México, la oportunidad histórica
Entonces, amigos, ya identificado el problema, propongo hacer algo al respecto: emprender sólo lo que nos toca, que es trabajar honestamente y ser ciudadanos más participativos y exigentes.
Me sorprendió ver que, en la última edición de la revista Wired, Barack Obama fue el editor invitado. Además de la sorpresa de ver en este papel a alguien que, en lo personal, admiro mucho, quiero rescatar y proponer para la reflexión su mensaje editorial, el cual se resume a esto: “Si tuvieras que escoger cualquier momento en la historia de la humanidad para estar vivo, éste sería hoy mismo y en Estados Unidos”.
Los hechos sostienen esta afirmación. Hemos visto mejoras importantes en derechos humanos, libertades individuales, crimen, pobreza, educación e inclusión social. El mundo en general también es un mejor lugar para vivir, pues más países tienen un sistema democrático y el hambre y la pobreza han disminuido como nunca antes. Si vemos a la tecnología y el acceso a la información como aceleradores históricos del desarrollo humano, sin duda nuestros tiempos presentan oportunidades extraordinarias.
Sin embargo, lo interesante sería saber quién está mejor posicionado para aprovechar esta coyuntura positiva en el mundo y en su principal economía.
Sin temor a equivocarme, yo diría que México es uno de los países que hoy reúnen la mayoría de las características ideales para aprovechar esta coyuntura, y no sólo por el hecho de que nuestra localización geográfica nos ubique como vecinos del mayor mercado del mundo, que no es cosa menor. Yo empaquetaría las grandes ventajas de México en tres factores: nuestra gente, apertura al mundo y diversidad.
La gente, sobre todo la joven, es el verdadero motor de las economías, y México es el país más joven de la OCDE, con una edad promedio de 27 años; también somos más jóvenes que Brasil y China. Estos jóvenes son gente preparada: según el WEF, México es el octavo país en ingenieros graduados. Claro, hay que mencionar que buena parte de esta población puede pertenecer al 46% de mexicanos en situación de pobreza, hecho que a nadie le conviene.
También podemos reconocer a un país abierto a la globalización económica (con corredores industriales como los del Norte y el Bajío), cultural y cosmopolita, como ocurre en la Ciudad de México y en Guadalajara. Somos parte del TLCAN, el mayor bloque económico del mundo, donde se intercambian más de 140 millones de dólares cada hora, con bienes de cierto valor agregado, entre economías sumamente integradas.
También nuestra diversidad se transforma en magia que enamora. El resultado de esto es un producto único como lo es nuestra cocina, una de las únicas cuatro catalogadas como patrimonio de la humanidad por la Unesco, o el hecho de que 25 millones de extranjeros gustan de visitar nuestras playas, ruinas, pueblos y ciudades, haciéndonos uno de los diez principales destinos turísticos del mundo.
Tristemente, todo esto y el potencial para mejorar están en riesgo. Y ello no radica en amenazas externas; buscarlo en procesos electorales y políticas específicas de otros países sólo desvía nuestra atención de lo importante, que es que podemos perder esta gran oportunidad debido a nuestra fragilidad institucional.
Según el WEF, somos el país 51 en términos de competitividad, pero en la fortaleza de nuestras instituciones ocupamos el lugar 116 de 140, y la corrupción y la inseguridad son los ácidos que corroen nuestras instituciones.
Entonces, amigos, ya identificado el problema, propongo hacer algo al respecto: emprender sólo lo que nos toca, que es trabajar honestamente todos los días y ser ciudadanos más participativos y exigentes.
En lo personal, al ser un promotor del México de mérito que todos queremos ver, las inversiones y el desarrollo, sería absurdo no involucrarme en el freno de mano que tiene hoy el país, que es la corrupción. Para cambiar de velocidad necesitamos meter el clutch, que es la ciudadanía. Por eso, yo intento ser parte del cambio, ¿y tú?
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