Las emprendedoras constituyen un gran motor de cambio, pero 70% de los emprendimientos de mujeres no cuentan con acceso a productos y servicios financieros, como cuentas de ahorro y préstamos.   Por Michael Steidl De entre las numerosas virtudes generadas por el éxito de un emprendimiento, quizá la más valiosa sea el efecto multiplicador que desdobla en el contexto en que opera. Los empresarios que lanzan un negocio activan una influencia positiva –un “efecto demostración”– que se extiende a toda su comunidad. Un emprendedor que logra colocarse en el mercado no sólo detona más inversiones, sino que brinda asesoría a otros empresarios en potencia y se erige como un rol modelo que inspira a otros individuos a iniciar sus propias aventuras. En el caso de las mujeres, el “efecto multiplicador” es mucho más pronunciado, sobre todo en países emergentes, donde los casos de éxito de emprendimientos fundados por mujeres tienden a ser reducidos. Ser emprendedora, sobra decirlo, es una labor que raya en lo heroico. En principio, las emprendedoras enfrentan la falta de credibilidad y confianza propias de una sociedad machista que aún asocia el empuje de negocio y el compromiso con el sexo masculino. Las mujeres que fundan una pequeña empresa descubren más temprano que tarde que los “techos de cristal” no operan solamente en las compañías ya establecidas. Por otro lado, el acceso al capital continúa siendo el mayor obstáculo para el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas (pymes) pertenecientes a mujeres. Las mujeres han adquirido una importancia clave en la economía mundial. Con una participación de mercado en el orbe de 28 billones de dólares, su fuerza laboral alcanza hoy los 870 millones de personas. De acuerdo con Harvard Business Review y el Center for Talent Innovation, alrededor del 30% de las empresas registradas a escala internacional han sido creadas por mujeres. El 85% de las mujeres emprendedoras se identifican a sí mismas como las tomadoras de decisiones de los asuntos financieros de sus hogares, a la vez que el 62% se ostenta como la fuente de ingreso principal de sus familias. No cabe duda de que las emprendedoras constituyen un motor de cambio orientado a impulsar el crecimiento y la creación de empleos sustentables. Sin embargo, el 70% de los emprendimientos creados por mujeres aún no cuentan con acceso a productos y servicios financieros, como cuentas de ahorro y préstamos. Esto da lugar a una falta de crédito mundial para las mujeres, que –según la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), entidad miembro del Grupo Banco Mundial y la principal institución internacional de desarrollo centrada exclusivamente en el sector privado– asciende a 300,000 millones de dólares. Según IFC y McKinsey, las micro y pequeñas empresas en México que son propiedad de mujeres suman 4.4 millones. De estos negocios, sólo el 45% manifiesta desinterés por obtener un crédito. Esto permite estimar que existe una demanda potencial de crédito superior a 1,300 millones de dólares por parte de las mipymes fundadas y lideradas por mujeres. Un sondeo realizado por IFC entre emprendedoras mexicanas en 2014 devela otros puntos interesantes:
  • 80% de las mujeres encuestadas manifestaron que sostienen por lo menos una relación bancaria, pero a nivel personal. Las fuentes de financiamiento para su negocio provienen, en su mayoría, de amigos y familia, no de bancos.
  • 42% de las emprendedoras manifestó que carecía de líneas bancarias de crédito empresarial debido a la complejidad de los trámites y las altas tasas de interés.
  • 65% de los negocios que son propiedad de mujeres en México no cuentan con acceso a financiamiento, lo que representa una oportunidad de mercado clara para la banca.
La situación es difícil, pero hay signos de esperanza, tanto a escala internacional como local. A mediados de 2015, Barack Obama, presidente de Estados Unidos, anunció en la Cumbre Mundial de Emprendedores, celebrada en Kenia, la iniciativa para formar el primer servicio internacional de financiamiento dedicado a pequeñas emprendedoras. Con un presupuesto inicial de 100 millones de dólares, se ayudará a financiar nuevos proyectos en los distintos mercados del mundo donde existe un gran potencial para fortalecer a las empresarias e impulsar las economías. Tal servicio estaría compuesto por IFC, la Corporación de Inversiones Privadas en el Extranjero (OPIC, por sus siglas en inglés), la institución de financiamiento para el desarrollo del gobierno estadounidense, y el programa 10,000 Mujeres (de Goldman Sachs). Este esfuerzo se une a otras iniciativas prometedoras. Por ejemplo, el Mecanismo de Oportunidades para Mujeres Emprendedoras (WEOF, por sus siglas en inglés) tiene como objetivo aumentar el acceso al capital de 100,000 mujeres de todo el mundo, trabajando con bancos de los mercados locales para que amplíen el financiamiento disponible para emprendedoras. Durante su primer año, el mecanismo ha avanzado en la consecución de ese objetivo y ha cerrado nueve tratos por un total de 180 millones de dólares en nueve países para beneficiar a 25,000 empresarias. Esta nueva alianza ayudará a aumentar el alcance del mecanismo y la cantidad de mujeres que tendrán acceso al crédito formal que tanto necesitan. En términos locales, programas de apoyo gubernamental como Mujeres Pyme comienzan a crecer de la mano de una nueva toma de conciencia por parte de la banca privada, que acepta que por muchos años ha visto a las mujeres como simples consumidores, y no como empresarias. Falta mucho camino por avanzar, desde luego, pero la semilla de cambio está plantada.
Michael Steidl es Oficial de Operaciones Senior de IFC México y especialista en acceso al financiamiento.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @IFC_LAC Facebook: IFC – International Finance Corporation Página web: IFC – International Finance Corporation   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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