo que algo puede ser o no consumido, comprado, rechazado, reetiquetado, relanzado, renombrado y otros tantos “re” que he perdido la cuenta. Pero te tengo noticias: la información es poder y no todo debe ser un “re”. Aprovechar esos cientos o miles de factores, y elegir o crear los mejores para ti y tu negocio, es algo que puedes hacer. ¿Qué es lo que hace venir a mi comprador? Las respuestas pueden ser tan simples como cuantas “lógicas” se nos ocurran, pero las grandes soluciones no se encuentran en el plano de las creencias. Confróntate y piensa ¿por qué tus consumidores no van a otro espacio? Ejemplo personal: yo no me paro en las cafeterías de X marca porque me encante su café; de hecho, me parece bastante malo, y no lo tomo. Me paro ahí por conveniencia, porque sé que hay internet, y lo requiero, porque al final del día, la ciudad está inundada de ellas. Voy porque me es conveniente, voy ahí por los silloncitos y elijo pagar cincuenta pesos por un jugo que me costaría quince en la tiendita, porque la tiendita no tiene ese espacio agradable con internet y silloncitos. Como este ejemplo hay miles. Una vez en un restaurante escuché a una persona que le confesó al dueño que él no iba a su restaurante por su sabor, sino porque siempre había considerado al dueño su amigo, y desde que lo conoció le cayó tan bien que regresó y regresó. La frase del señor fue genial: ¡Mira, mi amor (gritándole a la señora que estaba en la cocina), dice Jorgito que lleva viniendo 20 años y no por tus enchiladas, que viene aquí porque soy a todo dar! Éste fue el extra para Jorgito. Esa frase, que se me quedó grabadísima, nos recuerda que hay muchas más cosas que se pueden ofrecer y que son motores para nuestra clientela. Hagámonos preguntas:- ¿Cómo haría que personas con distintas percepciones de mi propio producto vinieran? Aunque éste no les agradara del todo.
- ¿Cómo mi lugar tendría que influir en mi experiencia de consumo?
- ¿Qué tendría que hacer para llamar su atención, cómo les podría generar un plus?
- Además de mis productos, ¿qué es lo que ofrezco actualmente?
- ¿Cómo los traigo hasta acá?