Por Carolina Menjívar e Ismael Jiménez La razón es lógica: la industria usa insumos provenientes del medio ambiente, y si estos recursos se agotan, estaría condenada a desaparecer. La conservación es clave para su subsistencia. Frenar los efectos del cambio climático y, por ende, la escasez de la materia prima es una obligación que en la actualidad no todas las empresas de la región y del planeta han asumido. En la región se han suscrito acuerdos comerciales con Estados Unidos y Europa, que exigen cumplir con una cláusula en materia ambiental. El incumplimiento de estas normas podría dar lugar a juicios a nivel internacional en donde las posibilidades de salir bien librado son mínimas. El uso abusivo y no regulado de los recursos es la principal causa de la escasez de agua, de la erosión de la tierra, de la desaparición de los bosques, humedales, la contaminación de lagos, de ríos y el deterioro en la franja costero marina. ¿Qué podría suceder si las empresas no se comprometen a cambiar su forma de producir? Al respecto, el ambientalista guatemalteco Mario Antonio Godínez asegura: “Se generarían procesos conocidos en la doctrina liberal como la desigualdad ante la ley. Les restaría competitividad, desde el punto de vista de la competitividad sistémica a nivel mundial. La región estaría transitando inclusive a dinámicas de mayor conflicto social”. En Centroamérica, Costa Rica es el modelo a seguir, cuenta con altos estándares ambientales en comparación con el resto de los países. En 2014, obtuvo el tercer lugar en el ranking denominado Índice Global de Economía Verde, dedicado a analizar el impulso de estas economías a partir de políticas de atención al cambio climático. Según el Global Footprint Network, desde 1985 el planeta consume más recursos naturales de los que el ecosistema puede restaurar. Lo que significa que año con año se reduce el capital natural del que se deriva el capital financiero con el que medimos el desarrollo y crecimiento económico. El índice de medición de huella ecológica determina que cada ser humano debería consumir recursos naturales producidos en poco más de dos hectáreas biológicamente activas. Muchos países se encuentran por debajo de ese promedio, sobre todo los países subdesarrollados. Godínez insiste: “La sustentabilidad es la capacidad de una sociedad de generar los productos que le son necesarios, sin sacrificar la producción, la disponibilidad y accesibilidad de estos para las generaciones futuras”. La sustentabilidad no es cuestión de publicidad, es calidad de vida que se crea con principios de solidaridad, cooperación y con el uso responsable de los recursos naturales. En América Central se avanza lento pero seguro, muchas iniciativas ya florecieron, la economía verde es ahora la apuesta de los grandes y medianos corporativos. En El salvador dos empresas se han convertido en pioneras y referentes al adoptar procesos de producción amigables con el medio ambiente. Industrias La Constancia es un ejemplo. La compañía cervecera que abrió sus puertas hace 110 años en El Salvador, es la primera empresa dedicada a la producción de Pilsener, la cerveza más vendida en el país. También puedes leer: Empresas sustentables, las preferidas entre empleados  Diez décadas después se convirtió en la cervecería más importante de la región, a tal punto que SabMiller adquirió 100% de las acciones de Miller Brewing Company. El consumo masivo de sus bebidas la llevó a cambiar la manera de producir, avanzando a la industria sustentable, un modelo de desarrollo compatible con la conservación del medio ambiente. Desde hace una década Industrias La Constancia ha invertido tiempo, dinero y capital humano en plantas de tratamiento de aguas residuales, en programas de reciclaje, ahorro de energía, combustible y en la generación de energía limpia a través de calderas de biomasa. A través de la ampliación de la planta de tratamiento de aguas residuales han reutilizado 96% del agua en el pasteurizador de cerveza y reducido 98% la carga contaminante. A través de la ejecución de programas de eficiencia energética, la planta de cerveza genera biogás a partir del tratamiento de aguas residuales. El biogás es utilizado como combustible para el funcionamiento de las calderas a vapor. En el área de reutilización de empaques y reciclaje, han aumentado 96.81% la reciclabilidad, 151.73% el reciclado de materiales peligrosos y 27.4% en toneladas de desechos reciclados, que 55% corresponden a desechos orgánicos producidos en la cervecería, mientras que el otro 35% al vidrio utilizado en los envases. Uno de los programas que más destacan es el reciclaje de etiquetas de cerveza, un referente a nivel regional para otras plantas del grupo a nivel mundial. Las viñetas se obtienen en el proceso de lavado de botellas y luego se envían a una empresa de reciclado de cartón, para que sean utilizadas como fibras secundarias de papel, las que a su vez se convierten en pastas de cuadernos, cartapacios y estuches. En los últimos años, el 100% de las etiquetas han sido recicladas, logrando un ahorro de más de 10,000 dólares anuales, mientras que la empresa que recibe la etiqueta usada se beneficia con el uso de materias primas de segunda reduciendo sus costos de producción. A nivel ambiental, ha logrado la reducción de desechos de etiquetas enviadas al relleno sanitario, equivalente a 16 toneladas al mes. Industrias La Constancia adquirió una caldera para biomasa que utiliza como insumos papel, desperdicios, algunos tipos de pasto y madera. En 2015, realizaron estudios de factibilidad para la producción de pasto y otros insumos para la caldera; el objetivo es abastecerse localmente. Pero La Constancia no es la única, Alas Doradas es una empresa relativamente joven, nació en 2003 y hace cinco años fue adquirida por el Grupo Coen, uno de los conglomerados empresariales más importantes del Istmo. Bajo el lema “Salvando árboles hacemos un mejor papel”, Alas Doradas utiliza para su producción materia prima 100% reciclada. Es la principal subsidiaria de Central America Paper Group (CAPG) y uno de los tres principales fabricantes de papel absorbente y plano en la región. La empresa salvadoreña despacha alrededor de 300 furgones de papel terminado al mes, que son distribuidos en supermercados y tiendas comerciales en la región. Alas doradas recibe 200 furgones de fibras recicladas de Estados Unidos y Europa cada mes que son utilizadas en su producción. “Sólo el hecho de no utilizar materias vírgenes que te facilitan la apariencia y suavidad de tu producto final, como hace la competencia, es prueba de nuestro compromiso con el medio ambiente. Esto nos permiten competir contra estas empresas que utilizan fibras vírgenes producto de tala de árboles, no nos importa encarecer un poco el proceso, nuestro compromiso es con el medio ambiente”, asegura Paul Ekman, director general de Alas Doradas. El proceso es largo y complejo para convertir las fibras en papel y “el costo es alto, al final del día lo vemos como inversión porque los beneficiados somos todos a quienes tenemos que heredarles un planeta mejor”, expresa Paul Ekman. Alas Doradas también cuenta con una planta de tratamiento de aguas residuales; el agua es reutilizada en el proceso de producción y luego es regresada al ambiente sin contaminantes. Este año han invertido casi 1 millón de dólares (mdd), adicional 1.5 mdd que se tenían proyectados en la planta de tratamiento de aguas residuales, a los que se suman 600,000 dólares para la compra de empacadora y convertidora de material reciclado. La empresa que extiende sus alas desde Guatemala hasta Panamá intenta potenciar la producción verde, demostrando que se puede crear a partir de lo que hace sólo unos años era considerado basura. Estas son las empresas más verdes de Centroamérica y el Caribe. 

 

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