Javier Marín celebra una contundente carrera artística a través de obra nueva, exhibiciones en retrospectiva y un esfuerzo filantrópico que fortalece a talentos emergentes.
Piezas monumentales, fragmentos de esculturas y materiales de trabajo diversos. Nos adentramos en el taller de Javier Marín en la colonia Roma (Ciudad de México), una enorme bodega donde cobran vida las más emotivas creaciones del artista originario de Uruapan. Grandes figuras humanas de notable carga expresiva y emocional han surgido del barro, el bronce y la madera en estos muros para convertirse en testigos de la carrera de este artista visual que acumula treinta años de éxito. El reconocimiento no se ha limitado a las fronteras mexicanas, sino que se ha extendido al resto del globo a través de más de 90 exposiciones individuales y 200 colectivas. Javier se sienta con tranquilidad en la sala rodeada de bustos medianos de algunas de sus esculturas y conversa sobre su evolución como artista, sus nuevos proyectos y la fundación que recientemente ha formalizado, con la que busca que su legado no se quede únicamente en su arte, sino en impulsar a jóvenes talentos a encontrar su camino artístico y lograr dejar su huella a través de su creatividad.
Javier Marín en su taller

Javier Marín en su taller

Las muestras que realizó con motivo de la celebración de su trayectoria como artista se expusieron bajo el nombre de Corpus Terra en el Antiguo Colegio de San Ildefonso y en el Palacio de Iturbide. «Fueron casi 150 piezas de las cuales muchas son monumentales. Para las exposiciones tuve que generar obra nueva, pensando en completar un discurso. Revisé todo el cuerpo de mi obra para ver qué piezas me faltaban y las creé. Algunas han sido verdaderos desafíos técnicos. Hay una pieza de madera de seis metros de alto que está en San Ildefonso y otra que es una cascada de 14 metros de alto, por ejemplo», nos cuenta sobre aquellas piezas que, aunque se hicieron pensando en este momento, permanecerán en la historia. Una de ellas es una gran figura ecuestre de siete metros de altura producida para colocarse en el patio central del Palacio de Iturbide. «Hay una pieza que decidí reeditar y que me gusta mucho porque es muy emblemática de mi trabajo (…). Hice una reedición poniendo un número 30 en la parte del hombro y la firmé con este año», comentó sobre uno de los bustos que más se han conocido de su obra. La versión conmemorativa fue subastada en la gala realizada por Buchanan’s 18 a favor de la Fundación Javier Marín.
A lo largo de los años muchas personas se han preguntado quién es el modelo detrás de las esculturas de Marín. Estas, aunque son muy distintas entre sí, comparten muchos rasgos y expresiones que bien podrían representar a una persona en particular. Sin embargo, se han convertido en el sello del artista, aún sin haberlo premeditado. «Yo no trabajo con modelos, mi modelo es un modelo creado, se repite muchas veces y es uno que se ha construido a través del trabajo y a través de los años», enfatiza el egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Es la experiencia la que ha hecho su obra y después de tres décadas Marín confiesa que ya no tiene una estructura de trabajo, sino que este ya fluye de una forma natural, orgánica, sin necesidad de trasladar la creación a un proceso. «Ese momento se ha vuelto todos mis momentos. Es parte de mi vida, de mi actividad diaria, ya no tengo que esperar un momento especial para trabajar con arcilla en mano, con el barro. Mi cabeza siempre está trabajando y hace sola la selección. Hay muchas piezas que ya están en mi mente esperando que las saque, que las materialice y están ahí. Ya no tengo que esperar nada. Hay gente que busca la inspiración, que le llegue la musa… yo sinceramente ya agarré vuelo. El problema es ahora saber cómo me paro porque de repente quiero hacer otras cosas y ya todo sale en forma de escultura», afirma.
Retrato caballo monumental

Retrato caballo monumental

La maestría de ayudar Hace poco más de un año, Javier Marín lanzó oficialmente la fundación que está enfocada en ayudar a los jóvenes artistas. Se basa en el concepto de ser una guía que permite a quienes van saliendo de la escuela encaminar su obra para convertirse en artistas profesionales. Con el nombre de “Encuentros” busca crear el apoyo que evite que se pierdan talentos importantes por distintos temas, desde económicos hasta la falta de dirección. «Siempre me ha preocupado apoyar distintas causas, ya que si te sumas con un esfuerzo, aunque sea muy pequeño, puedes cambiar el destino de una persona y salvar una situación de desventaja. Siempre he sido muy sensible a esto y quería formalizarlo y focalizarlo a los intereses que a mí me tocan más», comenta. Aunque la fundación hoy día cuenta con distintos programas, es el que sirve de guía para los jóvenes en el que se han enfocado más con el objetivo de que el arte en México siga creciendo y realizando propuestas que superen fronteras. «Yo detecté por experiencia propia que hay un periodo entre que sales de la escuela y te lanzas al mundo profesional en que eres muy vulnerable. Ahí se pierden muchas vocaciones y talentos (…) porque falta un buen consejo, un apoyo pequeñito», cuenta quien realizó el retablo mayor y el presbiterio de la Catedral Basílica de Zacatecas. Haciendo una visión en retrospectiva a la trayectoria y los éxitos que ha tenido y contrastándola con sus planes futuros nos confiesa qué consejo le daría al Javier Marín de hace 30 años. «Le diría que siguiera con su pasión, su emoción, su corazón. Ser artista es algo muy personal que viene desde adentro y a veces hacemos como que no lo escuchamos y nos vamos por cosas a lo mejor más prácticas. Pero no, hay que seguir siempre escuchando lo que te apasiona en la vida. Si haces eso tienes un camino exitoso garantizado. Yo hice un poco eso, lo fui descubriendo en el camino y ahora lo tengo muy claro. Me hubiera brincado todos esos años que tuvieron que pasar para descubrir esa fórmula y si alguien me la hubiera dicho saliendo de la escuela hubiera sido muy importante para mí», cuenta Marín. Como un esfuerzo más para impulsar la fundación, Marín se alió con Buchanan’s, con quienes realizó su más reciente obra. Es la primera vez que se relaciona con una marca. Para esta alianza el artista realizó tres estuches conmemorativos para Buchanan’s 18 en madera y piel con la imagen de una de sus piezas más significativas. Esta se plasmó a través de fotografías trabajadas con efectos y colores, de manera que tuviera dos vistas. La primera es la imagen tal cual del busto y al mover la caja la gráfica se transforma en una pieza abstracta. Las tres cajas fueron subastadas en una gala organizada por la firma de whisky, propiedad de Diageo, fundada en 1879 en Escocia.
Javier Marín en la gala realizada por Buchanan’s 18 a favor de la Fundación

Javier Marín en la gala realizada por Buchanan’s 18 a favor de la Fundación

La visión de México en el marco de las artes es para Marín muy positiva y con un futuro prometedor para todas las disciplinas. Considera que las oportunidades que tiene el arte en este país son muchas y muy diversas; «son todas», destaca. Él argumenta que la cultura está muy abierta a todas las expresiones artísticas y por ello es el lugar indicado para comenzar a recorrer un camino exitoso. La sociedad, la cultura, la historia y el legado de grandes artistas que han pisado tierra azteca son los cimientos necesarios para darle la bienvenida a nuevos artistas. «México es un país muy fértil para cualquier expresión artística, por más que parezca como que no está tan fácil. Somos un pueblo sensible, acostumbrado al arte que nos llega por todos lados», comenta con entusiasmo. Además, recalca que en la actualidad la oferta de propuestas artísticas es un abanico demasiado grande, con muchos estilos y muchos artistas, sobre todo jóvenes, que están siendo muy bien recibidos. Treinta años de carrera suena como un largo recorrido, pero en realidad es tan sólo el comienzo de un talento que promete ser una leyenda en la historia artística del país. Sus obras ya han dejado una marca, pero las ideas que Marín tiene demuestran que ello sólo ha sido un poco de lo que está por venir. «Lo que me gustaría en un futuro es que mi vida siguiera siendo como ahora. Que tenga la posibilidad de crear y de hacer las cosas que me gusta hacer. Involucrarme en mis proyectos sin necesidad de pedir permiso o con las menos limitaciones posibles. Poder seguir haciendo libremente lo que hago», afirma Marín.

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