Mejor tarde que nunca. Esta frase puede resumir la carrera del santiaguense Víctor Estrella. Contra viento y marea logró meterse dentro de los 100 mejores tenistas del mundo, llevó la bandera dominicana a la élite de este deporte y venció paradigmas históricos.    Por Felipe Vallejos M.   Con 34 años recién cumplidos, pareciera que los logros más fundamentales de Víctor Estrella llegan un poco tarde. La carrera de un deportista es corta, más en alto rendimiento. “Muchos factores incidieron en que haya sido a mis 33 años que lograra entrar entre los 100 mejores, fue un objetivo que me planteé y con mucho esfuerzo y sacrificio pude concre­tar. Gracias a Dios que ese momento llegó. Me limito a disfrutarlo y pensar en el futuro”, dice, aunque queda una pregunta retórica: ¿Qué hubiese ocurrido si los logros llegaban antes? El 3 de marzo de este año, la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) publicó un nuevo ranking, en el cual un dominicano se metía por primera vez en el selecto grupo de los 100 mejores del mundo, luego de ganar su cuarto y hasta ahora último título, el Challenger de Salinas, Ecuador. Meses más tarde, el 21 de julio, Estrella volvería a subir, esta vez al puesto 82 luego de llegar a semifinales en el ATP de Bogotá, a un paso de su primera final en esa categoría. Pero había más. A mediados de este año volvió a cambiar la historia al ingresar al cuadro principal de Roland Garros, Grand Slam sobre arcilla, e hizo lo propio en Wimbledon, el Grand Slam de césped, lla­mado también la Catedral del Tenis. Fue la confirmación de que Estrella estaba para grandes cosas, y la consecuencia de aquel título en Salinas. “Fue un sueño hecho realidad, el aroma de Wimbledon es especial, tiene un toque diferente. Es un privilegio disputar de un torneo tan tradicional donde se escribe la historia de este deporte. El hecho de formar parte de ese selecto grupo de jugadores me hace sentir orgulloso, que nuestro país sea reconocido en la élite del tenis mundial”, expresa Estrella sobre ese momento, que también estuvo marcado por malos ratos debido a las lesiones y tuvo que retirarse en primera ronda. Nada que manchara estas páginas de gloria para el tenis dominicano.   El tiempo y los desafíos Cuatro torneos Challenger, medalla de bronce en los Juegos Panamericanos y un ranking para guardar en la caja de los mejores recuerdos, un número 82 subli­me, por el que Estrella debió batallar en desventaja. “Una vez que decidí entrar en el profesionalismo sabía que no iba a ser fácil y que iba a estar quizás en desigual­dad de condiciones que otros jugadores, pero estaba seguro que corazón y ganas de triunfar no me iban a faltar. Eso es lo que me tiene hoy donde estoy. Hubo momen­tos difíciles donde el apoyo moral de los que me rodean fue vital”, comenta en entrevista exclusiva para Forbes. De tener 34 años, muchos tenistas ya estarían retirados o habrían considerado esta opción. Sin embargo, Víctor Estrella descarta esa posibilidad. Sus metas siguen visibles dentro de la cancha, mantiene el hambre del éxito y la oportunidad de darle nuevas alegrías a su país. “Me siento con mucha fuerza y muchas ganas de seguir afrontando desafíos, me esforzaré al máximo para mejorar cada día, no me pongo una cifra en específico. Sé que si me esfuerzo, los resultados vendrán y seguiré rompiendo barreras”, apunta. Víctor está consciente de que le queda menos tiempo del que ha pasado como profesional, pero se muestra tranquilo por el presente que tiene en el país el deporte que él practica: jugadores más preparados que antes, talentos emergentes, de los que dice: serán un recambio con garantía de éxito. “Las cosas se están haciendo bien, el tenis está creciendo. Estoy muy con­tento por eso. La Federación de Tenis está implementando un sistema enfocado en el desarrollo de ‘juniors’ para que el día de mañana sean buenos profesionales”, opina esperanzado. En cuanto al talento que promete, menciona a los jugadores Bebo Hernández, José Olivares y Peter Bertrán. “Son jóvenes que se están esforzando al máximo por llegar muy lejos”. Para que el tenis logre un mayor apoyo y aumente su popularidad en el país, Estrella considera que es preciso dar a conocer más el deporte en la población, resaltar a los dominicanos exitosos que lo practican y disponer de mejores instala­ciones deportivas públicas.   En la intimidad Víctor se ha dedicado al tenis por entero, sacrificando hasta importantes reuniones familiares y encuentros entre amigos. Por eso, atesora tanto el poco espacio que le deja el deporte para disfrutar de su hogar. “No hay lugar en el mundo en el que me sienta mejor que en casa”, apunta determi­nante este deportista que se pasa la mayor parte del año entre aviones y hoteles. En la actualidad, se codea con los mejo­res del mundo, como el español Rafael Nadal, el serbio Novak Djokovic y Roger Federer, entre otros, personas que “de puertas para adentro son gente sencilla, jugadores increíbles al igual que su per­sonalidad”. El apoyo moral de sus más cercanos permitieron el renacimiento de Estrella, cuando las lesiones, el bajo res­paldo económico y los resultados no llega­ban. “En esos ocho duros meses mis ganas y fuerzas se renovaron, desde ese día hasta la fecha han sido los mejores de mi carrera. En ese tiempo tuve un apoyo moral que me mantuvo y me impidió darme por vencido”. Cuando el éxito llamó a su puerta, la historia dorada del tenis dominicano sos­tenida en la raqueta de Estrella comenzó a escribir páginas de gloria. “Hoy en día existe un mejor engranaje en la Federa­ción de Tenis de nuestro país donde me brindan ese soporte”, afirma. Valora la ayuda moral de sus cercanos, como Luis José Bonilla, orientación que se requiere para “esta demandante carrera”. Ade­más, cuenta con el apoyo económico del programa Creando Sueños Olímpicos (Creso), y del grupo Punta Cana Resort, de quienes se expresa muy agradecido. “A los atletas que empiezan, les aconsejo que se eduquen al máximo y el deporte es una buena forma. El deporte es salud, educación y superación. Ya sea tenis o cual­quier deporte”, concluye el tenista domini­cano más grande de todos los tiempos, que estuvo a un paso del retiro. Ha tenido una vida de penas y glorias, que dejará una hue­lla imborrable.

 

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