La visita de Barack Obama a México dejó clara una cosa: el gobierno mexicano no tenía (otra vez) una agenda propia de asuntos a tratar. Más de un siglo ha pasado, y seguimos esperando que nos dicten la agenda.   El oso y el puercoespín es una metáfora que usó en su libro —del mismo nombre por cierto— el ex embajador en México, Jeffrey S. Davidow, para describir la relación existente entre México y Estados Unidos  tras su presencia en nuestro territorio entre 1998 y 2000. Describe a Estados Unidos como el oso bonachón que desea ayudar al puercoespín que es México, que no se deja por prejuicioso y desconfiado. Ciertamente sabemos que los intereses de Estados Unidos, como los de cualquier Estado, son de origen político. Como diría el internacionalista Louis Henkin; “los Estados son entidades políticas, con intereses y objetivos políticos”, por lo que nada más alejado de la realidad que creer que un Estado se acerca a otro en nombre de la amistad, pues aun en ésta, la política de buenos vecinos tiene como fin el distender o evitar un conflicto. La visita de Barack Obama nos lo hizo ver. El que la Presidencia, las Secretarías de Relaciones Exteriores o de Gobernación en México, no hubiesen anticipado una agenda en firme nos hace comprender que no la teníamos, que más de un siglo y seguimos esperando que nos dicten la agenda. Tímidamente manejamos temas, cuando en negociación deberíamos salir al balcón, desconectar el enlace automático entre la emoción y la acción. Después de todo, tenemos qué ofrecer, tenemos con qué negociar. En 2008, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) nos citó como las undécima economía del mundo, mientras que en el 2011 el Atlas de la Complejidad Económica (The Atlas of Economic Complexity) del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, con el apoyo del MIT, nos situaron en el lugar 20 de entre 128 países, determinando que en la medida en que un país acumula conocimiento y capacidades productivas, y es capaz de transferirlas, puede lograr mayor prosperidad. México estuvo incluso por encima de los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China). En 2013, seguimos dentro de las principales economías del mundo, según la OCDE. Con estos antecedentes, México en esta reunión bilateral, debió proponer en gran parte la agenda: el qué, y coordinar el cómo. En esta agenda, en materia de energéticos, ¿cuál es en realidad el margen de negociación en la reunión Obama-Peña? No más allá del artículo 27 Constitucional y su ley reglamentaria, no más allá de las reservas impuestas al Capítulo VI del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, donde el Estado mexicano se reserva para sí mismo, incluyendo la inversión y la prestación de servicios, la exploración y explotación de petróleo crudo y gas natural, refinación o procesamiento de petróleo crudo, etcétera. La inversión en este momento no podrá ir más allá que del negocio de infraestructura. En materia de educación, Obama continúa iniciativas de su periodo anterior, como el del Proyecto Latino para el Cambio, dirigido a la comunidad hispana, el de incentivar la educación superior y el de rescatar talentos en fuga, tema que nos lleva a otro punto de la agenda: el migratorio. Si bien no podemos ser injerencistas en la política interior de otros países, sí podemos evidenciar nuestra postura respecto a los esfuerzos al interior y las denuncias al exterior en materia de derechos humanos. En el tema no se puede profundizar más porque ocho senadores, entre republicanos y demócratas, tienen el destino de 11 millones de migrantes en Estados Unidos, iniciativa próxima a discutirse en su Congreso. La agenda en materia de seguridad es insoslayable. El Plan Mérida y el 40% de su presupuesto por ejercer quedó sujeto al memorándum de entendimiento suscrito recientemente entre Osorio Chong y Janet Napolitano, ambos secretarios del Interior de cada parte, destinando tales recursos a la prevención, más que a la instrumentación del combate frontal al crimen organizado. Este es el augurio del fin del Plan Mérida y el inicio de planes nuevos en este sexenio de Enrique Peña Nieto, quien busca innovar y no sólo administrar en sus planes de gobierno. La fortaleza de la agenda descansa en los temas económicos. Estados Unidos es nuestro primer socio comercial, y México es el tercero de aquel país. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte afianza esta relación y expone tierra fértil para seguir negociando. Éste es el tema fuerte de la agenda. México debe replantear su agenda bilateral y dirigirla hacia el propósito de identificar intereses e inventar opciones creativas que marquen el camino, y no esperar a que otros lo hagan por nosotros.     Contacto: Twitter: @ilrodrig e-mail: [email protected] [email protected]    

 

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