Estimado lec­tor: Donald Trump será presidente de Estados Unidos. Se trata de un escenario en el que México tendrá que reinventarse para lidiar con varios años de po­líticas agresivas que, seguramente, aplicará nuestro vecino del norte. Ante ello, propongo dos cosas: primero, redoblar esfuerzos y estrechar la relación que tene­mos con nuestro país vecino. En segundo lugar, atender a nuestra población migrante, tanto a la que ya está allá, como a la que está lista para dar el salto del otro lado del Río Bravo. Empezando por lo básico, México y Estados Unidos tienen una impor­tante relación comercial, en gran medida por el Tratado de Libre Comer­cio (TLC), que entró en vigor en 1994. Para muestra basta un botón: nuestro país es el tercer socio comercial de Estados Unidos, sólo después de Canadá y China. Además, entre México y la Unión Americana se comercian más de 1.1 millones de dólares… ¡por minuto! La estrecha relación no se queda únicamente en lo económico. Para el tema de la inseguridad, ahí está la Iniciativa Mérida, que implica una serie de acuerdos para com­batir el crimen organizado. En el caso del medio ambiente, y sobre todo en la frontera México-Estados Unidos, hay un buen número de tratados y organismos de gobierno que trabajan para la protección de importantes recursos naturales. Una presidencia como la de Donald Trump, que pretende des­hacer este delicado equilibrio de acuerdos, que ha tomado décadas de cooperación, tendría costos enormes. Quizá no en el corto plazo, pero sí en el largo, el proceso de aislamiento estaría sujeto a muchas más restricciones, ya fuera porque las empresas estadouni­denses demandaran a las acciones de su presidente por daños a sus ganancias, o porque el Congreso limitara la acción del Ejecutivo en la derogación de tratados internacionales. La relación que se ha establecido entre México y Estados Unidos es suma­mente estrecha y benéfica, y está anclada de maneras tan complejas que difícilmente un gobierno puede cambiarla de la noche a la mañana. Es por ello que en México tenemos que redoblar nuestros esfuerzos de integración hacia una economía y un país con el cual estamos destinados a tener relación por la cercanía territorial. Eso no significa que debamos sentarnos y esperar lo mejor en el trato que se le dará a nuestros migrantes. Para ello, rescato dos propuestas muy concretas que Guillermo García Sánchez escribió recientemente en Animal Político: Primero, generar una estrategia robusta de repatriación a todos los connacionales que serán deporta­dos; para esto, se requerirá que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) detenga los recortes al per­sonal consular, y que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) se prepare para integrar a los niños repatriados a los programas educa­tivos y sociales. Segundo, dada la amenaza de Estados Unidos de salirse del TLC, la Secretaría de Economía (SE) debería pensar en la manera de equiparar la dirección general encargada de los litigios con gente especializada en procesos interna­cionales de comercio y de inver­sión. En vez de subcontratar algún despacho, debe generar un capital humano dentro de la SE que sea ca­paz de llevar estos casos a nombre del mayor interés de la nación. Éstos serán años en los que Mé­xico tendrá que demostrar que está a la altura de las circunstancias. Ante una política internacional que se augura agresiva y neorrea­lista por parte de Estados Unidos, tendremos que desempeñarnos de modo más estratégico e inteligente con los recursos que tenemos. México saldrá adelante porque su gente, sus empresas y sus servi­dores públicos sabrán tomar al toro por los cuernos y no dejar que déca­das de trabajo se arruinen, sino que se privilegie una relación producti­va y benéfica para ambos lados.   Contacto: Twitter: @a_legorreta / @OpcionaMX Facebook: @opcionalacorrupcion   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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