La equidad de género debe ser internalizada no sólo como algo valioso para la prosperidad del país, sino como un elemento central para la convivencia armónica y civilizada.   De los factores sociales, económicos y políticos más relevantes para el desarrollo personal de los seres humanos, el de mayor rentabilidad productiva y el que lo hace sostenible en el tiempo es el acceso a una educación de calidad. En el estudio presentado por la Fundación Angélica Fuentes, “Género e igualdad: Análisis y propuestas para la agenda pendiente”, se observa que México ha cumplido con el objetivo de eliminar la brecha de género en el nivel básico de educación. Sin embargo, conforme avanza la pirámide educativa hacia otros niveles, esta equidad se va perdiendo. Según la SEP, 99% de los niños y niñas asiste a la escuela primaria y 84.9% a la secundaria. No todo está hecho. La tasa de deserción escolar entre mujeres, principalmente por razones económicas y de embarazos tempranos, es más elevada, y la probabilidad de que una mujer abandone la escuela por esas circunstancias se incrementa en 17 puntos con relación a los hombres. En educación superior también se observan disparidades que influyen en el mercado laboral. Por ejemplo, sólo 22% de las mujeres se forma en ingenierías o ciencias sociales, carreras administrativas o tecnológicas; en contraste con 48% de los hombres. Y a la inversa: 47% de las mujeres está en las llamadas ciencias “blandas” frente al 34% de los hombres. Lo mismo pasa en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), donde por cada investigadora hay dos investigadores, desproporción que se incrementa en los niveles más altos del sistema. Esta distribución suele explicarse, en parte, por prejuicios culturales o suposiciones falsas, que aseguran que las mujeres carecen de las aptitudes (pensamiento abstracto, racionalidad, habilidades en ciencias exactas) para desarrollarse en esas áreas del conocimiento. Estas disparidades generan iniquidad salarial y, peor aún, pérdida de talento especializado y competitivo. En los negocios, esto se refleja en que muy pocas mujeres ocupan cargos directivos en las empresas. Para un país que depende cada vez más de la formación, retención y atracción de talento para promover la innovación y aumentar la productividad, todo ello son malas noticias.   Una luz en el camino La buena noticia es que hoy tenemos más información puntual para diseñar y ejecutar políticas públicas y corporativas que contribuyan a superar una situación hasta ahora desventajosa para las mujeres y para México. Los embarazos adolescentes son una de las principales causas de deserción escolar. Es imperativo el desarrollo de una estrategia efectiva de prevención del embarazo temprano que ofrezca información adecuada y oportuna, y que al mismo tiempo capacite a los docentes y padres de familia en ese tipo de contenidos educativos.   Se buscan ingenieras Por otro lado, es urgente que a nivel nacional las universidades, tanto públicas como privadas, estimulen y faciliten la incorporación de mujeres en las carreras relacionadas con ingeniería, tecnología y ciencias exactas. Asimismo, deben impulsar la formación de las mujeres en áreas clave para el desarrollo en la licenciatura. Esta línea debe extenderse hasta los posgrados, la asignación de becas y el acceso al SNI. Finalmente, es importante recalcar que no hay estrategias sostenibles a largo plazo sin un cambio en el tejido cultural de una sociedad. La equidad de género debe ser internalizada no sólo como algo valioso para la prosperidad del país, sino como un elemento central para la convivencia armónica y civilizada.   Contacto: Twitter: @angelicafuentes   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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