Por Miguel Helft Para los fans de la mú­sica, el anfiteatro Shoreline, en Silicon Valley, un foro con 22,000 asientos, ha sido testigo de eventos históricos. El legendario promotor de conciertos Bill Graham lo diseñó inspirán­dose en el logo de la banda de rock Grateful Dead, la cual tocó aquí 39 veces. Neil Young, los Bee Gees y Bruce Springsteen también han pisado este escenario, y hace unas semanas, acompañado de música electrónica y videos inspirados en videojuegos vintage proyectados en pantallas gigantes, se sumó a esa lista el CEO de Google, Sundar Pichai. Sería exagerado decir que Pichar lucía cómodo mientras caminaba por el escena­rio. Este cerebral sujeto de 43 años tiene la constitución de un popote, con sus grandes ojos detrás de sus lentes rectangulares, más propios de Carl Sagan que de Carlos Santana. No importa. En la conferencia anual Google I/O, era una estrella de rock, la atracción prin­cipal. Mientras recibía los gritos y aplausos de la multitud de desarrolladores de software, su rostro finalmente se convirtió en una sonrisa. “Vivimos tiempos muy, muy interesantes. El cómputo ha tenido una evolución increíble”, afirmó Pichai en su acento indio. Bueno, no es exactamente Steve Jobs. Tam­poco es Mark Zuckerberg, o Jeff Bezos o Tim Cook. Pichai tiene un perfil bajo, es un sujeto brillante y metódico que prefiere sacar su lado geek al hablar sobre el futuro de la informática que impresionar a una multitud de desarro­lladores de software con demostraciones de productos coreografiadas. Y eso es exacta­mente lo que el cofundador de Google, Larry Page, buscaba cuando él mismo eligió a Pichai el año pasado para hacerse cargo de una de las mejores franquicias de tecnología de todos los tiempos. La tarea es monumental. Con una capitaliza­ción de mercado de aproximadamente 500,000 millones de dólares (mdd), Google, o más bien su padre, Alphabet, es la segunda compañía más valiosa del mundo, dominando vastas franjas de la industria de la tecnología, inclu­yendo búsqueda, publicidad digital, publicidad móvil y de video. Pero Page y Pichai saben muy bien que los gigantes de tecnología con frecuen­cia pierden su esencia cuando se vuelven más fuertes. Y mientras que los gigantes tecnológicos de otras épocas, como IBM o BlackBerry, fue­ron derribados por un solo enemigo, Google se enfrenta a una guerra de múltiples frentes con las otras cuatro superpotencias de la tecnología. Pelea contra Apple en sistemas ope­rativos móviles y con Facebook en publicidad, video y comunicaciones. Compite contra Amazon en comer­cio electrónico y con el revivido Microsoft en software de negocios, y con Amazon y Microsoft en servicios en la nube. Pichai libra todas estas batallas en medio de un cambio tecnológi­co fundamental. Mientras Google hace su transición del escritorio a los móviles, el cómputo se está moviendo a múltiples pantallas y en algunos casos, por ejemplo –como con el sorpresivo éxito del Echo de Amazon–, incluso hacia ninguna pantalla. Las interacciones con los dispositivos y aplicaciones se están convirtiendo rápidamente en con­versaciones bidireccionales, a veces empleando “bots” inteligentes, pro­movidos por Microsoft, Facebook y otros. A diferencia de una app, estos bots corren por encima de servicios de comunicaciones como Messen­ger de Facebook (900 millones de usuarios) o de Skype de Microsoft (300 millones de usuarios). Google tiene el muy popular Gmail (más de 1,000 millones de usuarios), pero le falta el tipo de sistema de mensajería moderna que los más jóvenes aman. Sin embargo, Pichai cree que este nuevo mundo de la tecnología está hecho a medida de Google por una simple razón: la inteligencia artificial. Casi todo el mundo puede programar conversaciones simples y rudimentarias –Apple fue de los primeros con Siri–, pero para ir más allá necesitas algoritmos más sofis­ticados. Y la inteligencia artificial ha sido el objetivo final de Google desde hace años. La empresa invirtió en los ladrillos con los que construiría su futuro, como el reconocimiento de voz, la comprensión del lenguaje y la traducción automática mucho antes que la mayoría de sus rivales. Y tras años de preparación, Pichai dice, la compañía está lista para hacer que todas esas piezas funcionen juntas en productos convincentes que mantendrán a la empresa adelante de la compe­tencia. “Tenemos esta visión de un cambio de la prioridad del móvil hacia la inteligencia artificial desde hace muchos años”, expone Pichai a Forbes. En el escenario del Shoreline, Pichai dio a conocer los primeros frutos de esos esfuerzos: una bocina inteligente llamada Google Home que competirá directa­mente con el Echo de Amazon (y tal vez con una rumoreada oferta similar por parte de Apple) y una aplicación de mensajería llamada Allo. Ambos productos correrán sobre un nuevo servicio que Pichai llama el “asistente de Google”, la visión de la compañía del cómputo conversacional. Piensa en ello como la búsqueda 3.0, una nueva forma interactiva de comunicarte con Google. Con él po­drás comprar un boleto, reservar un vuelo, reproducir música, programar una tarea, responder a un mensaje; el asistente de Google incluso podría escribir por ti. Puedes pedirle que or­dene flores para el día de las madres o buscar opciones para tu próximo viaje, y podría ser capaz de retomar una conversación anterior donde la dejaste. En otras palabras, estará allí, listo para ayudar, en el teléfono, una bocina, tu televisión, tu coche, tu re­loj y, finalmente, en todas partes. “Tú vives normalmente tu día, y de una manera ambiental, las cosas están ahí para ayudarte”, comenta Pichai. Ase­gurarse de que este asistente alcance su pleno potencial tomará años, y su desarrollo será más difícil de lo que fue, para Page y su cofundador Sergey Brin, crear el buscador en sí. Pichai añade: “es más ambicioso en todas las dimensiones.” Los aplausos de la multitud en el Shoreline no fueron suficientes para distraer a nadie de lo obvio. El lanzamiento de Allo refuerza la noción de que Google no está en el espacio de la mensajería y que necesita entrar en él, y rápido. Google Home sugiere que nadie en la compañía vio venir la ola de las bocinas inteli­gentes, y que Amazon tuvo que mostrarles el camino. Y estas deficiencias ponen de relieve uno de los retos más significa­tivos de Pichai: aunque nadie discute que Google destaca en tecnologías complejas como la IA y el aprendizaje automático, no siempre es líder cuando se trata de convertir esas tecnologías en productos exitosos. “El riesgo de Google es que su capacidad de desarrollar una IA sólida hace que pasen por alto las oportunidades simples que tienen para crear experiencias de usuario suficientemente buenas”, asegura Tim O’Reilly, fundador de O’Reilly Media. Google Home será una prue­ba, aunque los resultados aún están a unos pocos meses de distancia. Es más, si las conversaciones y los men­sajes sustituyen a la computadora de escritorio o incluso a la pantalla de nuestro teléfono inteligente como los nuevos vehículos de los bots y otros servicios digitales, Google necesita desarrollar esos servicios de forma rápida y eficaz, ya que Fa­cebook, Microsoft, Amazon y quizá Apple tratarán de hacer lo mismo. “Al final no todos los desarrolladores terceros se conectarán a todas las plataformas”, indica David Yoffie, un respetuoso analista de la industria de la tecnología que trabaja en la Har­vard Business School. “La pregunta es, ¿quién será más exitoso?” El trabajo de Pichai es asegurar­se de que la respuesta sea Google, mientras mantiene el crecimiento de una empresa de unos 60,000 empleados y 75,000 mdd en ingresos anuales. Esta enorme tarea pone de relieve por qué Page se inclinó por la sustancia más que por el estilo. La lista de tareas pendientes de Pichai comienza con la monetización de un imperio digital en expansión que se extiende por la búsqueda, Android, mapas, YouTube, juegos y muchas propiedades menores. El reto incluye mantener la cohesión de una serie de empresas dispares competidoras que conforman el mundo de Android; la unificación de dos sistemas operativos de Google: Android y Chrome, y hacer frente a las investigaciones antimonopolio y fiscales en Europa y otros lugares. Pichai señala que está listo para dirigir la metamorfosis de Google. “En lo personal, hay un renovado sentido de enfoque en nuestra misión y en la transformación de la empresa utilizando el machine lear­ning y la inteligencia artificial”. [graphiq id=”h52eTnSipxj” title=”Alphabet Inc. (GOOGL) Stock Price” width=”600″ height=”617″ url=”https://w.graphiq.com/w/h52eTnSipxj” link=”http://listings.findthecompany.com/l/8520977/Alphabet-Inc-in-Mountain-View-CA” link_text=”Alphabet Inc. (GOOGL) Stock Price | FindTheCompany” ]   El genio detrás de Google Si regresá­ramos el reloj unas tres décadas, podríamos encontrar a Pichai sentado en la delantera de una motoneta, mientras su padre sostiene el manubrio y su madre se sienta en el asiento trasero con su hermano menor en su regazo, mientras la familia se desplaza por el caótico tráfico de Chennai. Es ahí donde se crió Pichai, en una modesta casa de dos habitaciones. Para los estándares occidentales, su padre, un ingeniero eléctrico, y su madre, una estenógrafa, eran de modestos recursos. Durante años no tuvieron televisión, teléfono o un coche. Pero sus padres pusieron gran énfasis en la educación, y Pichai se ganó un lugar en el prestigioso Instituto Indio de Tecnología de Kharagpur. Después de graduarse con un título de ingeniería, ganó una beca para Stanford, donde en 1993 comenzó sus estudios de posgrado en ciencia e ingeniería de materia­les, con el objetivo de conseguir un doctorado y una carrera académi­ca –los sueños de sus padres–. Sin embargo, como ocurrió con muchos otros alumnos de Stanford, Silicon Valley hizo un llamado, y al igual que su maestro, buscó un doctorado en la industria pionera de materiales apli­cados. Después estudió una maestría en la Wharton School y obtuvo un empleo de consultoría en la firma McKinsey & Co. Pichai aterrizó en Google en 2004, cuando la compañía, de rápido crecimiento, aún consideraba a Mi­crosoft su enemigo más formidable. Pichai fue lanzado a las trincheras de la compañía para que se batiera con el gigante del software. Desde el principio expuso un enfoque metódico y estratégico para la toma de decisiones, que lo impulsó en la escalera directiva de Google. Él fue puesto a cargo de una división de software poco atractiva, pero crítica, la barra de herramientas de Google, que permite a las personas buscar directamente en sus navegadores sin tener que ir a la página de inicio de Google. El trabajo estratégico de Pichai en la barra de herramientas condujo a su próxima gran apuesta: el navega­dor Chrome. El proyecto fue polémi­co dentro de Google, donde algunos temían que molestaría innecesaria­mente a Microsoft, cuyo Internet Explorer dominaba el mercado de los navegadores. Pichai argumentó que Google podría desarrollar un mejor navegador y que corría el riesgo de perder una parte sustan­cial de sus ingresos de búsqueda si Microsoft, como muchos temían, alterara su Explorer para hacer más difícil para los usuarios acceder a Google. Con un pequeño equi­po, Pichai, quien en ese momento trabajaba para Marissa Mayer, ahora CEO de Yahoo, desarrolló el producto en silencio. Aunque su lanzamien­to, cuidadosamente orquestado en 2008, fue un fiasco de relaciones pú­blicas, cortesía de un blogger alemán que obtuvo materiales de marketing y dio la noticia antes de que fuera anunciada, el navegador del Pichai estaba más pulido y era más rápido que cualquier otro en el mercado, y su equipo logró mantenerse a la de­lantera. Para 2012, Chrome se había convertido en el navegador número 1 en la PC y, gracias al crecimiento de Android, también es el más popular en dispositivos móviles. Esa improbable victoria consoli­dó la reputación de Pichai como un genio de los productos y, a pesar de que nunca inició una compañía, algo así como un intrapreneur, y le dio un nuevo impulso en la escalera jerár­quica de Google. “Hay una parte de Google que tiene un estilo de profe­sor, y Sundar encaja perfectamente”, expone un ex alto ejecutivo. “Pero la gente subestima cuán profundamen­te técnico y emprendedor es él. Es muy, muy bueno, en esas cosas.” Sus responsabilidades crecieron cuando algunos de sus aspirantes a rivales cayeron en desgracia. Mayer, una vez su jefa, fue marginada y abandonó la compañía para irse a Yahoo. En 2013, Pichai, que desarro­llaba un sistema operativo y una serie de computadoras portátiles basadas en Chrome, recibió el control de An­droid, una de las joyas de la corona de Google, después de que Andy Rubin, su creador, fuera despedido. Un año más tarde, Vic Gundotra, el ejecutivo de alto rango que dirigía Google +, la costosa y nefasta incursión de la em­presa en las redes sociales, también fue obligado a salir. A lo largo de todo ese proceso, Pi­chai se mantuvo imperturbable, me­jorando su reputación como ejecutivo colegial y, más importante, ganándose la confianza de Page. “Él toma las de­cisiones difíciles, pero no hay mucha turbulencia alrededor de ellas”, dice el ex alto ejecutivo. “La gente ama la falta de drama y la reflexión. Eso llevó a una mayor cohesión”. En un evento privado para altos mandos de Google, celebrado la primavera pasada, se pidió a Pichai que esbozara una visión de cómo se desarrollarían las aplicaciones en un mundo multi­pantalla. Cuando Sundar terminó, un Page radiante se acercó a él diciendo que no podría haber pintado una ima­gen más clara del futuro, de acuerdo con una persona que estuvo presente. “Realmente ve con nitidez cómo será el futuro”, afirma el ejecutivo. Unos meses más tarde, cuando Page reor­ganizó Google en un holding llamado Alphabet, nombró a Pichai CEO de Google. Google representa el 99% de los ingresos de Alphabet y todas sus ganancias.   Aquí está el futuro La oficina des­de la que pi­chai promueve la IA es un edificio anodino de dos pisos frente a la sede de Googleplex en Mountain View, California, donde un equipo, llamado apropiadamente Google Brain, desa­rrolla buena parte de la inteligencia que impulsará a Google y a sus productos en el futuro. El grupo se formó hace unos cuatro años como parte de un experimento de investigación que involucra un conjunto de técnicas de programación de inteli­gencia artificial llamado aprendizaje profundo y redes neuronales. Los inge­nieros informáticos habían desarrollado las técnicas años antes, pero no habían sido probadas adecuada­mente, ya que requieren grandes cantidades de potencia de cálculo. Google tiene ese poder, así que trajo a uno de sus líderes en sistemas informáticos de gran escala, el ingeniero Jeff Dean, junto con expertos de IA. Ellos entrenaron al sistema en la tarea de reconocimiento de imágenes, y los resultados fueron alentadores de inmediato, mostrando enormes mejoras con respecto a los métodos existentes de Google. Google Photos, lanzado hace un año, llevó esas mejoras a las masas y cautivó al mundo tecnológico con su capacidad de reconocer y buscar imá­genes y organizar automáticamente. El sistema es capaz de ubicar a una persona, un animal o a dos personas abrazándose. A pesar de la intensa competencia de productos, Google Photos tiene ya 200 millones de usuarios. Para Pichai es un ejemplo clásico de cómo una mejor IA puede ayudar a Google a ganar. “¿La gente usaba otros productos?”, pregunta Pichai. “Sí. ¿Hemos visto una enorme adopción y atracción con Google Photos? La respuesta es sí.” Lo que funcionó para el reconoci­miento de imágenes resultó funcionar también cuando se aplicó al recono­cimiento de voz, traducción y otras tareas similares. Cuando los sistemas de Dean fueron entrenados para reco­nocer el habla, la precisión aumentó dramáticamente. Eso significa que hay muchas menos veces en que una consulta de “OK Google” en un teléfono Android es mal in­terpretada. También significa que es más probable que Goo­gle entienda a alguien como Pichai, con su acento musical, o para detectar lo que se dice en un bar ruidoso y hacerlo en más de 55 idiomas. Del mismo modo, las técni­cas utilizadas para reconocer imágenes en Google Photos son capaces de alimentar la capacidad de StreetView para “leer” las señales y la capaci­dad del Project Sunroof para identificar los techos que son ade­cuados para instalar paneles solares basándose sólo en imágenes aéreas. También permite a un pequeño equipo experimental en Google detectar la re­tinopatía diabética, enfermedad ocular que puede conducir a la ceguera, con sólo hacer un escaneo del iris. “Es un cambio bastante significativo; se está corriendo la voz en toda la empresa de que existe esta nueva capacidad para resolver problemas”, confiesa Dean, en referencia a las nuevas técnicas de IA. Lo que comenzó como un proyec­to de investigación con un puñado de personas ha crecido hasta tal vez cientos –Dean se niega a decir cuántas– que han desarrollado algo­ritmos, sistemas informáticos y, más recientemente, los propios chips de Google, todos con el foco puesto en la IA. (Las herramientas de software de Google Brain son conocidas como TensorFlow y los chips como Tensor Processing Units.) Como resultado, ahora hay más de 2,000 proyectos dentro de la empresa que aplican las capacidades de Google Brain a dece­nas de productos. El grupo de Dean utiliza el poder de procesamiento y aprendizaje automático en horario de oficina, y miles de ingenieros de Goo­gle han pasado por cursos internos que pueden durar semanas. “Se pasó de ser un proyecto de investigación a una de las principales actividades de ingeniería”, indica John Giannan­drea, un experto en IA designado por Pichai para dirigir los esfuerzos de búsqueda de la empresa. Para ver el potencial inmediato de aprendizaje automático para crear una nueva generación de productos digitales –que podrían cambiar la forma en que viven los seres humanos–, Allo, que no estará disponible al público sino hasta finales de este verano, es un buen punto de partida. A pesar de que el mercado de las apps de mensajería es un mercado ya saturado, Pichai apuesta a que, como con Google Photos (y su navegador Chrome), algunas características inteligentes le ayudarán a ganar usuarios. Una de ellas, Smart Reply (res­puesta inteligente), sugiere automá­ticamente tres respuestas diferentes con textos escritos previamente a un mensaje en función de su contenido. Google ha desarrollado Smart Reply en menos de un año y lo probó por primera vez en Inbox, una app de correo electrónico móvil. Permi­te a los usuarios en movimiento seleccionar una de las respuestas y responder con un solo toque. Con Allo, Google dio un paso más, la mezcla de respuesta inteligente con reconocimiento de imágenes, por lo que puede sugerir las respuestas a las fotos enviadas a través de men­sajes. Si envías a un amigo una foto tuya haciendo paracaidismo, Allo podría sugerir respuestas como “qué impresionante”, o “qué valiente”; si le envías una foto de un niño o una mascota, podría sugerir cosas como “lindo”. En Allo, el asistente de Google podría también aparecer en medio de una conversación para ayudarte a reservar una mesa en un restaurante o planificar un viaje. Los rivales de Google también están trabajando para un mundo impulsado por la IA. Microsoft tiene una iniciativa similar a Google Brain que consiste en integrar las técnicas del aprendizaje automático a decenas de productos; su CEO, Sa­tya Nadella, recientemente mostró bots conversacionales construidos sobre su asistente digital Corta­na. Zuckerberg, de Facebook, ha construido rápidamente un equipo de cientos de investigadores de IA que han hecho grandes avances en el reconocimiento de imágenes y la comprensión del lenguaje, y ha mostrado robots construidos sobre Messenger. Bezos tiene a más de 1,000 personas trabajando en la familia de productos vinculados a Alexa, la interfaz de conversación que alimenta a Echo, el altavoz inteligente de Amazon. Apple está ocupada expandiendo las capacida­des de Siri y se espera que pronto lo abra a terceros desarrolladores. Pichai está convencido de que Google está más avanzado que sus competidores. Él cita a AlphaGo, que recientemente derrotó al mejor juga­dor de Go en el mundo –y que algún día podría aplicarse a problemas más prácticos– como el tipo de inversión que los mantendrá a la cabeza de la manada.“Cuando miramos el apren­dizaje automático y la IA, hay cosas que podemos hacer ahora, algunas que podremos hacer dentro de dos o tres años y algunas que son más profundas y tomarán más tiempo”, aclara Pichai. Observadores como Yoffie, el pro­fesor de Harvard, están de acuerdo en que Google está bien posicionado para liderar la transición a un mundo impulsado por la IA. “Sundar está ocupando las categorías adecuadas y ha tomado muchas buenas deci­siones”, dice Yoffie. Luego añade: “Pero en realidad aún no han sido probadas”.

 

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