El acuerdo alcanzado entre Moscú y Arabia Saudita no es el fin de la historia en materia de precios del crudo. Aún quedan acuerdos y negociaciones diplomáticas que deberán realizarse de manera quirúrgica.   Post invitado de David A. Weinberg* El ajuste de cuentas entre Arabia e Irán todavía se cierne sobre el mercado petrolero. Arabia Saudita y Rusia, los dos exportadores de petróleo más grandes del mundo, finalmente llegaron a un acuerdo para elevar el precio del petróleo, comprometiéndose con Qatar y Venezuela para limitar la producción futura a los niveles de enero. Pero el acuerdo de las petropotencias podría no llegar a ver la luz del día, ya que está condicionada a que otros grandes productores acepten límites similares. En lugar de recortar la producción por debajo de los niveles actuales, Riad y Moscú ofrecieron mantener la producción más o menos estable, ignorando –o quizás debido a– el hecho de que cada uno está extrayendo petróleo a niveles casi récord. Como el jefe de estrategia de mercados de commodities de BNP Paribas señaló acertadamente: “al congelar la producción en esos altos niveles, ambos están afianzando el excedente”, por lo menos hasta que la demanda se expanda con el tiempo. Irán podría derrumbar el acuerdo ya que busca recuperar la participación de mercado que le robó su rival del Golfo, Arabia Saudita. Los saudíes elevaron su producción hace varios años para facilitar la aplicación de sanciones más duras contra el programa nuclear ilegal de Teherán al compensar el recorte iraní. Debido a que Rusia es el mayor exportador de petróleo fuera de la OPEP, el acuerdo de cuatro vías del martes representa uno de los acuerdos más significativos OPEP/no-OPEP en años. Pero ese acuerdo aún enfrenta limitaciones significativas, incluyendo la poca profundidad de sus disposiciones y el reto de la aplicación, por no mencionar la influencia que Irán podría tener en su viabilidad.   Planes de producción iraquíes e iraníes Probablemente el mayor desafío para el acuerdo del martes es su naturaleza condicional. Una declaración del Ministerio de Energía de Rusia dejó claro que el compromiso de los cuatro países para congelar la producción de petróleo en los niveles del mes pasado está condicionada a que otros productores se unan también. Y como el Commerzbank de Frankfurt advirtió, “si Irán e Irak no son parte del acuerdo, no vale mucho”. Puede esperarse que Arabia Saudita y Qatar sumen a otros grandes productores en el Consejo de Cooperación del Golfo, entre ellos los miembros de la OPEP Kuwait y Emiratos Árabes Unidos (que ya habían sugerido la posibilidad de adherirse al acuerdo), así como Omán, que previamente se ha comprometido a respaldar los esfuerzos para elevar el precio del petróleo. Sin embargo, como el ministro de Energía de los Emiratos advirtió el miércoles, la participación de su país depende de que todos los miembros de la OPEP se unan a Rusia. Irak e Irán no son sólo los mayores productores de la OPEP después de los saudíes, también representan a los miembros con planes más importantes para subir la producción en los meses y años venideros. Bagdad produjo un récord de 4.35 millones de barriles diarios (mmbd) en enero, pero los iraquíes tienen la esperanza de ampliar ese número a 6 millones a finales de la década. Irán, que produjo 2.7 mmbd en diciembre de 2015, antes de que se levantaran las sanciones, ha anunciado planes para bombear 5.7 mmbd en 2018. Luce improbable que se respeten los límites si esos dos productores se niegan a firmar. Los iraquíes han indicado una cierta flexibilidad en este sentido, al anunciar que están abiertos a congelar su producción y “listos para aceptar cualquier decisión” que contrarreste la caída de los precios del petróleo. El miércoles, el ministro de Petróleo de Irak reiteró que Irak apoya “cualquier decisión” que ayude a elevar los precios del petróleo y a equilibrar la oferta y la demanda, de acuerdo con un comunicado publicado en la página web de su ministerio. Pero los iraníes son algo completamente distinto. En reacción al acuerdo en Doha, el ministro de Petróleo iraní Bijan Zanganeh advirtió que “Irán no alterará su producción” en su búsqueda de recuperar su participación de mercado. El representante de su país ante la OPEP hizo hincapié en que Arabia Saudita, Rusia, Qatar y Venezuela aumentaron su producción en 4 mmbd cuando se impusieron a Irán las sanciones internacionales, argumentando que ahora “es su responsabilidad ayudar a restablecer el equilibrio en el mercado. No hay ninguna razón para que Irán lo haga”. Los ministros de petróleo de Qatar y Venezuela acudieron a Teherán el miércoles para reunirse durante varias horas con sus homólogos iraquíes e iraníes con la esperanza de alcanzar un acuerdo más amplio. Qatar ocupa la presidencia rotativa de la OPEP, y la vulnerable economía de Venezuela está en caída libre debido, entre otras cosas, a la prolongada y sostenida caída de los precios del petróleo. Pero sus súplicas se quedaron cortas. Los mercados subieron un poco después de la reunión, cuando Zanganeh halagó el acuerdo pero también se negó a ofrecer cualquier concesión concreta, en paralelo con enfoque rígido pero eficaz de su país en las negociaciones sobre la cuestión nuclear. De hecho, un funcionario de la OPEP en el Golfo llegó a la conclusión de que los comentarios vagos de Zanganeh en realidad “no son muy alentadores”. Hay un gran interés en todas las partes para llegar a un acuerdo, el que sea. Recientemente regresé de reuniones en cinco países del Golfo, y no puedo enfatizar la gran preocupación que encontré, incluso entre algunos de los estados más ricos del Consejo de Participación del Golfo, por la reciente caída del petróleo al rango de 25 a 35 dólares por barril. El temor entre muchos de estos productores se está convirtiendo en una amenaza existencial, haciendo que los tomadores de decisiones se pregunten cuán viable será su modelo económico en el largo plazo. Lo nuevo es que los productores de petróleo se están sintiendo realmente incómodos con su situación actual y buscan maneras de cambiar el entorno del mercado.   ¿Qué hay de Siria? ¿El petróleo barato terminará ayudando o perjudicando la situación en Siria? El hecho de que Rusia y Arabia Saudita estén de acuerdo algo es sorpresivo dado que los dos países están en lados opuestos de ese conflicto. La intervención militar de Rusia fue un elemento vital para reforzar al régimen de Assad en Siria. Mientras tanto, los clientes rebeldes de Arabia Saudita en Siria están siendo devastados por los ataques aéreos rusos, recientemente en la ciudad de Alepo. Sería razonable preguntarse si un consenso entre Moscú y Riad sobre los volúmenes de producción petróleo podría presagiar una distensión más amplia entre las dos potencias. Sin embargo, a falta de mayor evidencia, parece más probable que el acuerdo en Doha represente un esfuerzo consciente por parte de Rusia y las monarquías del Golfo Árabe para evitar que la debacle en Siria de dañar a otras áreas de su relación. En los meses transcurridos desde la intervención de Rusia en Siria –y a pesar de estar en lados opuestos de ese conflicto– todos los altos funcionarios de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahrein y Qatar han volado a Rusia para reunirse con Putin. En el caso de Kuwait, fue la primera visita del gobernante a Moscú en más una década o más. En apariencia, estas visitas han lucido sorprendentemente amistosas y, en la mayoría de los casos, incluso han dado lugar a nuevas promesas de cooperación en el comercio o la inversión. En los casos de Bahrein y Qatar, las reuniones también fueron marco de un intercambio de regalos lujosos, como un halcón, un semental de Turkmenistán, y un sable de acero de Damasco. Apenas el mes pasado, los EAU y Omán también recibieron en sus capitales al ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov. Por lo tanto, en vez de representar una especie de nueva alineación en Siria, parece más probable que Moscú y Riad estén llevando a cabo un acuerdo táctico limitado, donde sus intereses se alineen, es decir, tratan de impulsar el precio del petróleo. Incluso si Rusia y la OPEP pueden trabajar juntos, la ejecución del acuerdo es quizá su mayor desafío. Por ejemplo, Rusia violó el espíritu de al menos dos acuerdos previos para frenar la producción después de que los precios del petróleo cayeron en 2001 y en 2008. Qatar se ha comprometido a vigilar el cumplimiento, pero hay pocas razones para creer que tendrá éxito en esta ocasión.   Las implicaciones más amplias Acechando al fondo de todo este escenario de petrodiplomacia se encuentra la producción de petróleo estadounidense, Rusia y Arabia no pueden mantener su participación de mercado y permitir que Irak e Irán recuperen las suyas sin mermar la de Estados Unidos. Y a pesar de que más de 60 compañías de petróleo y gas en EU se han declarado en quiebra y que se han duplicado las posibilidades de que los precios se mantengan bajos, la producción estadounidense sigue siendo obstinadamente elevada, con 9 mmbd. Es más, cualquier aumento en los precios del petróleo daría un empuje al ya de por sí vigoroso espíritu de fracking de Estados Unidos. Podría decirse que la OPEP es más débil que nunca, que intenta encontrar una estrategia común incluso mientras el mayor exportador exterior, Rusia, se dispone de llegar a un acuerdo con el cartel. Las petropotencias extranjeras continúan ansiosas por elevar el precio del petróleo a expensas de las democracias industrializadas, como Estados Unidos, donde el sector del transporte sigue dependiendo en más de 90% de los combustibles fósiles. Mientras tanto, estas autocracias dependientes del petróleo están preocupadas por su supervivencia a largo plazo. Y podrían comprender lentamente que cualquier petroacuerdo duradero entre los saudíes, Rusia e Irán tendrá que aceptar la realidad de que la nueva participación de Estados Unidos en el mercado mundial del petróleo podría no ser tan frágil como ellos esperaban.   *David Andrew Weinberg es investigador principal de la Fundación para la Defensa de las Democracias. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por el Instituto de Tecnología de Massachusetts y anteriormente se desempeñó como miembro del personal profesional en el Comité de Asuntos Exteriores.

 

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