La pobreza genera conflictos bélicos y estos ocasionan pobreza. Este axioma, tan antiguo como la humanidad misma, hoy se encuentra más presente que nunca en el escenario internacional y representa una amenaza adicional para un aparato económico global que ya tiene varios frentes abiertos. De acuerdo con Naciones Unidas, vivimos en el periodo más convulsionado de la historia, toda vez que en su último reporte de desplazados a causa de la guerra se alcanzó un máximo histórico de 59.5 millones de refugiados, más que en cualquier periodo de la historia, y esto tiene un muy importante componente económico. Al respecto, el Instituto para la Paz y la Economía en su Índice Global de la Paz, edición 2015, señaló que el costo total de los conflictos bélicos alrededor del mundo ascendió a 14.3 billones de dólares, esto equivale al 13.4% del PIB mundial. El principal problema de ello es que de cara al futuro el panorama luce poco alentador. El Banco Mundial señala que en 2030 la mitad de la población que estará en condición de pobreza vivirá en un país afectado por algún tipo de confrontación, lo que nulifica sus posibilidades de aspirar a mejores niveles de vida. La gran tragedia en este tema es que a pesar de que existe toda una economía paralela de la industria bélica, ésta sólo beneficia a grandes corporaciones y especuladores financieros. De hecho, el propio Banco Mundial señala que del gran total de créditos que ha otorgado, poco más del 16% tiene por objeto mitigar las consecuencias económicas y sociales tras una conflagración. Sin embargo, las regiones que reciben esta ayuda no muestran un avance en su desarrollo humano y en muchos casos la ayuda se diluye en gobiernos corruptos. El año pasado, el mundo fue testigo de la contundencia de este círculo vicioso en Siria. Mientras que las grandes potencias discuten y se reparten cotos de poder en el tablero geopolítico internacional, la violencia en ese país ha sumergido al 80% de sus ciudadanos en la pobreza. Esa gente entra a dicho círculo puesto que al ver desaparecidas sus fuentes de ingreso, así como cualquier posibilidad de desarrollo para sus familias, tiene dos opciones: buscar asilo en otro país en calidad de refugiada, aumentando el tsunami migratorio que se vive, y tratar de vivir a partir de las dádivas de gobiernos y organismos internacionales, o bien quedarse a servir como “carne de cañón” de los grupos en disputa. Éste es un ejemplo de cómo funciona el binomio destructivo de la guerra y la pobreza, y debe servir como un llamado urgente a la comunidad internacional. Ante los crecientes conflictos y la incertidumbre económica global, se requiere que en México, tanto gobierno como iniciativa privada, estén atentos a nuevos y potenciales problemas con el fin de tomar las precauciones necesarias. En este mundo globalizado todo está conectado, por lo que es crítico prestar atención a las alertas tempranas. Al respecto resaltan dos casos muy importantes a seguir y analizar. El primero es el desencuentro protagonizado entre Turquía y Rusia, el cual, si bien tiene pocas probabilidades de escalar a una confrontación mayor, hoy parece igualmente improbable que tenga solución, tal como lo ha expresado recientemente el gobierno alemán. Será crítico que en las próximas semanas los líderes de ambas naciones retomen el diálogo, puesto que el trabajo conjunto de estas naciones es indispensable para garantizar la estabilidad en Oriente Medio. Asimismo habrá que seguir el conflicto entre Arabia Saudita e Irán, sobre todo por los impactos que tendría en una ya afectada industria petrolera. Este caso es el de mayor preocupación por tratarse de gobiernos no democráticos; el primero, una monarquía absolutista, y el segundo, una teocracia con gran capacidad militar y recursos económicos, pero principalmente el extremismo religioso, el cual se ha transformado en la principal amenaza para la seguridad global. Finalmente, no hay que olvidar los casos en África, Asia, y sobre todo si se agudiza el aspecto agresivo en la frontera entre México y Estados Unidos. Por todo esto se necesitan voces que llamen a la cordura, a la paz y a la negociación pacífica, como es el caso del papa Francisco I, quien vino a nuestro país a hacer un muy necesario llamado de solidaridad para encarar estos riesgos. Por nuestra parte, a nivel país hay que prestar atención a todo lo que está ocurriendo, analizarlo y generar los escenarios pertinentes que permitan diseñar estrategias enfocadas a mitigar los efectos.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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