Pese a su contundencia e importancia, la obra de Barthelme ha pasado desapercibida y elude las estanterías de las tiendas de libros en países de habla hispana.   Hace algunos años, un muy querido amigo mío de nacionalidad alemana decidió quedarse en nuestro país a vivir de forma permanente. Fan de la música y constante explorador cultural, mi amigo me preguntó que cuál era la banda de rock más popular de rock-pop de toda América Latina. De botepronto se me ocurrió ponerle un video en YouTube de la banda argentina Soda Stereo, en vivo en el estadio Obras de 1988. Mi amigo quedó boquiabierto al ver la cantidad de gente que se reunía en un estadio de esa magnitud para ver a una banda de rock ‘poco conocida’, era algo que, según él, sucedía pocas veces con una banda alemana. Consideraba que un concierto así sólo se daba con bandas mainstream globales. Aún le faltaba conocer a Café Tacuba, Caifanes y demás grupos que congregan multitudes en nuestro país. Desde entonces fui más consciente de lo ambiguo y desproporcionado que resulta a veces el reconocimiento y la fama con relación al arte: lo que para algunos es la figura esencial de tal o cual corriente expresiva, para otros resulta un cero a la izquierda. Muchas veces los consensos ayudan a tener una guía más o menos clara, las recomendaciones y  ligas en común que rodean a un artista que resulta de nuestro interés, nos ayudan a orientarnos mejor sobre quién o qué puede ser un referente que enriquecerá nuestra curiosidad literaria, musical o artística. Una suerte de red interminable de referencias culturales. Sin embargo, en el tema del éxito y la ambigüedad, algo parecido le sucede al escritor norteamericano Frederick Barthelme, quien es considerado al lado del poderosísimo Raymond Carver una de las figuras medulares de la corriente literaria conocida como realismo sucio, mismo mote estadounidense que compartieron los libros de Richard Ford, los del afamado Chuck Palahniuk o el mismísimo borracho de oro: Charles Bukowski. Sin embargo, pese a su contundencia y relevancia, y como desazón para los que nos gusta conocer plumas que se mantengan al margen del hype literario, la obra de Barthelme es difícil de conseguir traducida al español, no sólo en nuestro país; con frecuencia las ediciones ibéricas están agotadas y las ediciones mexicanas que llegó a editar Conaculta están regadas en un anaquel o en una bodega perdida del país. La literatura de Frederick Barthelme es una narración que funciona a la inversa de lo que la descripción lineal suele ser en la tradición literaria estadounidense. Su obra está cimentada, al igual que Carver y algunos autores de la No Ficción (en el término más genérico), en la relevancia de lo no dicho, la antítesis del discurso de lo evidente y la potencia de un drama contenido. En el autor de Dos Contra Uno (1988) y Selección Natural (1989) encontramos historias sumamente desoladoras, que no obstante no van por la vida llorando y mostrando sus miserias dramáticas. Es la parquedad y el minimalismo lo que brinda la atmósfera necesaria para apreciar el poderío y contundencia de un escritor que tiende a desaparecer cuando de buenos escritores norteamericanos del siglo XX se habla. Sin embargo, y para fortuna del lector curioso, existe. Barthelme es originario de Houston, Texas (1943) y está emparentado con la escena artística que surgió de la Universidad de Santo Tomás durante la segunda mitad de los 60, influida fuertemente por el grupo Fluxus, la experimentación sonora y las tendencias noise-jazz de la época. Además de tener una vena plástica bastante activa, Barthelme fundó una de las bandas seminales de la psicodelia rock de la época con la banda Red Krayola, que al lado de otro grupo de selecto culto, los fabulosos 13th Floor Elevators, sentaron bases (muy probablemente sin querer) de lo que muchos conocen hoy como el low-fi. Hermano de otro literato de buena cepa aunque menos contundente, Donald Barthelme, e hijo de Donald Barthelme padre, un reputado arquitecto modernista de Houston, Frederick también comparte pasión literaria con su hermano Peter y Steven, pero es el autor de Painted Desert New York (1995), quien posee tal contundencia y aliento como para retratar de forma cruda y fiel a la sociedad norteamericana contemporánea, y de paso colarse a los anaqueles de los grandes del Siglo XX de forma por demás silenciosa, como un fantasma, casi desapercibido. Diez novelas de 1971 a la fecha, un estilo genuino y contundente, un aliento que hace falta destapar más seguido y redescubrir fuera de las fronteras estadounidenses para conocer la obra de uno de los escritores más interesantes de la literatura contemporánea norteamericana. Que el tiempo le brinde la razón a Fredrick Barthelme. [youtube id=”43kVhV5aHoc” width=”620″ height=”360″] Contacto: Twitter: @RAika83

 

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