- Primero: me parece que pocas personas en América Latina nos sentimos cómodos con el control y eventual acceso de las autoridades locales a nuestros datos. Los índices de confianza y el marco institucional, en general, en lo que se refiere a justicia, están muy rezagados con respecto a otras alternativas geográficas.
- Segundo: pretender que la ubicación física de los datos va a detener a un atacante con patrocinio estatal es francamente ingenuo en un mundo interconectado, como se ha demostrado ya en múltiples y muy sonados casos recientes.
- Tercero: Cualquier servicio medianamente usable y atractivo, hoy utiliza Internet como canal de comunicación para estar en contacto con los clientes. Por su naturaleza, el flujo de datos a través de internet puede pasar por diferentes rutas. Esta flexibilidad es la que le da a la red la confiabilidad que tiene. Automáticamente nuestros paquetes de datos son enrutados por los caminos más eficientes o disponibles. Es totalmente normal que los datos viajen entre distintas geografías, incluso en una conectividad aparentemente local. Además, la complejidad técnica de pretender controlar estas rutas para que no salgan de un país es costosísima.
Cloud computing: No al proteccionismo disfrazado de seguridad
Diferentes gobiernos de varios países han lanzado iniciativas para que los datos de las personas se mantengan dentro de sus geografías. ¿Sirve de algo esto para proteger la información de los ciudadanos? ¿Tiene más costos que beneficios?
Con el crecimiento inexorable de los servicios en la nube, cada vez tenemos menos control de en donde están almacenados nuestros datos personales. En diversas geografías se han aprobado o planteado iniciativas de diferentes gobiernos para que los datos de las personas se mantengan dentro de sus geografías.
En mi opinión, estas iniciativas no tienen al final más que un efecto negativo para los consumidores –los gobernados– que dicen beneficiar y se basan en ideas obsoletas y hasta ridículas de cómo funcionan la tecnología y los servicios en la nube.
La idea ilógica de fondo es que si controlamos la ubicación física de los datos (dónde está el servidor con su disco duro o similar) tendríamos mayor tranquilidad porque nuestras autoridades, si lo requieren, pueden tener acceso a esos datos. También porque autoridades maliciosas de otros países no tendrían acceso a obtener esos datos.