Que el dictador comparezca en el banquillo de los acusados habla bien del progreso que se ha dado en Guatemala y en toda América Latina.   Por Germán Martínez Martínez*   En las últimas semanas, se ha dado cobertura internacional al juicio por genocidio a un ex dictador guatemalteco. El hecho mismo de que el proceso esté ocurriendo es positivo. Aunque entre la clase media de América Latina persista el pesimismo en cuanto a la región y sus perspectivas, los hechos dan fundamento para el optimismo. Hoy, por ejemplo, en el corto y mediano plazo, varios países latinoamericanos pueden esperar un mayor desarrollo que la mayoría de los países de Europa. Lo que ocurre en Guatemala muestra que las buenas noticias no se detienen en lo económico. Efraín Ríos Montt, general en retiro, fue condenado el 10 de mayo de 2013 a 80 años de prisión. En ese momento, hubo júbilo entre ciertos observadores, quizá desde una lógica del ojo por el ojo. Tampoco faltaron quienes, en México, quisieron equiparar los posibles crímenes de Ríos Montt con actos de ex presidentes mexicanos y consecuentemente lamentaron la falta de procesos contra ellos, lo que, desde su perspectiva, denigraría al sistema judicial nacional. Poco se comentó del cambio trascendental que este juicio representa. La condena, no obstante, fue anulada 10 días después por la Corte de Constitucionalidad de Guatemala y ahora el juicio ha regresado a una etapa previa a que se dicte una pena contra Ríos Montt. Una razón para la anulación es la probable parcialidad de uno de los jueces que emitieron la sentencia. Este y otros “tecnicismos” recuerdan, en mucho, a casos judiciales que ocurren a lo largo de América Latina y que dan una nueva notoriedad a las cortes supremas. Ante estos hechos, una reacción común es la del lamento por la falta de castigo a quien parece culpable. Es cierto que para que los sistemas judiciales latinoamericanos sean confiables deben no sólo contar con leyes sofisticadas, sino lograr eficiencia en castigar a quien lo merece. Pero que se discutan problemas de procedimiento judicial está lejos de ser una muestra más de impunidad o ineptitud. Lo que estamos viviendo en la región es el aprendizaje del respeto a las normas. Son las reglas y las leyes las que pueden permitir una convivencia civilizada y por tanto previsible en América Latina, lo que resulta esencial no sólo para la inversión y el crecimiento económico, sino para la vida cotidiana sin sobresaltos de cualquier ciudadano. Dado que Ríos Montt es un hombre de 86 años es improbable que pase mucho tiempo en la cárcel, incluso si es condenado de nuevo. Las víctimas de su arbitrariedad, sin duda, merecen cuando menos la reparación de que la figura del dictador quede claramente señalada, para la historia, con las culpas que le corresponden. Sin embargo, aun si ésta no se diera, Guatemala está avanzando en que prevalezca el Estado de derecho. Hay que pensar que hace apenas 29 años, Guatemala padecía todavía un régimen militar y hace 10, Ríos Montt recibió votos que le dieron el tercer lugar en una elección presidencial. América Latina, con las muchas tareas de desarrollo social que tiene por delante, está, como en el caso de Guatemala, dando los pasos correctos en la mayoría de sus países.   *Académico del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana.   Contacto: @PrensaIbero http://www.ibero.mx/ [email protected]

 

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