Shanghái combina el pasado imperial de China, el postcapitalismo salvaje y el futuro más vanguardista.
Shanghái es tres ciudades (o más) en una: por un lado, encontramos ecos de la China anterior a la revolución maoísta; por otro, un skyline típico del dragón económico que, aún sumido en una recesión, sigue estando en el radar de todas las casas de lujo; y una tercera faceta: la colonial con edificios en estilo art déco. Más allá de los clichés que el cine acuñó sobre la ciudad como “capital del vicio” en clásicos como el embrujo de Shanghai, de Josef Von Sternberg, se trata de un ente vivo —con más de 24 millones de habitantes— que respira, seduce y jamás duerme. Se puede acceder a través de dos vías: mediante el Maglev, un tren de levitación magnética de alta velocidad que recorre los 30 kilómetros que separan el aeropuerto de Pudong del distrito oriental en ocho minutos —alcanza los 430 km/h— o en uno de los paseos fluviales más famosos del mundo, el Bund, especialmente al caer la noche, cuando los edificios de Pudong se reflejan en las aguas del Yangtsé.
TESORO SECRETO En pleno corazón de este distrito financiero, se encuentra el Four Seasons Pudong Shanghai, uno de esos hoteles que generan cargo de conciencia por una razón: fuera te espera uno de los destinos más fascinantes del mundo, pero no te apetece salir de él bajo ningún concepto. Flare, su spa, es un oasis de bienestar con tratamientos a cargo de la maison francesa Guerlain. La infinity pool, en el piso 41, con vistas panorámicas, se puede reservar a partir de las 11 pm como un after-hours privado, con un servicio de canapés, vino y champagne para dos. El hotel cuenta con dos restaurantes, Camelia, de comida italiana, y Shàng-Xí, con platos gastronomía local, que dispone de cinco comedores privados forrados de piedras semipreciosas. En la planta 35 se encuentra el Executive Club para una experiencia más personalizada (disponen de su propio concierge). Las habitaciones están decoradas con maderas exóticas, pieles y mármol en un delicado equilibrio que invita a deslizar la mano por sus juegos de texturas. Un flechazo.

Restaurante Shàng-Xí

COMO UN RELÁMPAGO Pocas personas saben que desde 2013 es posible visitar esta jungla de asfalto durante 3 días sin necesidad de visado. Ese año se aprobó una medida que permitía a los viajeros de 45 países estancias de hasta 72 horas en la megalópolis de paso a un tercer destino. ¿Es posible destilar la esencia de Shanghái en apenas tres días? No, pero sí es posible sentir su aliento y combinar la tradición de los shikumen, edificios que combinan elementos occidentales con el patio comunal típico de la cultura china, con el futurismo de los rascacielos de Lujiazui, que han servido de set de rodaje para las aventuras de James Bond.

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