A los millennials les toca hoy superar la angustia que provoca el primer cargo de liderazgo, ya sin un mentor que los lleve de la mano. Te digo qué les incomoda cuando son directivos.   Debo confesar que casi me gana la risa, pero me contuve. Un joven gerente que trabaja en una empresa de bienes de consumo, se acercó a mí con cara compungida. Había recibido un ascenso importante unas cuantas semanas atrás: pasó de no tener a ninguna persona a su cargo a contar con más de veinte colaboradores. Lo que en un principio fue un festejo, se estaba convirtiendo en una pesadilla. El aumento de sueldo y prestaciones empezaba a perder brillo, y lo que antes era una estupenda oportunidad de trabajo en un lugar divertido, se había vuelto en algo poco disfrutable. ¿Por? Cabizbajo, confesó que ya no estaba tan seguro de tener cualidades de liderazgo. Se sentía totalmente incapaz de motivar a su equipo. Estaba harto de recibir quejas y problemas, le abrumaba tener que decir y repetir a cada quien lo que tenía que hacer y, por si fuera poco, tenía que confrontar a su jefe continuamente a favor de su gente. Se sentía en medio de dos fuerzas que chocaban constantemente: las demandas de su grupo y las razones de la empresa parecían ir por rumbos separados. Lo peor, desde su perspectiva, era que no se sentía parte del cuerpo directivo ni de sus compañeros, que ya no lo veían como uno de ellos. Ya hasta me borraron de sus cuentas de Facebook, se quejaba. Este joven gerente no está sólo, no es el único que se siente así. Ése es el mundo de los millennials que llegan a posiciones directivas. Los primeros chicos que nacieron entre 1980 y 2000 y pertenecen a una generación totalmente tecnificada, dejan de ser ese grupo que llega tímidamente al mundo laboral, para ejercer en primera persona. Ya no pueden posponer su entrada a la vida adulta. A estos nuevos directivos, la independencia para actuar, flexibilidad de horarios y jefes que cumplan el rol de mentores ya no les parece tan buena idea cuando les tocó a ellos desempeñar el papel de subordinados. Hay razones para que los millennials se sientan incómodos en posiciones directivas:
  1. Ningún joven de esta generación disfruta estar encima de su gente En vez de eso, prefieren ser superiores que dejen pensar y actuar libremente a sus equipos. No disfrutan desempeñar trabajos de supervisión. Están acostumbrados a trabajar por objetivos, a recibir una guía del trabajo y a realizar tareas cumpliendo tiempos de entrega y formar equipos que se organicen de la mejor manera que les parezca. Es decir, les gusta pertenecer a un grupo, en vez de estar en solitario revisando que los resultados se estén dando. Les cuesta trabajo entender que el liderazgo tiene como elemento indispensable una diferencia en niveles jerárquicos.
  2. A un millennial le gusta recibir consejos, no darlos Ser un jefe que únicamente da órdenes les genera incomodidad. Desean tener superiores que cumplan el rol de mentores, es decir, que los guíen en todo el proceso y les briden las herramientas necesarias para obtener los resultados que se esperan. Estar del otro lado del umbral, no les gusta tanto.
  3. Ser el que impone a un equipo joven que cumpla el horario de 9 a 6 no les parece una gran idea Estos nuevos profesionales consideran que los horarios fijos son enemigos tanto de la motivación como de la creatividad. Prefieren la flexibilidad de la que eran objeto antes de ocupar una posición de responsabilidad.
  4. Los ambientes de trabajo colaborativos son los preferidos por estos nuevos ejecutivos En ellos encuentran la posibilidad de compartir tanto sus conocimientos como sus habilidades con quienes los rodean, además disfrutan de aprender lo que otros profesionales tienen para ofrecer. Pero, ser ellos los que deben llevar la voz cantante, en vez de pertenecer al grupo, no les gusta tanto.
  5. Los entornos laborales no sólo deben ser colaborativos, sino también divertidos Para estos jóvenes, la forma de obtener buenos niveles de productividad, mejores relaciones entre compañeros, aumento de la creatividad, depende de un entorno lúdico. Por ello, como jefes deben encontrar estrategias que inciten a jugar o divertirse dentro de la oficina, lo cual no siempre es compatible con el ejercicio del liderazgo.
Digo que casi me ganó la risa, porque los millennials están empezando a recibir un poco del impacto cultural que nos asestaron las nuevas formas de trabajo que tuvimos que aprender, dadas las nuevas reglas del juego. Ahora ellos tendrán que asimilar el cambio que ellos mismos pergeñaron y adaptarse a las formas de llevar la batuta. Esta generación es dispersa y distraída, pero aunque parece que no prestan atención, logran los resultados que les fueron planteados. No es igual estar solazados al recibir instrucciones que sentirse ignorado al estarlas girando. En el libro Millennials who manage, Chip Espinoza y Joel Schwarzbart le advierten a estos nuevos líderes que deben tener paciencia, ya que la solución a su descontento sólo llega con el tiempo. Por lo tanto, no queda más que ser paciente. A este nuevo ejecutivo no le queda más alternativa que esperar para que las aguas tomen su lugar y se sienta a gusto en su posición directiva. Al pasar el tiempo, la relación con sus antiguos colegas empezará a sentirse cada vez más normal y lo mismo sucederá con su jefe. Todo mejorará. También digo que casi me ganó la risa porque así como a ellos, a todos nos toca enfrentar esa angustia que provoca el primer cargo de liderazgo, en el que ya no nos llevan de la mano ni nos dicen constantemente lo que tenemos que hacer. Esa inquietud que se experimenta cuando se despliegan las alas para empezar a volar, la sentimos todos, independientemente de la fecha que aparezca en nuestra acta de nacimiento. A lo mejor la risa era de nervios.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @CecyDuranMena Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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