Las competiciones de la  Formula 1 son icónicas. Los autos y los pilotos que se encargan de dar un espectáculo a los fanáticos del deporte, una disciplina llena de adrenalina y motores. Pero a la hora de la victoria es la lluvia de champán la que se ha hecho legendaria.

La historia de champán en la F1 se remonta al año 1950. Se corría el Gran Premio de Francia en Reims, cuando Juan Manuel Fangio ganó y Pablo Moët Chandon le ofreció un Jeroboam de Moët Chandon la celebrar su victoria. En aquella época, las botellas no se abrían, incluso en el podio, pero se marcó una tradición que ha ido evolucionando con el paso del tiempo.

Si miramos a través de la historia, en realidad la tradición de rociar la botella no tuvo sus inicios en la Fórmula 1 sino en las 24 Horas de Le Mans. En 1967, resultó vencedor Dan Gurney a quien le regalaron un Moët Chandon al subir al podio. En un genuino gesto por parte del piloto estadounidense, sacudió y descorchó la gran botella de champán rociando a quienes tenía delante.

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Ganador de la carrera Daniel Ricciardo (AUS) Red Bull Racing celebra en el pódium y toma champán de su zapato en el Formula 1 World Championship, Malaysian Grand Prix.

 

A partir de entonces se desató el furor por este espumoso ritual, el cual se repite año tras año cuando los pilotos ganadores esperan el momento de la premiación para poder rociar a sus contrincantes, al equipo y a todas las personas presentes con una enorme botella de tres litros del líquido dorado. El año pasado era G.H Mumm el patrocinador de este momento, pero para la edición 2016 Moët & Chandon será el que se coloque en el podio.

La larga relación entre Mumm y la Fórmula 1 se rompió tras quince años de colaboración. La marca decidió abandonar la categoría reina del automovilismo y ahora apuesta por la más reciente Fórmula E , lo que fue inesperado para los pilotos, los fanáticos y los directivos del deporte de motor.

Aprovechando la oportunidad, este año el actual patrocinador de McLaren, Moët & Chandon será el encargado de mantener con vida esta tradición, permitiendo a los pilotos agitar, descorchar y mojar a todos con una botella de 3 litros, que, por desgracia, en su interior contendrá vino espumoso y no champán.

El deporte y las tradiciones van de la mano, aunque algunos demuestran descontento con la idea de derrochar una bebida tan preciada al final de cada carrera, los amantes del deporte esperan con emoción el momento en el que se descorche y se deje caer por todos lados… menos en la copa.

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