cintillo-2014 Diego Della Valle preside el grupo billonario Tod’s, pero es algo más que un magnate de la moda: es la conciencia de Italia. El último rey Midas en un país necesitado de leyendas.   Por Álvaro Retana   Diego Della Valle es un personaje a la altura de Monroe Stahr, el protagonista de El amor del último magnate, la novela póstuma de Francis Scott Fitzgerald. Se trata de uno de esos personajes bigger than life que sólo Hollywood –o Cinecittá– puede dar; pertenece a la estirpe de Giovanni Agnelli L’Avvocato, dueño de Fiat, o Silvio Berlusconi Il Cavaliere, ex primer ministro de Italia, condenado a cuatro años de cárcel por fraude fiscal. Todos ellos comparten la pasión por los negocios, por la belleza femenina y por algo más: el fútbol. Agnelli era dueño del Juventus de Turín, Berlusconi del AC Milan y Della Valle delACF Fiorentina, al que rescató de la quiebra en 2002 a instancias del alcalde de Florencia tras inyectar 20 millones de euros (más de 27 millones de dólares). «Hoy hemos superado los 200 millones de inversión. Soy un tipo italiano de provincias. Allí, después de intentar hacer un buen trabajo, ¿en qué piensas? En mujeres, coches y fútbol». En efecto, en Italia el fútbol, los coches y las mujeres son una religión. Y Diego Della Valle es un practicante devoto. Casado tres veces, su tercera mujer, la arquitecta Barbara Pistilli, es hermana de la primera, Simona, de quien se divorció y con quien tiene un hijo, Emanuele, de 38 años. Su relación con el mundo del motor también es personal. Luca Cordero Di Montezemolo, presidente de Ferrari y ex presidente de la patronal italiana –«el Papa en la sombra» para muchos periodistas económicos de Italia–, es un viejo amigo de Della Valle, tanto que ambos consideran su relación como «un viejo matrimonio» muy similar al que formaba el Rat Pack de Sinatra y compañía. Hoy, en Italia, Diego Della Valle es un héroe nacional. A su éxito en los negocios como presidente del grupo Tod’s –que además de esta firma engloba otras marcas de lujo como Hogan, Fay, Roger Vivier y Schiaparelli– que ha facturado más de 1,000 millones de euros el año pasado, se añade otra faceta, la de mecenas y salvador de la patria. Desde hace años, Tod’s colabora con instituciones artísticas como el teatro de La Scala de Milán, el centro PAC o Villa Necchi, pero el proyecto que le ha valido ser portada de casi todas las publicaciones italianas es la restauración del Coliseo romano, para el que ha donado 25 millones de euros y que finalizará en 2016. Gianni Alemanno, el alcalde de Roma en 2011, lo llamó personalmente para pedirle ayuda. El empresario tardó tres horas en darle una respuesta. «Le dije que queríamos hacerlo solos como grupo. Ser los únicos patrocinadores y sin pedir nada a cambio. Tod’s es un grupo italiano, Della Valle es un apellido italiano, y queremos devolverle algo a nuestro país en un momento en que lo necesita», declaró. El empresario ha anunciado además que Tod’s invertirá el 1% de sus beneficios en el territorio italiano, en un acercamiento a los postulados del cómico y actor italiano Beppe Grillo, fundador del Movimiento Cinco Estrellas, el gran triunfador en las pasadas elecciones tras el desplome de la izquierda y la derecha italianas. «Mirando la Bolsa de Milán observo que hay centenares de millones de euros que pueden ponerse inmediatamente a disposición del territorio. Sería como si nosotros hiciésemos una maniobra financiera que traería resultados inmediatos», ha dicho Della Valle. Sus opiniones políticas y sus críticas a la corrupción de la clase política italiana, que se materializó en un anuncio a toda página el 1 de octubre de 2011 en los principales diarios de su país titulado “Politici ora basta” (Políticos, ya basta), en el que acusaba a la clase política de un comportamiento «indecente e irresponsable», le han valido ser entrevistado por numerosas televisoras italianas como el capitán de un barco a la deriva, la conciencia de una clase empresarial a la que, por ejemplo, la familia Agnelli, que no termina de decidirse si seguirá produciendo en Italia o no, ha fallado. «Lo mejor que pueden hacer es que sigan dando sus paseos en barco y practicando esquí. Es lo que mejor se les da».   El zapato milagroso  El origen de su imperio es, como en el caso de muchas otras grandes firmas italianas como Prada, Missoni, Trussardi, Versace o Etro, estrictamente familiar. Según Forbes, es uno de los mil hombres más ricos del mundo y el número 20 en Italia (su hermano, Andrea, es el 21). Y todo empezó con un zapato, como en algunos cuentos. Descendiente de artesanos del calzado, su abuelo fundó un taller que continuó su hijo, que fabricó modelos para otras marcas, como Calvin Klein, y para departamentales de lujo como Neiman Marcus. Diego cumplió el sueño de su padre, Dorino, de matricularse en la Universidad de Bolonia para cursar estudios de Derecho, aunque nunca llegó a licenciarse ya que sus intereses, como destaca su amigo Luca Cordero Di Montezemolo, «iban por otro lado: era lo que en Italia se denomina como il ragazzo del bar». Antes de unirse a la empresa familiar en 1975, Della Valle pasó una temporada en Estados Unidos, donde tuvo una revelación. «Quise crear un nuevo tipo de zapato que combinase el espíritu relajado y casual de América con la manufactura y la herencia artesana del Made in Italy. El resultado fueron los Gommino, el emblema de la casa JP Tod’s, bautizada así a finales de la década de 1970 tras encontrar este nombre en la guía telefónica de Boston –en la década de 1990, tras asumir las riendas del negocio familiar en 1978, se deshizo de las dos primeras siglas–: era un nombre fácil de pronunciar en todos los idiomas. En los talleres de su padre Della Valle desarrolló un prototipo de este mocasín ultraligero elaborado con el mejor cuero, con su característica suela de 133 esferas de goma, pensado en un principio para manejar. Con ayuda de las conexiones de su amigo Cordero Di Montezemolo en Ferrari consiguió que Giovanni Agnelli fuese fotografiado llevando un par de Gommino y las ventas se dispararon. Hasta entonces, los zapatos de lujo eran modelos pesados elaborados siguiendo el patrón británico. «Hace 20 años, los productos de lujo eran algo que no se podía usar a diario; para el día a día se llevaban cosas baratas, que eran horribles». Tod’s cambió esa percepción del lujo. «Como Chanel o Hermès, producimos bellos objetos que están más allá de la moda. Siempre he sentido que Tod’s no es realmente una marca de moda, sino que provee un chic relajado y un estilo eterno que no tiene nada que ver con las tendencias». En efecto, hoy los artesanos de los talleres de Tod’s en Casette d’Ete siguen pegando, cosiendo y puliendo cada Gommino a mano como aquel primer par, en un proceso que requiere más de 100 pasos y 35 piezas de cuero. Della Valle considera que la excelencia es la principal baza del Made in Italy. «Necesitamos explicar lo que somos, por qué un bolso o un par de nuestros zapatos son tan especiales y cuestan lo que cuestan. Hay una parte de sueño y una parte cultural en nuestro trabajo. Por eso es fundamental para nosotros persistir en Italia. Por dos razones: porque es nuestra casa y porque allí hacemos este trabajo mejor que en cualquier otro lugar». Su amor por Italia se traslada a otras inversiones del grupo. Della Valle ha rescatado iconos italianos, como RCS Media Group, editor del diario Il Corriere della Sera y de la editorial Rizzoli; la compañía de motocicletas Piaggio, que fabrica la mítica Vespa; Ferrari, los estudios de cine Cinecittà, donde se rodaron, entre otras, La dolce vita (Federico Fellini, 1960) y Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963); la compañía de diseño de muebles Poltrona Frau y los grupos italianos de lentes Marcolin y Safilo. Pero sus intereses van más allá de Italia y abarcan otros países. «El grupo Tod’s habla un lenguaje global, idéntico para todo el mundo».

Los Gommino son el best- seller de Tod´s: un zapato cómodo con divertidas bolitas de goma en la suela.

  Dos clásicos de la moda En 2001, Diego Della Valle compró Roger Vivier, un clásico de la zapatería de lujo fundado en los años 30 por el diseñador que le da nombre, considerado por muchos como el Fabergé de los zapatos y el inventor de los stilettos. La marca pasó por dos periodos de inactividad, de 1939 a 1963 y de 1972 a 1985, hasta que este visionario vio sus posibilidades y la adquirió a principios de la década pasada. Gracias a la dirección creativa del italiano Bruno Frisoni desde 2003 y a la labor de Inès de la Fressange, ex musa de Karl Lagerfeld, como embajadora de la marca, ha logrado relanzarla y convertir esta firma en la gran favorita de las fashion insiders. No es la única, en 2006 decidió relanzar otra marca legendaria dentro de la industria de la moda: Schiaparelli, fundada en los años 20 por la condesa italiana Elsa Schiaparelli, un mito dentro de la industria que se convirtió en contrafigura de Coco Chanel y en su archienemiga (el bordador François Lesage tenía que hacer verdaderos malabares en sus talleres para que ambas no se encontraran, ya que, literalmente, no se podían ver la una a la otra). Esta diseñadora se inspiró en el surrealismo y en las vanguardias artísticas de entreguerras y colaboró, entre otros genios, con Salvador Dalí, Jean Cocteau y Alberto Giacometti. Sus trajes de noche, teatrales y efectistas, se convirtieron en los favoritos del Beau Monde antes de la Segunda Guerra Mundial. Diego Della Valle quiere recuperar el esplendor de aquella época. En 2012, tras la exposición sobre la diseñadora Miuccia Prada organizada por el Museo Metropolitano de Nueva York, el empresario anunció que la marca volvía a abrir sus puertas en su sede central. «Esta marca no tiene que verse envuelta en el frenético mundo de los números, cuentas y dimensiones, sino sólo expresarse como es. El punto más importante de este proyecto es la maison en París, en la Place Vendôme, la ubicación original del primer atelier de Schiaparelli». Tras una primera colección en 2013 creada en exclusiva por el diseñador Christian Lacroix, retirado del mundo de la Alta costura desde la quiebra de su firma en 2009, Della Valle anunció la incorporación del diseñador –también italiano– Marco Zanini como director creativo de la casa, tras su paso por dos firmas históricas, Halston y Rochas, que ayudó a resucitar. Su última colección, que acaba de presentar en París, ha sido una de las más aplaudidas en la Semana de la Alta costura. Desde el año 2000, el emporio Tod’s cotiza en el mercado de valores italiano. En 2010, encontró un modo de incrementar su crecimiento con la inversión en Saks Fifth Avenue, donde Della Valle aumentó su participación, convirtiéndose así en el principal accionista de esta tienda departamental, por encima incluso de Carlos Slim. Tres años después, en julio de 2013, él y su hermano Andrea vendieron sus participaciones al grupo canadiense Hudson’s Bay por 362 millones de dólares.   Dignidad, deber y diversión Es sólo una prueba más de la capacidad de este empresario para convertir en oro todo lo que toca. Aunque él define su vida con un una frase, «A simple life», una vida sencilla que pretende «huir de lo exagerado, de lo opulento, llevar una buena vida, una vida normal». La realidad se empeña en llevarle la contraria. Su lema vital, que ha hecho grabar en su(s) casa(s) y en las de sus familiares en amarillo y azul, sus colores favoritos, a modo de divisa es: DDD: Dignitá, Dovere, Divertimento. «Dignidad, Deber, Diversión». Lo mismo que colecciona firmas de lujo, atesora residencias: además de su mansión en Casette d’Ete, la Villa del Palombarone, que fue el hogar del conde Brancadoro y ha sido restaurada por su mujer en estilo Hollywood Regency, con gimnasio, albercas interior y exterior, helipuerto y una casa para invitados. Posee una villa de veraneo en Capri, Torre Materita, que fue un monasterio capuchino del siglo XIV; otra en Milán, además de distintos pied-à-terre en París, Nueva York y Miami. Vuela en su propio jet y viaja en helicóptero a la oficina. Navega por el Mediterráneo en Altair o en Marlin, velero que perteneció a John Fitzgerald Kennedy y que adquirió en una subasta de Sotheby’s. La sede del grupo en Casette d’Ete, diseñada también por Barbara Pistilli, es mucho más que una oficina donde los trabajadores disfrutan de guardería, escuela y otros adelantos para desempeñarse con máximo nivel de calidad. Es un reflejo de la visión empresarial de Della Valle. «Hay quien me considera comunista, pero yo me considero liberal. Cuando una compañía tiene beneficios, está obligada a devolver algo de eso a la comunidad. Es práctico: una mejor calidad de vida significa mejor negocio; y un mejor negocio, mejor calidad de vida». Ésa es la filosofía de un magnate que confiesa que «cuando era niño, quería ser piloto de carreras o jugador de fútbol». Hoy es el último Rey Midas de Italia. Se sienta en los consejos de administración del gigante del lujo LVMH y de la Banca Nazionale del Laboro; sin embargo, sigue siendo sólo un italiano más preocupado por el futuro de su país. Encantados, ciudadano Della Valle.    

 

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