Swarovski se ha convertido en algo más que en una marca: es un estilo de vida. Hablamos con su CEO, Robert Buchbauer, tataranieto del fundador, acerca de las claves que les han permitido convertirse en líderes en el mercado del lujo.

El cristal es un material frágil, pero también puede ser tan sólido como para sostener todo un imperio. Es el caso de Swarovski, una empresa familiar que se mantiene desde hace 120 años en el seno de la dinastía fundadora. Este año, tuvimos la oportunidad de conversar con su CEO, Robert Buchbauer —tataranieto de su fundador, Daniel Swarovski—, durante la pasada edición de Baselworld, en la ciudad suiza de Basilea. El seguir siendo una empresa familiar en una industria tan competitiva como el lujo, prácticamente copada por tres grandes grupos —LVMH, Kering y Richemont—, les permite seguir manteniendo su independencia, sin la presión de un grupo de inversores detrás que exigen resultados inmediatos.

Robert Buchbauer CEO actual de Swarovski y tataranieto del fundador

Robert Buchbauer CEO actual de Swarovski y tataranieto del fundador

Esa visión a largo plazo les ha permitido crecer de manera exponencial en los últimos 20 años. El año pasado, Swarovski facturó más de 3,700 millones de dólares y, en la actualidad, cuenta con 31,000 empleados en todo el mundo. Sus principales mercados son Estados Unidos, China, algunos países europeos, como Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania y España; Japón y Australia. Entre todos ellos destaca uno, México, que se ha convertido en el más importante de toda Latinoamérica. “Es el número uno, por encima de Brasil, con un crecimiento estable en ventas y distribución, sin restricciones impositivas extremas. Estamos encantados con el desarrollo de Swarovski en México. También tenemos presencia en Argentina, Chile y Venezuela, pero a un nivel mucho menor. Latinoamérica es un mercado muy complejo, en el que México se sitúa en cabeza como líder indiscutible en el ámbito del lujo”, nos comentó.

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Esta internacionalización ha sido clave en las últimas dos décadas para el posicionamiento de la marca como sinónimo de lujo. En los últimos 20 años, ha abierto más de 2,500 tiendas en 170 países, lo que le ha valido una enorme visibilidad. Además, del ámbito de la joyería ha saltado a otros —óptica, belleza, fragancias, relojes, incluso diseño de interiores y arquitectura—, que han hecho que Swarovski sea algo más que una marca: es un estilo de vida tan deslumbrante como el cristal del que están hechos los sueños.

 

Un poco de historia

Daniel Swarovski fundó la marca en 1895 a partir de un proceso patentado de corte eléctrico que facilitaba la producción de cristal de máxima calidad. Buscando una zona con agua suficiente para abastecer la maquinaria de tallado que había inventado, Daniel se asentó en el Tirol, en Wattens, Austria, y no en Bohemia, hasta entonces la meca del cristal manufacturado. Desde sus orígenes, la marca se convirtió en epítome de lujo, pero también de innovación y tecnología. Los cristales fabricados por Swarovski han formado parte de trajes de alta costura que han lucido monarcas como Victoria de Inglaterra, pero también reinas de la pantalla como Marilyn Monroe. En los últimos años, ha establecido alianzas con firmas de alta gama como Prada o Versace y ha colaborado con genios como Zaha Hadid o Ron Arad. Más de cien años después de su creación, sigue siendo líder en el sector del cristal tallado.

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