El 70% de las tierras agrícolas de México están desvinculadas de la industria alimentaria, cuando se enfrenta un crecimiento amenazante en la demanda de comestibles.   Por Lourdes Zamanillo Actualmente, la industria alimentaria enfrenta un aumento amenazante en la demanda de comestibles. Se prevé que para 2030 se necesitará 50% más comida que la que se produce hoy, por lo que asegurar y diversificar vías de suministro estables es prioritario para las grandes compañías. En México hay más de 20 millones de pequeños productores desvinculados del mercado formal. Si bien la mayoría no produce lo suficiente como para cumplir con los requerimientos cuantitativos comerciales, algunos han encontrado una vía para asociarse con grandes empresas: conformar cooperativas. En 1998, un grupo de indígenas chiapanecos creó Maya Vinic para cosechar y vender su café. Hoy exportan sus productos a Estados Unidos y Europa. Al sumar la producción de los 603 productores miembros, Maya Vinic logra cumplir con los requerimientos cuantitativos y cualitativos del mercado. Su café es distribuido tanto nacional como internacionalmente: al exportar a Estados Unidos, Japón y Suiza. Además, como maneja sus negociaciones de acuerdo con la bolsa de valores y cuenta con certificación orgánica, asegura un mejor ingreso para sus miembros. Las cooperativas representan puentes inclusivos entre el mundo empresarial y rural, al abrir puertas a pequeños productores que, de lo contrario, estarían completamente aislados. Sin embargo, integrar a pequeños productores dentro de cadenas de producción industriales no es fácil. “Nosotros enfrentamos un gran problema de fuga de proveedores. Los productores quedan en algo y luego dan el producto prometido a los coyotes, que llegan antes. Cuando no juntan suficiente producto, lo combinan con otros tipos de café de menor calidad para completar la cantidad acordada”, expresa un comprador empresarial. El campo mexicano y la industria han estado desligados por tanto tiempo que pareciera que las entidades hablan dos idiomas diferentes. Sin embargo, al saber externar las necesidades propias y hacer un esfuerzo por comprender las ajenas, los obstáculos antes mencionados se pueden superar. “Nosotros buscamos confianza. La calidad no es negociable, pero se capacita a los pequeños productores en este sentido. Además, le damos seguimiento a los recursos económicos que otorgamos a cambio del producto para asegurar que el dinero sea destinado al desarrollo de la comunidad y no se pierda en vicios o corrupción”, explica Gustavo Pérez, gerente de Responsabilidad Social de Restaurantes Toks. Gustavo obtiene el mole, mermelada y granola de Toks con cooperativas de pequeños productores. Mientras la compañía asegura el suministro de víveres y adquiere un perfil socialmente responsable, provee a comunidades marginadas un ingreso estable con oportunidades de crecimiento. “Al final, tanto las empresas como los productores tenemos intereses que van en sentidos opuestos pero que buscan un punto en común”, expresa Gustavo. Los negocios inclusivos tienen el potencial de responder a los grandes retos que enfrentan tanto las grandes empresas como el campo de México. Sin embargo, es necesario que ambas partes cooperen y hagan un esfuerzo por comprender las necesidades de la otra parte para establecer puntos de encuentro. Solo así se establecerá un idioma común que permita la vinculación de ambos sectores, su exquisita proliferación y la respuesta a problemas concretos.   Lourdes Zamanillo es coordinadora de Comunicación de Ashoka México y Centroamérica.   Contacto: Correo: [email protected] Facebook: AshokaMX Twitter: @ashoka_mx Página web: Ashoka México y Centroamérica   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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