El caso de los jornaleros de San Quintín, en Baja California, nos remite al “México profundo”, aquel que nunca se ha ido porque en el país se sigue practicando la esclavitud en distintas formas. Esta esclavitud sin cadenas poco refleja del país moderno que se intenta vender en los discursos oficiales; sólo nos muestra que, simple y sencillamente, seguimos siendo una nación subdesarrollada.   “Cada que se coman una fresa piensen en el esfuerzo, en el sufrimiento de los jornaleros.” Con esta frase, Fidel, un jornalero de los campos de San Quintín, en Baja California, lanzó un mensaje sobre cómo en un México que se precia de ser moderno y una de las economías más avanzadas del mundo, se sigue practicando la esclavitud. Tal vez no en la misma forma que en siglos pasados, pero sí en otras figuras como la trata o la de los trabajadores del campo. San Quintín no destapó la cloaca porque simple y sencillamente la figura del jornalero siempre ha estado ahí, pero es uno de esos casos en los que todos quieren hacer como que no los ven y no los oyen o incluso habrá quien diga que los 100 o 120 pesos que reciben por jornadas de 12 horas en los campos de fresa son más que un salario mínimo. En este caso no sólo es la paga sino también las condiciones de explotación, inseguridad e insalubridad en las que viven estos trabajadores agrícolas y sus familias. Permitir que en el país aún se sigan dando casos como éstos es remitirnos al “México profundo” que realmente nunca se ha ido, a ese México en el que los trabajadores henequeneros eran azotados a latigazos, a ese México en el que los trabajadores cañeros viven en barracas, sin baños y a merced de una serie de enfermedades. En pocas palabras, un México que no se refleja en el discurso oficial de reformas estructurales, progreso y la búsqueda de acceso a las mejores tecnologías. El más reciente Informe Global sobre Esclavitud en el Mundo ubica a México como el cuarto país de la región con el mayor número de personas que viven en esta situación, con aproximadamente 267,000. La esclavitud en territorio azteca es más alta que en países como Jamaica, Trinidad y Tobago y Barbados, por mencionar algunos. El mismo documento detalla que la población más vulnerable a esta condición son los niños, quienes no sólo son usados para trabajos domésticos o tráfico de drogas, sino también para las labores en el campo. Para la UNICEF, los hijos de los jornaleros son un grupo especialmente vulnerable. Cifras del organismo revelan que 44% de los hogares de trabajadores agrícolas tenían al menos un niño o niña, quienes aportaban en promedio 41% del ingreso familiar. Un elemento que hace más vulnerable a este segmento de la población es que 44.9% de las familias jornaleras, en las que el trabajo infantil es una constante, son indígenas que poco conocen sobre la entidad a la que van a viajar. Antes de San Quintín, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) rescató a 200 jornaleros de Chihuahua, Sinaloa y Guerrero que trabajaban en condiciones “inhumanas” en el municipio de Comondú, en Baja California Sur. Los trabajadores y sus familias vivían en chozas provisionales elaboradas con ramas, hules y costales, en medio de basura y lodo, con poca agua y baños sucios. En 2013, gracias a una denuncia anónima, la misma STPS rescató en los municipios de Atenguillo y Mascota, Jalisco, a 15 adultos y 30 niños que vivían en chozas construidas con palos y plásticos negros sobre la tierra, sin drenaje ni letrinas, sin agua potable ni luz eléctrica. Todos trabajaban en la pizca de chile. Ahora que los movimientos de la sociedad civil están de moda, tal vez no sería mala idea que los consumidores empezaran a boicotear los productos de aquellas empresas que explotan, humillan y, en no pocos casos, abusan sexualmente de los trabajadores del campo. Tal vez cuando el efecto llegue a los bolsillos de las compañías, el tratar mejor a los jornaleros no les parecerá tan mala idea.   Contacto: Twitter: @julianafregoso   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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