Hablar de inclusión financiera es hablar de garantizar que cualquier persona de cualquier rincón del mundo tenga acceso a productos formales de ahorro y crédito, que puedan obtener seguros orientados a sus necesidades y que tenga un impacto significativo en su bienestar y el de sus familiares.   Por: Ann Cairns La inclusión financiera es una acción que puede sacar a la población de la pobreza mientras impulsa el crecimiento económico de forma más incluyente, sostenible y justa. No se trata sólo de cómo pagar servicios o enviar y recibir dinero, en especial, en lugares donde la infraestructura bancaria está ausente o es muy limitada. También se trata de asegurar que, sin importar en qué lugar del mundo estén, las personas tengan acceso al sistema financiero de una manera más segura y sencilla, que puedan acceder a productos formales de ahorro y crédito, y también que puedan obtener seguros orientados a sus necesidades y que tengan un impacto significativo en su bienestar y el de sus familiares. La inclusión financiera representa un desafío enorme; sin esta acción se están quedando atrás una gran cantidad de individuos. A nivel mundial, 2,000 millones de personas no tienen acceso a una cuenta bancaria. No se trata únicamente de población marginada, como es el caso de los refugiados, sino de una gran parte de los habitantes de zonas urbanas; hablamos de padres, madres, estudiantes; cerca de 40% son jóvenes y casi 50% son mujeres. El impacto sobre ellos y sus economías locales es extenso. Estar al margen del sistema financiero formal significa que no pueden participar completamente en la economía local o mundial. Carecen de identidad financiera, lo que les dificulta realizar acciones tan sencillas como recibir dinero de sus familiares en el extranjero, obtener asistencia de sus propios gobiernos o comprar y vender bienes, además no tienen acceso a préstamos. El acceso a servicios financieros básicos contribuye directamente a indicadores de desarrollo de los países, que son vinculantes, como la Prosperidad Compartida y la Equidad de Género, que inciden positivamente en la lucha contra la desigualdad. Aunque es un reto de inmensas proporciones, la inclusión financiera es una situación que tiene solución. La única forma de lograr un impacto a gran escala es mediante alianzas entre instituciones públicas y privadas. Un gran aliada en ese proceso es la tecnología: gracias a ella, es más factible empoderar a quienes hasta ahora están al margen del sistema financiero, como ocurre, por ejemplo, en Sudáfrica, Turquía y México, países en donde el gobierno entrega beneficios sociales a través de tarjetas de pago, o Kenia, donde con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates, estamos construyendo un laboratorio de innovación para desarrollar productos y servicios nuevos para personas que viven en estado de pobreza.  
Ann Cairns es presidente de Mercados Internacionales de MasterCard.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

Siguientes artículos

La tormenta perfecta en pagos móviles y en línea
Por

Con las crecientes preferencias de los clientes por dispositivos móviles, las oportunidades para mejorar el servicio al...