Al menos 235 personas fallecieron en todo el territorio de la nación más poblada del mundo árabe, entre ellas 43 policías, en un hecho condenado fuertemente entre otros por Estados Unidos y la Unión Europea.   Reuters   EL CAIRO – Las fuerzas de seguridad egipcias arrasaron el miércoles con un campamento de protesta en El Cairo donde se alojaban miles de seguidores del derrocado presidente Mohamed Mursi y mataron a tiros a unas 200 personas, en el día más sangriento en décadas en el polarizado país. Al menos 235 personas fallecieron en todo el territorio de la nación más poblada del mundo árabe, entre ellas 43 policías, en un hecho condenado fuertemente entre otros por Estados Unidos y la Unión Europea. Además un funcionario de salud reportó unos 2.000 heridos. La violencia se extendió más allá de El Cairo y los partidarios de Mursi y las fuerzas de seguridad se enfrentaron en las ciudades de Alejandría, Minya, Assiut, Fayoum y Suez, además de en las provincias de Buhayra y Beni. El movimiento Hermanos Musulmanes de Mursi dijo que el número de víctimas era mucho mayor y describió la acción de los militares como una “masacre”. Mientras cadáveres envueltos en alfombras eran trasladados a una morgue improvisada en la mezquita de Rabaa al-Adawiya, el Gobierno egipcio respaldado por las Fuerzas Armadas declaró un estado de emergencia de un mes, restaurando la autoridad militar que mantuvo por décadas antes de la revolución a favor de la democracia en el 2011. El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, condenó en duros términos la violencia, pidió que el estado de emergencia termine lo antes posible e instó a las partes a buscar una solución política. “Los eventos de hoy son deplorables y atentan contra las aspiraciones egipcias de paz, inclusión y democracia genuina”, dijo Kerry a periodistas. El ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, informó que las fuerzas de seguridad tomaron control total de dos campamentos de protestas en El Cairo y que no tolerarán ninguna otra manifestación de este tipo. A la vez prometió restaurar la seguridad al estilo del régimen de Hosni Mubarak. El primer ministro, Hazem el-Beblawi, defendió el uso de la fuerza, diciendo que las autoridades no tuvieron más opción que actuar para poner fin a la “expansión de la anarquía”. Las autoridades impusieron un toque de queda en El Cairo y varias otras ciudades, entre ellas Alejandría. La violencia obliga a tomar duras decisiones a los aliados occidentales de Egipto, especialmente a Washington, que financia a las fuerzas militares del país africano con 1.300 millones de dólares al año y que se ha rehusado a calificar la expulsión de Mursi como un “golpe de Estado”. La Unión Europea y Turquía, que tiene una fuerte influencia en Oriente Medio, también emitieron declaraciones similares a las de Estados Unidos de condena contra las fuerzas armadas egipcias.   Poderío militar   Miles de partidarios de Mursi habían estado acampando en dos importantes lugares de El Cairo desde antes de que el ex presidente fuera expulsado el 3 de julio, y habían dicho que no dejarían las calles hasta que el depuesto mandatario sea restituido en el poder. Con el operativo sobre los campamentos de protesta, las autoridades pusieron fin a una manifestación de seis semanas con una muestra del poderío que desafió los llamados de la comunidad internacional a ejercer moderación. El baño de sangre también termina efectivamente con el rol políticamente abierto de los Hermanos Musulmanes, que sobrevivieron por 85 años como un movimiento clandestino antes de emerger de entre las sombras tras la revuelta del 2011 para ganar cada elección realizada desde entonces. En una inusual expresión de descontento entre los opositores de los Hermanos Musulmanes, Mohamed ElBaradei, un ex diplomático de Naciones Unidas, renunció a su puesto como vicepresidente en el Gobierno interino, afirmando que el conflicto pudo haberse resuelto de forma pacífica. “Los beneficiarios de lo que ocurrió hoy son quienes están a favor de la violencia, el terrorismo y los grupos más extremistas”, dijo en una carta enviada al presidente.   Violento operativo   El Canal de Suez, una vía crucial para el transporte de petróleo desde Oriente Medio, y los puertos de Egipto operaban con normalidad pese a los extendidos enfrentamientos en el país. Una fuente egipcia de la industria del transporte marítimo dijo que podrían producirse retrasos en los embarcaderos de los puertos. Desde que Mursi fue derrocado, las fuerzas de seguridad habían disparado y matado dos veces a manifestantes en su intento por sacar de las calles a los partidarios del islamista. Pero habían evitado lanzar un operativo a gran escala contra los campamentos, donde los seguidores del ex presidente y sus familias estuvieron viviendo tras barricadas improvisadas. Cuando comenzó el operativo en el campamento, residentes desesperados recitaron versos de Corán y gritaron “¡Alá ayúdanos!” mientras helicópteros sobrevolaban la zona y retroexcavadoras blindadas arrasaban con sus barreras defensivas. Periodistas de Reuters vieron a policías enmascarados saliendo de camionetas con bastones y contenedores de gases lacrimógenos. Los oficiales destruyeron las tiendas y les prendieron fuego. “Ellos rompieron nuestras paredes. Policías y soldados, lanzaron gases contra los niños”, dijo Saleh Abdulaziz, de 39 años, un profesor de escuela secundaria que intentaba parar una herida sangrante en su cabeza. Después de que comenzaron los tiroteos, heridos y muertos quedaron tirados en las calles cerca de charcos de sangre. Una zona del campamento que había sido usada como sitio de juegos y exhibición de arte para los niños fue convertida en un hospital de campo similar a los instalados en los conflictos. El Gobierno insiste en que las personas en el campamento estaban armadas. Varias estaciones de televisión, todas controladas por el Estado o por sus simpatizantes, divulgaron imágenes de lo que parecían ser manifestantes a favor de Mursi que disparaban rifles contra soldados que se ocultaban tras barricadas de sacos de arena. Sin embargo, periodistas de Reuters o de otros medios occidentales no vieron estos incidentes. Las multitudes parecían estar armadas mayormente con palos, piedras y fierros al enfrentarse con las tropas y policías que llevaban rifles. En una morgue improvisada en el hospital del campamento, un periodista de Reuters contó 29 cuerpos, y varios más estaban siendo trasladados. La mayoría presentaba heridas de bala en la cabeza, incluyendo un adolescente de unos 12 años. A última hora del día, el campamento donde los seguidores de Mursi habían mantenido la vigilia por seis semanas estaba vacío. Un hombre estaba solo en medio de los escombros recitando como una letanía una máxima musulmana “No hay más Dios que Alá”.  

 

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