En las primeras décadas del siglo pasado, el mercado de valores de Wall Street era tierra de nadie, y estos seis caballeros supieron sacar provecho de la situación.   Por T. D. Thornton* Desde los albores del siglo XX y hasta bien entrada la década de los veinte, George Graham Rice estafó a una nación de ciegos, operando con el circense PT Barnum a una escala financiera comparable actualmente con la de Bernie Madoff. En la vieja era del mercado libre de Nueva York, Rice fue denigrado por los reguladores de valores como el “Chacal de Wall Street”. Él provocó disturbios mientras perfeccionaba sus habilidades y, en 1911, su transgresiones llevaron a la creación de las primeras Blue Sky Laws (la regulación que busca proteger a los compradores de acciones de un fraude) en Estados Unidos. En 1933, cuando Rice fue finalmente encarcelado por fraude postal (y compartía una celda de lujo con Al Capone en una cárcel federal de Atlanta), sus planes fueron citados por el Congreso como un catalizador para la creación de la Ley de Veracidad en Valores, un precursor de la Comisión de Valores de Estados Unidos moderna. Rice es uno de los estafadores carismáticos que se aprovecharon de un mercado de valores de rápido crecimiento en el que todo valía, antes de la regulación federal. Éstos son algunos de los contemporáneos carismáticos de Rice que operaban cuando Wall Street era tan salvaje como el Viejo Oeste. 1- Chauncey C. Julian En los alocados 20, este estafador de las acciones petroleras vestía de punta en blanco mientras aseguraba a los pequeños inversionistas que sus operaciones de perforación de petróleo falsas producirían rendimientos fáciles de 30 a 1. Su especialidad era escribir presentaciones de venta en periódicos usando un lenguaje relajado y franco. Julian se hizo millonario, principalmente mediante la venta de más acciones en sus inexistentes proyectos. Cuando su imperio comenzó a derrumbarse, Julian huyó a Shanghai. Una noche, en 1934, organizó un banquete en su honor, se excusó, y subió a su habitación del hotel para tomar una dosis suicida de veneno. 2. Rev. Fenwicke L. Holmes La parte más difícil de vender acciones falsas siempre ha sido ganar la confianza de los compradores. A principios del siglo XX, el reverendo Fenwicke L. Holmes tenía la ventaja de ser el único ministro congregacional en aprovechar el triple play de la religión, el magnetismo personal, y el dinero. Él animó a los feligreses a acercarse a él con sus problemas, luego les daba un trato especial (particularmente a mujeres acaudaladas) implorándoles pensar positivamente acerca de sus posibilidades de abrazar una prosperidad perpetua. “Cómo hacerse rico a través de la Ciencia Divina” fue uno de sus sermones más populares. Acusado de fraude por correo a principios de 1930, Holmes se salvó de ir a prisión, en parte al inculpar a miembros de su familia en su fallido esquema de acciones. 3. John Pierpont Morgan Este nombre puede resultar una sorpresa. Durante el devastador pánico financiero de 1907, Morgan literalmente cabalgó al rescate de Wall Street en un carruaje tirado por un caballo blanco. Pero cuando el problema se analizó más de cerca, los críticos argumentaron que Morgan era más culpable que el salvador. Meses antes, había filtrado una mentira al New York Times, afirmando que el Fideicomiso Knickerbocker era insolvente, a sabiendas de que el rumor podría provocar corridas bancarias. Morgan y sus conocidos barones ladrones fueron acusados ​​de socavar la economía con el fin de crear la ilusión de que el panorama financiero necesitaba reestructurarse para conformar un sistema bancario centralizado, una idea de la que los únicos beneficiarios serían JP y un puñado de industriales súper ricos. 4. Charles Ponzi En 1920, un traductor italiano en Boston concibió la idea de comprar cupones de respuesta internacional en el extranjero con la intención de cobrarlos a una cantidad ligeramente superior en Estados Unidos. Él pensó que podía hacer dinero con el tipo de cambio, y prometió a sus amigos que duplicaría su dinero en 90 días. El empresario Charles Ponzi descubrió que era demasiado complicado redimir los cupones, pero tantos especuladores querían entrar en el negocio que él simplemente tomó el dinero de todos modos para pagar a los inversionistas anteriores. El esquema pronto pagaba millones por mes, y la gente común por todo el país vaciaba sus cuentas de ahorro para entrar en ese negocio seguro. Ese esquema piramidal de Ponzi pronto se derrumbó dejando deudas de 20 millones, destruyendo vidas y acabando con fortunas que nunca existieron sino en el papel. 5. Harold E. Boericke En 1910, un escribano llamado Harold E. Boericke comenzó su propia correduría. Entre sus empleados se encontraba un hombre de medios modestos llamado Edwin Baruch, quien casualmente compartía el apellido con el poderoso financiero Bernard M. Baruch, que dirigía la empresa Baruch Brothers en el de New York Stock Exchange. Aprovechando el poder de la celebridad, Boericke se refirió descaradamente en sus circulares a “nuestro señor Baruch” al promover inversiones simuladas. Sin embargo, el engaño fue descubierto rápidamente, y no mucho después Boericke fue encontrado muerto, aparentemente por suicidio. 6. Charles A. Stoneham El empedernido apostador era conocido en la década de 1920 por haber ganando –supuestamente– al equipo de béisbol de los New York Giants en un juego de póquer. En Wall Street, se especializó en “bucket shops”, casas de corretaje que cobraban bajas comisiones para obtener dinero que la empresa casi nunca invertía. Las órdenes Individuales comunes se introducían en los libros, pero no llegaban al mercado abierto. En cambio, serían “bucketed”, o combinadas en bloques más grandes que se comercializaban sólo si los precios favorecían la correduría. A pesar de su estrecha asociación con Arnold Rothstein, el jugador que al parecer arregló la Serie Mundial de 1919, Stoneham nunca fue sancionado por la MLB. La única vez que le presentaron cargos por fraude de valores, fue absuelto en medio de acusaciones de manipulación del jurado.

 

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