El auge en la industria minera abre una oportunidad única para incorporar más mujeres a un sector tradicionalmente de hombres. Pero algo podría frenar su influencia: el machismo.   El cuerpo de Genoveva Frasquillo Alba temblaba. O al menos así de frágil se sentía. Por primera vez, estaba arriba de un camión, color amarillo, de siete metros de altura, modelo Caterpillar 789, con capacidad para cargar 180 toneladas. Cuando quitó el freno sintió un sudor frío y pensó lo peor: “Si no lo puedo controlar y se me va…”. Pero metió la velocidad y el camión avanzó solito. Recordó que estaba capacitada –había tenido tres meses de pruebas en un simulador– y aceleró. Finalmente, domó al monstruo. Para ella, una mujer de tez morena, cabello castaño oscuro, delgada y con mucho carácter, lo que había hecho era una hazaña. Nunca había manejado un automóvil. Genoveva es una de las 142 mujeres que trabajan en la mina a cielo abierto llamada La Herradura, propiedad de Minera Penmont, empresa socia de Fresnillo, subsidiaria de Peñoles, el mayor productor mundial de plata afinada y de bismuto metálico del mundo. Genoveva es parte de un sector en crecimiento que ha roto los estigmas de la minería, un sector dominado por hombres, pero que ahora tienen que competir en igualdad de circunstancias con ella y muchas más. De acuerdo con el Censo Económico 2009 del Inegi (el más reciente), la tasa de mujeres mineras es de 7.3%, porcentaje similar al de países como Chile (6.3%) donde la minería es el motor económico, pero que está por debajo de países como Australia donde la fuerza laboral femenina representa 18%. Sin embargo, las mujeres mineras en México, a pesar de la influencia que empiezan a tomar, enfrentan a un enemigo que en algunos casos sepulta su desarrollo profesional. Ese enemigo no lo encuentran en la oscuridad de las minas. No. Lo tienen en casa.   Viento a favor La minería vive días de gloria y las mujeres aprovecharán el entorno. Desde hace 10 años, cerca de 300 empresas extranjeras han iniciado operaciones a través de 800 proyectos de exploración y explotación. “Este fenómeno nunca se había dado en México”, asegura Roberto Charvel, director de Vander Capital Partners, empresa especializada en invertir en el sector minero. En 2011, la minería duplicó las divisas generadas por el turismo y se ubicó como el cuarto sector del país que más divisas generó, sólo después del petróleo, la industria automotriz y las remesas. En Met Mex trabajan 70 personas; de éstas, 41% son mujeres. Una de ellas es Laurentina Villegas López. Es una mujer pequeña, delgada, con el cabello rubio cenizo. Viste un traje sastre azul, con un detalle rosa en el saco. Es Maestra en Ciencias Químicas, con especialidad en Analítica, en la Universidad Autónoma de Nuevo León y está a cargo del Laboratorio Central de Met Mex Peñoles, que cuenta con el equipamiento más avanzado de América Latina. Laurentina –que trabaja en Peñoles desde hace 36 años– ocupa una posición clave: es la gerente del Laboratorio Central, que hoy es una pieza clave dentro de Peñoles, pues analiza la pureza de los minerales y metales que extrae, lo que le permite a la empresa fijar precios más atractivos y tomar decisiones para el desarrollo de nuevos productos y proyectos. “Somos los ojos de los procesos de cualquier área donde se manejen materiales”, presume. Laurentina asegura que el talento no tiene género. “Ser mujer no me ha causado un esfuerzo adicional.” En Peñoles, hay 19 ejecutivas en la organización; de ellas, 3 son gerentes y con mayor poder de decisión, como Laurentina. Pero dónde más avanza la ola rosa es en las minas.   Influencia en ascenso La Herradura está a 125 kilómetros al noroeste de Caborca, en Sonora. Para llegar allí hay que viajar por la carretera Caborca-Puerto Peñasco, flanqueada por campos de uva, naranja y espárragos, hasta llegar al kilómetro 100. Josefina Parra Cadena tiene 40 años y trabaja en la mina desde hace 3 años, como operadora de camiones. La industria minera ofrece empleos con remuneraciones 35% superiores al promedio nacional. Ese factor ha sido determinante para que las mujeres decidan incorporarse. Josefina gana 8,000 pesos al mes, más bonos de productividad y puntualidad. Ese salario es superior al que percibía en sus anteriores empleos, como secretaria o en empresas maquiladoras. “Por fin me hice de un patrimonio”, celebra. Tiene una casa que obtuvo con un crédito Infonavit, que le deja un salario mensual de 5,200 pesos. Ha valido la pena el sacrificio. “En el trabajo en mina las mujeres han demostrado una gran responsabilidad, el ausentismo es menor; además de ser más cuidadosas con la maquinaria y el equipo”, asegura Jesús Gutiérrez, gerente general de Minera Peñasquito. Es tal la fuerza que han cobrado las mujeres en La Herradura que hace dos años se giró la orden de habilitar cascos rosas. Antes sólo veías cascos azules. Ahora, donde ves uno rosa, sabes que es una mujer minera.   El enemigo De acuerdo con datos del segundo trimestre de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2011, 41.8% de las mujeres de 14 años y más forma parte de la población económicamente activa (PEA); de esta cifra, 95.9% combina sus actividades extradomésticas. Marielena Caro Sapien, coordinadora de Relaciones con la Comunidad de minera Penmont, reconoce que, en La Herradura, la maternidad de las empleadas ha sido un factor en contra. “Hubo una época en la que renunciaron muchas chicas para dedicarse a ser madres. Se casan y después de un tiempo deciden irse”. Hasta el momento, la ola rosa ha llegado a muy pocos puestos ejecutivos o más calificados. La maternidad y la falta de educación han limitado su avance. La mayoría de las mujeres tiene estudios de secundaria o preparatoria. El machismo es su gran obstáculo. Minera Penmont facilita las condiciones de trabajo a las mujeres que son madres. Cuando Genoveva Frasquillo estuvo embarazada, se dedicó a trabajo administrativo y su salud era vigilada por el médico interno. Sin embargo, aún no se llega a la flexibilidad en los horarios, que podría disminuir la rotación de personal femenino que es requerido por sus esposos para dedicarse al cuidado de sus hijos. Luna Bocanegra, líder de mina en la sección Centauro Dipolos, considera inviable dar mayores facilidades. “Tendríamos que montar toda infraestructura y logística para ellas”. El momento que vive la industria minera en México es una gran oportunidad para aprovechar el potencial de las mujeres como fuerza laboral. Genoveva, en tanto, una mujer extrovertida que se acomoda en el sillón de la casa que compró gracias a su empleo en la mina, endereza el cuerpo, levanta la cabeza y dice con orgullo: “Me ha tocado ver como una mujer capacita a hombres, quienes han llegado a decir: ‘Esa cosita me regaña’. Pero es una satisfacción que una mujer le diga qué hacer a esos tremendos hombres”.   [youtube id=”p0PeRSJMclY” width=”620″ height=”360″]   Contacto: Twitter: @plantaherbacea correo: orquí[email protected]

 

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