El talento y la capacidad están presentes, pero para realizar un verdadero impulso en materia de innovación, la clave será incrementar y mejorar la interacción entre los tres principales jugadores: academia, sector privado y gobierno.   Por Ruth Mata y Ana Paula Flores En innovación, México se en­cuentra en el lugar 66, por debajo de países como Brazil, Ucrania y Jordania, según el Global Innovation In­dex 2014, realiza­do por la Univer­sidad Cornell y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO, por sus siglas en inglés. En la parte de inversión en innovación, dentro de este mis­mo ranking estamos en el lugar 123, y es que destinamos menos del 1% del PIB en investigación y desarrollo. Para Juan Manuel Romero Ortega, director de la coordina­ción de Innovación y Desarrollo de la UNAM, la percepción no es la correcta: “El gobierno tiene que ser más eficiente en informar de los apoyos de los que dispone”. En este sentido, explica, la clave para realizar un verdadero impulso a la innovación en México es un cambio cultural, en el que estu­diantes e investigadores compren­dan que los desarrollos tecnoló­gicos deben tener un sentido y resolver una necesidad dentro de la sociedad, que precisamente es la verdadera esencia de la innovación. Para Romero Ortega, la innova­ción es un trabajo en equipo en el que se requiere mayor interacción entre la academia con el sector productivo. “Al que le toca invertir más es al sector privado, le toca tomar riesgos, le toca creer más en los beneficios que puede tener la in­novación y en lo que la innovación puede generar. Romper con ese conservadurismo y con la aversión que tienen al riesgo”, dice. El número de patentes que generamos como país no es direc­tamente proporcional al esfuer­zo que se realiza en materia de investigación. Si existen patentes, es que existe la intención de que ese proyecto se comercialice. Al respecto, Romero Ortega encuen­tra dos carencias: “Tenemos una concepción equivocada sobre el proceso de planteamiento, no te­nemos mucha experiencia en darle un valor adecuado a las patentes que se generan”. La segunda: “No somos muy duchos en la comercia­lización de las patentes”. La coordinación que encabeza Romero Ortega nació en 2008: “En licenciamiento de patentes estamos en tres o cuatro en los últimos años y tienen que ver con tecnologías de la información e in­dustrias de la alimentación”, dice. Aunque reconoce que la UNAM es la institución que más solicitudes de patentes tiene, opina que los números no son suficientes. A nivel mundial, país y uni­versidad, agrega, el campo que domina la innovación es salud (40%), le siguen las tecno­logías de la información y el desarrollo sustentable. En el terreno de la salud, la tendencia es llegar a etapas poco maduras, por ejemplo: “En el caso de la invención de moléculas, muchas veces pasan todo el proceso de reglamentación, pruebas clínicas y cuando llega la fase de comer­cialización se atora el proceso. En estos desarrollos, sobre todo en fármacos, nos encontramos con que no hay interés o la figura no es la adecuada”. Para el experto la innovación es un tema de equipo; es la conse­cuencia del proceso de educación y del desarrollo tecnológico: “Cuando valen las innovaciones es cuando se ponen a disposición de la sociedad o de una empresa, y resuelve una necesidad real o percibida”.   Tres ejemplos… Thyphi Test Las enfermedades gastrointes­tinales presentan alta prevalen­cia en gran parte de la población. Detectar exactamente cuál es la bacteria que está causando cierta enfermedad requiere pagar estu­dios de laboratorio y, por supuesto, tiempo. Esta fue la oportunidad que detectaron un grupo de jóve­nes emprendedores veracruzanos. En la pasada edición del Pre­mio Santander a la Innovación Empresarial en la categoría Proyectos de Negocio con Impacto Social, el proyecto Laynko obtuvo el primer lugar. Este desarro­llo consiste en una tira reactiva llamada Thyphi Test y es capaz de determinar in situ cuál es la bacteria causante de la enfermedad del paciente. Al contacto con la orina y después de unos minutos, la tira toma un color distinto de acuerdo con los virus, parásitos o bacterias que haya detectado: salmonella, Escherichia coli, rotavirus o Enta­moeba hystolítica, causante de la amibiasis. Esta tira reactiva podría tener un costo de entre 10 y 20 pesos y el objetivo es que la tengan los médi­cos y enfermeras en los consulto­rios (ideal para zonas rurales o en situación de desastres naturales) para que en el momento de la consulta puedan determinar qué medicamentos recetar al paciente sin riesgo a errar en el diagnóstico y que deban solicitar análisis clíni­cos. Esto podría disminuir el costo para el paciente hasta en 70%. Este grupo de jóvenes, que va de los 22 a los 27 años de edad, obtuvo un premio en efectivo de 500,000 pesos, que será invertido en mejo­ras del producto, pruebas clínicas y el inicio de los trámites ante la Cofepris, el órgano regulador en materia de control y fomento sanitario. Esto no es todo, el equipo crea­dor de Thyphi Test requiere de una inversión de 1.5 millones de pesos para continuar con el regis­tro de patentes y poner el produc­to listo para su venta. ¿Sus clientes objetivo? Farmacéuticas, distribui­dores médicos o farmacéuticos. Todos los integrantes del equipo coincidieron en iLab Veracruz, una incubadora de empresas que busca atraer talento joven (recién egre­sado de las universidades) y que al cabo de cuatro meses desarrolle una idea con alto impacto social. Instituciones académicas: Universidad Veracruzana, Instituto Tecnológico de Orizaba, Instituto Tecnológico Superior de Hua­tusco, Instituto Tecnológico de Minatitlán.TYPHI-TEST_buena

Tira reactiva Thyphi Test.

Semka Biomedical Technologies Es un proyecto que arrancó su fase de investigación hace tres años y el resultado fue un dispositivo capaz de separar las células de la sangre de un paciente con cáncer. ¿El objetivo? Determinar la eficiencia del tratamiento aplicado. Este dispositivo contiene una prueba desechable en la que se deposita una muestra de sangre (7.5 mililitros). El fluido entra en contacto con un biochip en donde se realiza la separación de los glóbulos rojos, los blancos, las plaquetas y las células tumorales circulantes. Uno de los principales atributos es que las células al final del proceso se encuentran vivas. Esta prueba se envía a la unidad de patología y se analiza; con los resul­tados puede determinarse el tipo de tratamiento o si éste está surtiendo efecto. Esta prueba es de bajo costo (100 dólares) y puede realizarse las veces que se requiera porque es un método no invasivo. De acuerdo con Liza Paola Velarde Calvillo, integrante del equipo, la diferen­cia de este método con los que tradicionalmente se utilizan para conocer el avance o no de cáncer en un paciente, es que en el caso de las resonancias magnéticas (MRI), se obtienen imágenes del tumor y difícilmente con esta prueba podrían saber si el bulto es maligno o incluso grasa. A partir del cambio en el tamaño del tumor también podrían saber si el tratamiento ha dado buenos resultados. Otra ma­nera de conocer las características de la masa es mediante una biopsia, este procedimiento consiste en tomar una muestra del tejido, pero no en todos los casos puede reali­zarse. Ambas opciones resultan ser más costosas no sólo en el aspecto económico. “En la fase en la que ahora se encuentra el proyecto es para ver si los tratamientos están funcio­nando o no, estamos en la etapa de pruebas de validación, ya funciona a nivel laboratorio, con líneas de cáncer celular, de mama, próstata, hígado, colon y pulmón”, dice Velarde. Todos los integrantes del equi­po son egresados del Tecnológico de Monterrey, pero no incubaron su proyecto en el Instituto. El esfuerzo se realizó de manera independiente. Vale la pena reparar en la manera en que este equipo consiguió el capital para hacer que el proyecto se materializara: “En esa época yo era estudiante y vino el CEO de Heineken (Jean-Francois van Boxmeer) al Tec de Monterrey para platicarnos sobre la unión de FEMSA con Heineken y hubo oportunidad, lo acaparé, platiqué con él y tuvo que ir a otra oficina. Me subí al elevador con él y le platiqué del proyecto, de los beneficios para la población y decidió apoyarnos, un eleva­tor pitch en un elevator”, me dice Paola entre risas y todavía con emoción. ¿La respuesta? “You got it!” y el donativo de 450,000 pesos que les permitió arrancar el proyecto. Semka Biomedical Techno­logies también obtuvo el primer lugar en el Premio Santander a la Innovación Empresarial, pero en la categoría Proyectos de Innovación Empresarial.SEMKA-1_buena

Equipo Semka. 

El dios del viento Kukulcán es el nombre de un robot desarrollado por estudian­tes (de 22 años de edad) de la Universidad del Valle de México, campus Querétaro, capaz de me­dir las condiciones ambientales y la presencia de gases que pueden ser dañinos. ¿Uno de sus mayores atributos? Puede ayudar a preve­nir el cáncer de piel. Este proyecto compitió en Madrid en el Laureate Award for Excellence in Robotics Engineering y quedó dentro de los cuatro mejo­res proyectos entre participantes de México, España, Turquía, India, Brasil y Ecuador. En total se recibieron 43 proyectos de 83 universidades de la Red Laureate. Kukulcán es un robot de 45 por 55 centímetros, tiene un brazo para manipular objetos y cuenta con un sistema de posicionamien­to global para que a través de una conexión de datos móviles pueda ser controlado. Este robot mide (un kilómetro a la redonda) la tempe­ratura ambiente, cantidad de lumi­nosidad, de monóxido de carbono en partes por millón, humedad, presión barométrica y la radiación ultravioleta. “Al cliente lo que pida”, dice Salvador Olvera Nava, uno de los integrantes del equipo. El robot puede ser útil en escuelas, para fines educativos: “los estudiantes pueden seguir perfeccionándolo… es más fácil aprender armando y desarmando que en el pizarrón”. También es útil en museos, en donde para la conservación de las obras se requiere mantener ciertas condiciones ambientales. En invernaderos resulta ser muy útil para mantener la temperatura ideal, humedad y luminosidad que requieren las plantas. En insta­laciones industriales es capaz de detectar variaciones de niveles de monóxido de carbono y tempe­ratura, por lo que puede detectar incendios y activar protocolos de seguridad. En hospitales podría detectar, por ejemplo, la presencia de gas de metano y a través de una alerta avisar a las autoridades. Para Kukulcán se encuentran desarrollando una aplicación móvil que puede descargarse en el teléfono celular (con sistema operativo Android) para recibir los resultados de las mediciones del medio ambiente y notificaciones: “La radiación es muy alta, utilice bloqueador solar”, “evite salir, la radiación es muy alta”, entre otras. Esta función puede ayudar a evitar el cáncer de piel. El robot tiene también una aplicación maestra que permite controlarlo a distan­cia, así se puede determinar con exactitud su ubicación, activar la cámara para saber su entorno y dirigirlo hacia cualquier punto del lugar en donde se encuentre. El siguiente paso para este equipo de estudiantes de Ingeniería Mecatrónica es continuar trabajan­do con el prototipo y el trámite de la patente. La inversión requerida para iniciar la comercialización de Kukulcán es de 400,000 pesos.KUKULCAN_buena

Equipo Kukulcán. 

 

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