China tuvo en 2014 el crecimiento más bajo en los últimos 24 años. Con una relación comercial bilateral de 200,000 millones de dólares, América Latina sufrirá el impacto de la “nueva normalidad” económica del dragón.   La “nueva normalidad” es el lema económico de China. La nación asiática ha asimilado que el crecimiento anual de doble dígito no volverá, por lo que reorienta su economía de manufacturas e importaciones hacia el mercado interno. Este proceso tendrá impactos colaterales en América Latina, que juega un papel clave en materia de comercio con China. Los vínculos comerciales entre China y Latinoamérica son fuertes. En 2010, el valor del comercio bilateral se acercó a 200,000 millones de dólares (mdd), y durante la década pasada la región fue el socio comercial más dinámico del país asiático, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Por ejemplo, entre 2000 y 2009, una cuarta parte de las exportaciones de Chile tuvieron a China como destino; en el caso de Perú alcanzó 15.4%; Brasil, 13.2%, y Cuba, 24.3%. En el terreno de las importaciones, China representó 11.9% de los envíos. En total, América Latina recibe 36.9% de sus importaciones de la región Asia-Pacífico. En esta nueva era hay una problemática de ‘dos cabezas’ que afecta al entorno de los países que exportan a China: por un lado, el fin del superciclo y caída de materias primas; por otro, su desaceleración, explica Laura Iturbide Galindo, coordinadora de la Maestría en Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac, en entrevista. “Todos los emergentes, incluyendo algunos países de América Latina que dependen mucho del mercado chino, como Perú, Argentina y Brasil, están sufriendo por esta desaceleración.” En 2014, China tuvo el crecimiento más bajo en 24 años (7.4%). Iturbide piensa que, incluso, podría ser menor a la proyección que el gobierno chino tiene para 2015.   Apuesta sin garantías  Pekín incumplirá su meta de crecimiento este año. El primer ministro, Li Keqiang, anunció en marzo que China crecerá 7%. Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial apuntan a 7.1% y 6.8%, respectivamente. El ritmo es relativamente nuevo: hasta 2010, China crecía por encima de 10% (con excepción de 9.2% en 2008 y 9.6% en 2009), mientras Estados Unidos y la Unión Europea continuaban en recesión por la crisis financiera internacional. “Esto es parte de un profundo cambio estructural por el que está pasando la socioeconomía china, por lo menos en un lustro, de reorientación del aparato productivo hacia el mercado interno”, explica Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México, en entrevista con Forbes México. China está haciendo una apuesta de largo y mediano plazo en segmentos de cadenas de valor, comenta el también catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Como muestra, basta ver el desarrollo de firmas tecnológicas como ZTE, Huawei y Lenovo, que ya compiten con sus contrapartes japonesas, europeas y estadounidenses en el mercado de innovación tecnológica. Pero “no hay garantías de estas apuestas ante el rápido proceso de industrialización y reorientación hacia al mercado doméstico. A diferencia de las exportaciones, no hay garantías de que esto vaya a resultar efectivamente como están esperando las autoridades chinas”, dice Dussel, pues la principal incertidumbre es que estos cambios generen entre 10 y 13 millones de empleos anuales que la nación asiática requiere. Además, otros gigantes reanudan la marcha. La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos prepara un cambio en su política monetaria frente a un panorama de fortaleza económica, donde el desempleo bajó a mínimos en 6 años (5.5%) durante febrero. Así, mientras la tendencia estadounidense de política monetaria se orienta al alza, los recortes a las tasas de interés, que China está haciendo desde 2014, buscan que el dragón asiático no desacelere más.   Coletazo en Latam Si China decide concentrar sus esfuerzos en el mercado interno, habrá momentos difíciles para América Latina, reconoce Iturbide. Por ello, la investigadora de la Universidad Anáhuac recomienda que la región encuentre sus debilidades estructurales, las corrija y trate de flexibilizar mercados, pues en un entorno de volatilidad en los commodities y el precio del petróleo, “no hay más apuesta en una economía que la productividad”. Iturbide toma como ejemplo a Chile, que cuenta con una política productiva eslabonada a industrias específicas, y no sólo de múltiples ramos. El país sudamericano ha creado instituciones que direccionaron los productos más importantes -como el salmón y el cobre- que Chile debía apoyar. Esta estrategia ha hecho que Chile proyecte un crecimiento por encima del promedio de la región (3%), según la Cepal. En el caso de México, los retos están en el aprovechamiento de nichos de mercado del dragón. China se ha convertido en un importador masivo a nivel global, explica Dussel. Muchos países, como Japón, Corea del Sur y Alemania, están integrándose a la demanda china y hay países, particularmente los latinoamericanos, que tienen enormes dificultades para hacerlo, y México no es la excepción. “Uno de los pocos países en donde las exportaciones de México cayeron en 2014 fue China.” Las exportaciones a China a noviembre de 2014 se redujeron en 4.6%, según datos del estudio Monitor de la Manufactura Mexicana, elaborado por el Centro de Estudios China-México de la UNAM. Para que México comience a integrarse mejor, Dussel Peters considera que la relación debe desconcentrarse del gobierno: ir más allá de temas estrictamente de comercio e inversiones y hacer un análisis conjunto del sector público, académico y, por supuesto, empresarial. Pero eso no ha sucedido: “Estamos muy descoordinados. No hay incentivos claros por parte del sector público. Nos falta una base institucional y un proceso de aprendizaje. No toda empresa tiene que partir de cero: Bimbo, Cemex, Aeroméxico están invirtiendo en China. Ahí hay muchas experiencias, pero no aprendemos como país.”

 

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