El ritmo de la vida diaria nos impone ciertas exigencias que nos llegan a agobiar. Razones hay varias: los obstáculos sin fin que tenemos que sortear diariamente, la falta de imaginación, el mal humor de nuestros superiores, la poca de cooperación de nuestros pares, las débiles actitudes de compromiso de nuestros subordinados, las malas políticas de gobierno que nos afectan, el peso de la historia, el tráfico, la contaminación, la inercia de todos tipos y la lista se puede hacer infinita en términos de las razones que nos generan desasosiego. No en balde, estamos siendo bombardeados con el tema: talleres para control de estrés, tests para medir nuestro nivel de estrés, técnicas para control de estrés. Nos sugieren clases de yoga, nos enseñan a respirar y nos meten en la cabeza que, si no hacemos algo al respecto, el estrés se puede convertir en una enfermedad mortal. Tienen razón. Sin embargo, la obsesión por cancelar el tema, puede generar mayores angustias. ¿Y si aprendiéramos a usarlo a nuestro favor?Tal vez la idea parezca descabellada, pero cada que alguien me dice, no te preocupes, una voz interna me pregunta: ¿cómo le hago? No es tan fácil dejar las preocupaciones a un lado cuando tenemos la urgencia de la fecha de entrega, al jefe machacando, las cuentas esperando a ser pagadas y, además de los motivos laborales también se encuentran motivos personales que nos quitan el sueño. No siempre hay tiempo para ir a una clase de yoga. Respirar y contar hasta diez no es tan efectivo cuando traes un incendio que se tiene que apagar ya. Por eso, la propuesta de Susan David, fundadora del Centro McLean de Coaching de la Universidad de Harvard, me parece pertinente: en vez de tratar de tapar el sol con un dedo y tratar de evitar el estrés, lo mejor es encontrar fórmulas para ponerlo a trabajar a nuestro favor. Ella asegura que tratar de deshacernos de los motivos que generan estrés genera más angustia por una sencilla razón: es imposible. En todo caso, dice David, es mucho mejor hacernos cargo del poder que tiene esta emoción y aprender a sortear las olas que genera en nuestras vidas. El impulso que forja el estrés puede ser una herramienta útil que nos lleve a tener mejores resultados. Ella utiliza la siguiente metáfora: tratemos de pensar que nuestra angustia es una estación de radio que toca música que nos pone nerviosos. Tratar de opacarla poniendo a gran volumen otro tipo de canciones que sí nos gustan no es una buena idea, como no lo es tratar de pensar en cosas bonitas cuando estamos en medio de un vendaval. No hay forma de relajarse respirando rítmicamente cuando las cosas se nos vienen encima. El estrés no es como el polvo que metemos debajo de la alfombra para que no se note ni es algo que podamos olvidar con voluntad, no se controla echándole ganas; es una reacción humana ante el peligro, es una herramienta automática que se alista cuando la mente detecta una emergencia para hacernos reaccionar más rápido, brincar más alto, ver mejor y reaccionar con mayor velocidad. Es decir, es algo que necesitamos y que no podemos desechar. Si no lo podemos evitar, lo debemos aprovechar.   Susan David nos ofrece algunas fórmulas:
  1. Toma perspectiva: Empezar a ver al estrés en forma positiva es una buena forma. Darle crédito a esta emoción que nos prepara para la batalla y que nos deja listos para afrontar los retos es una buena manera de enfrentarlo. No se trata de negar que nos sentimos inquietos, se trata de reconocer que lo estamos y, en esta condición, aprovechar.
  2. Desengancha: Algunas veces nos sentimos estresados por asuntos que no nos conciernen. Llenamos nuestra canasta de preocupaciones ajenas y las sentimos en forma tan poderosa que terminan por hacernos daño. No se trata de dejar de ser empáticos, se trata de serlo en forma saludable.
  3. Valora: Hay ocasiones en que las situaciones que nos generan incomodidad están sobrevaloradas, vemos las cosas a través de un lente de aumento y sobredimensionamos las amenazas al tiempo que no valoramos nuestras fortalezas. Dar un paso atrás y darles el peso objetivo a los retos, nos ayuda a dar la medida correcta a los asuntos.
  4. Analiza: ¿Qué te está causando estrés? Para manejarlo adecuadamente, tenemos que saber cuál es la fuente de nuestra emoción. Tenemos que considerar el pozo de donde emanan las angustias. Si nos fijamos, llegaremos a la conclusión que, en la mayoría de los casos, se sigue un patrón. Tan pronto lo detectamos, podemos aplicar una receta que nos lleve a solucionar problemas y angustias.
Para Susan David, tratar de aliviar el estrés es una forma equivocada de ver el problema y me parece que tiene razón. La lógica de su planteamiento me resulta adecuada pues respeta la naturaleza de nuestra mente y la asume en vez de ir en su contra. No es fácil luchar con nuestras formas de reaccionar, es como ponernos una camisa de fuerza para interactuar con el mundo. Esa lucha es absurda, pues nuestro adversario somos nosotros mismos. En cambio, si somos capaces de contemplar, reconocer e integrar la forma en la que nos relacionamos con el mundo ante ciertas circunstancias, podemos usarlas a nuestro favor. La propuesta de Susan David no busca incrementar los niveles de estrés, ni disminuirlos, sino asumirlos y aprenderlos a usar. Si yo sé cuál es mi reacción frente a una emergencia, si sé reconocer mis fuerzas, puedo usarlas a mi favor. Entonces, en vez de verlas como una debilidad, o como algo desagradable de lo que me debo deshacer, mejor ocupo ese impulso y con el vuelo, aprendo a llegar más lejos.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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