A la mayoría de los jóvenes de esa generación les espera un camino siniestro, con falta de empleo o empleos no en su área de especialización, violencia en las calles y el laberinto de la drogadicción.   Desde hace más de una década escribo sobre los que yo llamo la “generación del genocidio” y el desolador panorama que enfrenta la población mexicana de entre 15 y 30 años. Tal vez llamarlos la “generación del genocidio” son palabras fuertes, pero ¿cómo describir lo que está sucediendo con esta generación de jóvenes mexicanos? En el año 2004 señalaba que de cada 100 jóvenes mexicanos que se gradúan de una institución universitaria, 45 no obtendrán trabajo en la carrera que estudiaron. Hoy, estas cifras se traducen en un dato igual de aterrador: según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, hay 31,161,000 universitarios menores de 30 años con título y dos de cada cinco universitarios titulados están desempleados. Asimismo, 1,080,000 se encuentra laborando en la informalidad. Un factor que desincentiva la formación universitaria en los jóvenes es que un tercio de los universitarios gana menos que el promedio de los jóvenes que sólo acabaron la preparatoria. La tasa de desempleo de los universitarios es de 9.2%. La tasa de desempleo de los que sólo estudiaron bachillerato es de 8.5%. O sea que tener un título universitario en México significa desempleo y subempleo, ya que el 35% de los recién graduados gana menos de 4,308 pesos. Años de colegiaturas, estudios y sacrificios por parte de estos jóvenes y sus familias para ganar menos de 5,000 pesos es una gran injusticia. Datos de la organización Mexicanos Primero revelan que el filtro educativo es muy fuerte en México, ya que de cada 100 niños que ingresan a la educación básica, 76 pasan a secundaria, 48 ingresan al bachillerato, 21 inician una licenciatura y al final sólo 13 se titulan. Es decir, apenas 13% termina una carrera. Y su expectativa será ganar 5,000 pesos al mes. Un reporte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) cita que México tiene el tercer porcentaje más alto (de 34 países miembros) de jóvenes que ni estudian ni trabajan. En su informe Panorama de la educación 2013, la OCDE reveló que en el 2011, 7,337,520 jóvenes mexicanos de 15 a 29 años se ubicaron en la categoría de “ninis”. Lamentablemente, los datos de entonces sólo arrojaban una terrible conclusión: para la mayoría de los jóvenes de esa generación el camino que les espera es siniestro, con falta de empleo o empleos no en su área de especialización, violencia en las calles y el laberinto de la drogadicción. Justo por ello, a esa generación de mexicanos entre 15 y 25 años la llamé la “generación del genocidio”. Algunos lectores de este espacio me criticaron por este término, por ser demasiado fuerte sugerí entonces que deberíamos de bautizarlos como la “generación sin rumbo”. El informe Invertir para transformar, elaborado conjuntamente por la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en coordinación con el Instituto Nacional de la Juventud, indica que en México hay 11.6 millones de jóvenes en situación de pobreza. La población de jóvenes en pobreza extrema es de 9.4%, es decir, 3.5 millones. La directora general de Planeación Estratégica para la Prevención, Alma Eunice Rendón Cárdenas, indicó que el homicidio es la primera causa de muerte de los jóvenes de entre 15 y 29 años. Diversas ONG destacan que más de 60% de crímenes en México es cometido por menores de 30 años. De acuerdo con el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef ), México se mantiene en los primeros lugares de violencia física, abuso sexual y homicidio de menores de 14 años. Quienes incurren principalmente en estas agresiones son los padres. Ante estos datos, pensaría que a pesar de los desacuerdos políticos que puedan existir entre los partidos y la clase política, por los menos todos estarían de acuerdo con la necesidad de promover programas con un enfoque especial para apoyar a la juventud mexicana. Las implicaciones de no tomar las medidas necesarias son básicamente condenarlos a una vida de violencia y delincuencia. Las generaciones anteriores tenemos que asumir nuestra responsabilidad de no haber hecho las reformas necesarias para asegurar que nuestros hijos tuvieran las mismas o mejores oportunidades que tuvimos nosotros. Yo insisto, esta es la “generación del genocidio”.   Contacto: Twitter: @Amsalazar   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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