La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes”.

José Martí

  Escribo estas líneas desde un lindo hotel en la Ciudad de La Habana. Han pasado muchos años desde que supe que quería conocer Cuba; y por una cosa u otra fue que llegué a este lugar tras muchos años de haber querido estar aquí y también tras la muerte de Fidel Castro. La Habana es indescriptible (como muchas veces lo es también México). Indescriptible por sus sabores y olores. Por la contradicción que emana de sus calles y de su historia. Por el desconcierto que genera pasear por calles de la Vieja Habana, que han sido restauradas bajo la conducción magnífica del historiador Eusebio Leal y que permite vislumbrar la majestuosidad de los edificios coloniales, y ver en contraste en un par de cuadras más adelante, calles enteras enterradas bajo un deterioro y un olvido de décadas. Y es que la historia de Cuba es una historia también de claroscuros, una muestra de lo que es capaz de alcanzar el espíritu humano: decadencia y esplendor, expresiones artísticas sublimes y represión, literatura universal y propaganda política en su expresión más burda. Cuánto sacrificio ha vivido el pueblo cubano, cuántas carencias, cuántos años de miseria. Y por otro lado cuánto color pinta su entorno, cuánto ritmo existe en su ambiente, cuántos derechos universalizados para todos, cuánta alegría. Alegría del pueblo cubano. El pueblo cubano, la gente de Cuba. Personas que miran a los ojos, profunda y llanamente. Que saben dar piropos y conquistar a los turistas. La gente de Cuba autónoma e independiente. Libre. Libre como lo es la libertad en papel. Como lo es en los poemas de José Martí. La libertad como dogma. Desde los días de la Revolución Cubana, desde esta isla se han visto desfilar 12 presidentes de Estados Unidos. Para ellos, Trump no es mejor ni peor que sus antecesores; quizá sea un poco más esquizofrénico, quizá el actual presidente de Estados Unidos enarbole de manera grosera lo que ellos han rechazado desde hace más de 70 años. Quizá no vean su futuro incierto, porque han pagado el precio (a base de sangre y miseria) de un futuro que para bien y para mal solo depende de ellos. La historia de México, la nuestra, es muy distinta. Porque hoy por hoy tenemos dependencia comercial, económica, humanitaria, migratoria, cultural y social con Estados Unidos. Y a mí, por lo menos, me genera una enorme incertidumbre una figura en el poder como la de Donald Trump. Que viva Cuba. Cuba Libre. Y que viva siempre México. México digno y autónomo, México soberano y asimétrico. El México que es mío y es tuyo y es de todos. Hasta el próximo martes.   Contacto: Twitter: @maribelquirogaf / @CervecerosdeMex Facebook: Maribel Quiroga / Cerveceros de México Página web: Cerveceros de México Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.  

 

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