“El planeta no está en peligro. Porque después de cada extinción enorme, por asteroide o alguna situación volcánica, el mundo resucita y florece de una manera aún más hermosa que antes. Si acabamos con nuestro mundo —alerta Alan Weisman—, realmente estamos acabando con el mundo que nos sostiene. La cuestión es que el planeta se va a recuperar otra vez, y el nicho que dejemos vacío seguramente será llenado por otras especies.”   No. Desde siempre, desde hace varias décadas, desde el mismo momento en que incursionó en el periodismo, Alan Weisman no se toma nada la ligera. Al contrario: sus artículos y reportajes —sobre el medio ambiente, economía, cultura popular o relaciones internacionales— suelen ser rigurosos y provocadores y puntuales y estar salpicados de datos duros…
Si no tuviera esperanza, no hubiera escrito el libro.

Si no tuviera esperanza, no hubiera escrito el libro.

Asimismo sus libros. Ya en 2007, este también investigador y divulgador daba una muestra de su perspectiva global y aérea cuando publicó su anterior trabajo: El mundo sin nosotros. Convertido en un éxito mundial y traducido a más de 20 idiomas, el volumen era un ejercicio de imaginación, un experimento mental, en el que Weisman borraba a los humanos del mapa con el fin de mostrar lo rápido que la Tierra podría resucitar, y sanar, y recuperarse, de las presiones a la que es sometida (precisamente por la especie dominante: nosotros). Aquel libro, sin embargo, le llevó a hallar una cifra que le dio escalofríos —¡que da ahora mismo escalofríos, en que la confirma!, mientras bebemos un café—: cada cuatro días y medio, la población mundial aumenta en un millón de personas, lo que hace que aumente aún más la presión sobre los limitados recursos de nuestro planeta y, por supuesto, sobre la depredación de la naturaleza misma. Sí: éste es apenas uno de los muchos datos que Alan Weisman disemina y utiliza en su más reciente obra —y que tiene otra vez un título sumamente provocador—: La cuenta atrás / ¿Tenemos futuro en la Tierra? En esta ocasión, deja de lado el experimento mental y el ejercicio de imaginación para adentrarse en una realidad que ya nos alcanzó, pues el crecimiento de la población mundial se ha disparado hasta límites insostenibles. Así, durante más de dos años, el periodista estadounidense recorrió 21 países y se entrevistó con más de 200 personas; sí: muchos científicos, sobre todo ecólogos. También habló con expertos agrícolas sobre la posibilidad de alimentar a todo el mundo —lo cual tiene que ver con la subsistencia de cada especie en el planeta—. Asimismo, habló con religiosos, ya que en el tema siempre interviene la religión, y, claro, con gente de a pie que vive en las naciones que visitó. Cuando empezó el proyecto, la idea era clara —me dice Weisman en un momento dado—: quería hablar con personas que viven bajo sistemas políticos distintos, y ver cuál era su posición al respecto. “Quería saber cómo vive, y qué piensa, gente de distintas nacionalidades, culturas, religiones. Quería hacer muchas preguntas y tratar de encontrar respuestas.” ¿El resultado? Un libro de 600 páginas que no deja lugar a dudas: o empezamos a hacer algo o nos encaminamos al desastre… O al menos eso le explico ahora mismo al propio Alan Weisman, y él suelta una risita bonachona. Luego, con esa misma sonrisa, agrega: “Vea usted —me dice, y hojea las primeras páginas del libro—: al título original, Countdown, le encuentro también un doble sentido: la palabra tiene esperanza, pero, al mismo tiempo, implica la posibilidad de una explosión fatal…” 2Esto dice Alan, y esta vez ríe más abiertamente… —Iniciemos por ahí, si le parece —le digo unos segundos después a Weisman—. Plantea que la única vía hacia un posible futuro es reducir, ya, la población. ¿De verdad ha empezado la cuenta regresiva para la especie humana, o aún tenemos un margen para explorar y buscar distintas soluciones? —No-no, de lo que estoy seguro es que ya estamos al límite. Mira, suceden varias cosas. Es cierto que casi la mitad de los países del mundo están llegando a lo que se dice, demográficamente, la tasa de reemplazo. (Quiere decir que dos padres, o cada pareja, tienen por promedio dos hijos.) Así que la tasa ha bajado a ese nivel en varios de los países europeos, y algunos asiáticos. Por ejemplo, en Japón (por razones históricas que explico en el libro) o en China, por el famoso programa de la política de un solo hijo, que a nadie le gusta, incluidos los propios chinos. Pero no sólo ellos. Hay otros países culturalmente tan distintos como Tailandia (es un país budista) o Irán (un país islámico), que adoptaron en el pasado medidas para revertir la sobrepoblación en sus naciones, y ha funcionado… —En el libro apunta que mucho de esto se ha logrado con programas voluntarios y no con una política draconiana, como la china… —En efecto; he estado en muchos países con programas exitosos de planificación familiar, completamente voluntarios. En Irán, de hecho, ha funcionado aún más rápido que en China con su hijo único. Incluso, yo estaba en México cuando aquí se implementó la planificación familiar. Yo observaba en zonas muy remotas, como las Barrancas del Cobre, en Chihuahua, o en el estado de Morelos, donde vivía. Yo veía a gente llegar en burros cargados de anticonceptivos y vacunas. Las mujeres se dieron cuenta de que si vacunaban a sus hijos ya vivos, éstos iban a sobrevivir y podían tomar las píldoras y dejar de tener tantos niños que las agotaban… Pero lo más interesante es que las telenovelas eran parte central de la difusión de todo eso… Como usted sabe, éstas fueron (y creo que aún son) muy importantes aquí. Pero regreso a lo que decía: lo que nos debe preocupar son los restantes países… —Apunta que debemos prestarle atención a Pakistán y la India, por mencionar a dos… —¡Por supuesto! India, Pakistán y otros países de África son ejemplos contrarios. No son naciones distantes que no nos afectan. India está a punto de sobrepasar a China y Pakistán es una total locura. Lo pongo así: hoy hay casi 200 millones de paquistaníes en un territorio que tiene la dimensión de Texas, y Texas tiene unos 26 millones de habitantes. Hacia mediados de este siglo habrá casi 400 millones, y esto es mucho más que la población de Estados Unidos. ¿Te imaginas qué será de ellos? Estamos rodeados de bombas demográficas, sin embargo, seguimos sin querer mirar a éstas. Por eso digo que el panorama es preocupante, pero si no lo remediamos, lo peor estará por llegar. —¡Vaya que si es preocupante! Hay estimaciones que apuntan que podríamos llegar a los nueve mil millones antes de 2050… —Se quedan cortas. Ahora se están cambiando esas estimaciones. Se prevé que podrían llegar a ser más, porque el crecimiento en los últimos años ha sido más rápido de lo previsto. —La pregunta es ¿cómo llegamos a este extremo? A veces parece que la sociedad no alcanza a comprender a cabalidad lo que significan esas cifras… —Para darnos una idea, somos más de siete mil millones, y al planeta, según distintos cálculos, le caben entre dos mil y tres mil millones. Ahora, ¿cómo es que llegamos a esto? La respuesta es: paulatinamente. Cada día ha habido un cambio pequeño y no nos hemos dado cuenta de esto. Cuando comenzaba a subir la población, durante el siglo XX, había mucho espacio en el mundo. Y luego, sin percatarnos, éste se fue reduciendo: primero el tráfico, después un exceso de gente por aquí y por allá. Tú, yo, aquella otra persona, nacimos todos dentro de este crecimiento más anormal en la historia de la biología. Pensamos, porque nuestra base de conocimiento es nuestra propia vida, que ese tráfico era normal y que el tamaño de la muchedumbre era normal. Pero no, no lo era. Nada ha pasado así en la historia, ni en la biología ni en la historia de nuestra especie… —¿A qué se refiere? —A que ahora la única manera de darnos cuenta qué es lo que está pasando es a través de dos rumbos: primero, el científico. Yo no soy científico, soy periodista, pero yo hablo con centenares de científicos que están haciendo las conexiones entre lo que existe hoy en día, lo que existía antes, cómo estamos perdiendo muchas especies, porque estamos ocupando todo el espacio del mundo. Hoy en día, por la cantidad de personas que viven, estamos dedicando casi la mitad de la Tierra simplemente al cultivo de alimentos para una especie: la nuestra; eso quiere decir que estamos ocupando lugares que le corresponderían a otras especies. Estamos ahora viendo una tasa de extinción muy rápida por nuestra presencia abrumadora; una de las más rápidas que se han visto aquí en la Tierra. Yo creo que la última fue cuando un asteroide se estrelló con la Tierra, y se extinguieron todos los reptiles que eran los dueños de aquel entonces: los dinosaurios. 1—¿Quiere decir que ahora somos nosotros ese asteroide? —Sin duda. El problema, ahora, es que nosotros somos ese asteroide. Y estamos causando una extinción tan fuerte, que tarde o temprano acabará con nosotros. Porque las otras especies no son simplemente curiosidad de zoológico o adornos que nos entretienen; son los que polinizan nuestros cultivos, reparten semillas, se comen las plagas, ayudan a controlar la erosión y la construcción de suelos, entre muchos otros servicios gratuitos que nos brindan. Lo voy a poner así: en mi penúltimo libro, El mundo sin nosotros, creía que una de las razones por las que había entrado a investigar ese tema era porque tenía mucho miedo por mi planeta… Pero era una idea equivocada. El planeta no está en peligro. Porque después de cada extinción enorme, por asteroide o alguna situación volcánica, el mundo se recupera, se resucita y florece de una manera aún más hermosa que antes. Si acabamos con nuestro mundo, realmente estamos acabando con el mundo que nos sostiene. La cuestión es que el planeta se va a recuperar otra vez, y el nicho que dejemos vacío seguramente será llenado por otras especies. (Que ojalá no crezcan tanto para que no se acaben a sí mismas.) —Lo que dice en el libro, y lo que dice ahora, es muy serio. —Lo es. —¿Qué alternativa ve, qué alternativa encuentra? —Es sencilla, aunque para muchos difícil de llevar a cabo: que aprendamos de los científico y de nuestra propia observación de los cambios climáticos. Que con sabiduría comenzamos a bajar nuestra población a un nivel sostenible. Tenemos la tecnología para hacerlo. Por ejemplo, los anticonceptivos. Y no es muy dañino al medio ambiente. Así, dentro de unas dos, quizá tres generaciones, podremos ver cómo baja a una cifra que sería la mitad (o menos) de los que somos hoy en día. Alcanzaremos esa cifra más rápido si además del acceso al anticonceptivo le damos acceso universal a las mujeres a la educación. Porque el anticonceptivo más eficaz es la educación femenil. Una niña que estudia, que crece, que sigue estudiando, pospone sus embarazos hasta terminar sus estudios. Y ya una vez educada, tiene un enorme potencial en la vida. —Es interesante lo que apunta. —Lo es. Pero, además, es lo mismo en todos lados, ¿eh? Yo recorrí 21 países y me di cuenta que, sea país rico o país pobre, si una mujer tiene la secundaria, por promedio tendrá dos hijos, o tal vez menos… Si fuera así, no tendríamos problemas y tendríamos recursos fabulosos. No se trata de crecer por crecer, como opinan muchos economistas. Ninguna economía puede seguir creciendo en un planeta que no crece. Y mucho menos si lo estamos destruyendo… ¡Ah!, y conste: no se trata sólo de la mujer, se trata de que todos juntos avancemos. —Pero si algo nos ha enseñado la naturaleza es que llega un momento en que se purga a sí misma para desechar lo que le está afectando. —Pues ojalá que no suceda en un futuro próximo, ja-ja. Mira, tarde o temprano se reducirá la población porque ya hemos llegado más allá de los límites… Ya le estamos causando más daño a la naturaleza, en vez de estar aportando nuestra parte, y todo en armonía con el resto del ecosistema. Si nosotros no lo hacemos, entonces sí: la naturaleza lo hará con su capacidad de purgarse. Y eso será brutal. Ahora, tampoco hay que ser alarmista. En realidad, no sabemos si ocurrirá algo así pronto. Estamos ahora jugando una especie de ruleta rusa, con la atmósfera, no solamente en cuanto a la elevación de los mares, también al cambio químico de éstos. Eso es sumamente preocupante. Debemos dejar que el mar se restaure, resucite, en vez de estar jugando con fuego. —Entonces, sí tenemos futuro en la Tierra… —Espero que sí. Si no tuviera esa esperanza, no hubiera escrito el libro. Estaría en este momento bebiendo, emborrachándome. Sí, hay esperanza, con cambios tan fáciles: dando acceso a anticonceptivos y a educación. Podemos hacer esto y, al agregar más educación femenil, estamos creando más justicia en este mundo.
Nota bene: El mundo sin nosotros y La cuenta atrás están editados en México por la Editorial Debate. Por otra parte, al conmemorarse (el 11 de julio) el Día Mundial de la Población, la ONU dio a conocer que el lema para la edición 2015 es “Poblaciones vulnerables en situaciones de emergencia”.
  Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @Pepedavid13   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

Los 10 países más convenientes para viajeros business class
Por

Uno de los factores que más influyen en el costo de los boletos es el número de escalas que el viajero realice, así como...

También te puede interesar