La lección para los soberbios mandatarios americanos y europeos debería ser muy clara: no se metan con Rusia, pues ese oso feroz no está dispuesto a ser pisoteado.   El fin de semana se celebró la cumbre del G-20 en Australia, y entre lo más comentado estuvo la fría recepción que dio la mayoría –en particular los del G-7– al presidente ruso Vladimir Putin. Como es obvio, el liderazgo de Estados Unidos sigue haciendo que Canadá, Reino Unido, Japón o la propia Australia luzcan como auténticos lacayos. Durante el encuentro aprovecharon cada oportunidad para hacerle saber a Putin que no era bienvenido. La razón central de este desencuentro es el papel que ha jugado Moscú en el conflicto con Ucrania. Obama sigue acusando el envío de armas y la presencia de tropas rusas en el Este ucraniano. Ante tal aversión, Putin abandonó la cumbre antes que todos. Lo que está claro es que a pesar de las sanciones que le han impuesto, el líder ruso no se está cruzando de brazos, sino que está reforzando sus capacidades de defensa en el plano político, financiero y militar. En este último, por ejemplo, la fortaleza de su arsenal nuclear se ha incrementado. El medio ruso Pravda publicó hace unos días que sus Fuerzas Nucleares Estratégicas (SNF, por sus siglas en inglés) son incluso ya más avanzadas que las de Estados Unidos, al asegurar una paridad total de ojivas en un menor número de vehículos. El mismo Departamento de Estado estadounidense reveló en septiembre que por primera vez desde el colapso de la Unión Soviética, Rusia los había alcanzado. Según su reporte, los rusos cuentan con 528 vehículos portadores de 1,643 ojivas, mientras que Estados Unidos tiene 794 vehículos para 1,652 ojivas. La ventaja rusa se potenciará en el futuro, toda vez que funcionarios han prometido rearmar a las SNF con misiles de nueva generación. Asimismo, a finales de octubre, jets de la OTAN interceptaron 26 aviones de la Fuerza Aérea rusa en dos días, un nivel inusual de actividad. También, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, anunció la semana pasada que sus fuerzas realizarán patrullajes aéreos regulares desde el Océano Ártico hasta el Caribe y el Golfo de México, algo que no hacían desde la Guerra Fría. No están jugando. En el plano financiero, Moscú se prepara para la hostilidad económica occidental comprando cada vez más oro. De hecho, durante el tercer trimestre de 2014, Rusia compró 55 toneladas del metal para sus reservas, según datos del Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés). Con ello, su banco central se  convirtió en el máximo consumidor entre sus pares en el periodo señalado, aprovechando, desde luego, la caída manipulada de precios del metal precioso. Cabe agregar que durante la pasada década, Rusia triplicó sus tenencias áureas, que ya suman más de 1,150 toneladas. No por nada el afamado inversionista estadounidense Jim Rogers –el gurú de las materias primas– ha dedicado gran parte de sus más recientes declaraciones y entrevistas al tema Rusia. Rogers asegura que las sanciones occidentales contra Moscú no le harán un daño mayúsculo, pero sí en cambio los han empujado a los brazos de China, y a largo plazo, el perjudicado será Estados Unidos. Esta relación bilateral tendrá consecuencias muy positivas para Rusia, toda vez que los chinos serán la máxima potencia económica del presente siglo. El acuerdo firmado este año entre ambos para la provisión de gas ruso a China, es uno de los mejores ejemplos de esta cercanía. Asimismo, durante la cumbre de la APEC la semana pasada, Putin tuvo una recepción muy distinta de la del G-20, pues la calidez del presidente Xi Jinping y su trato preferencial fueron evidentes. De manera que en el plano político, Putin también se está preparando y lleva las de ganar. La revista Forbes lo ha vuelto a catalogar por segundo año consecutivo como la persona más poderosa del mundo, por encima del presidente chino Xi Jinping y, por supuesto, de Barack Obama. La lección para los soberbios mandatarios americanos y europeos debería ser muy clara: no se metan con Rusia, pues ese oso feroz no está dispuesto a ser pisoteado. Las consecuencias podrían ser graves. Ahora que si lo que quieren es llevar al mundo hacia una gran guerra, van por el buen camino, pero sin duda, una conflagración global es lo último que la mayoría de habitantes de este planeta desea. En vez de eso mejor saquen las manos de la economía, equilibren sus presupuestos y hagan que sus bancos centrales promuevan el ahorro, pues crecimiento sostenido es lo que necesita la humanidad, no que se comiencen a soltar las primeras bombas.

 

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