El principal problema con la nueva larga lista de objetivos de desarrollo es que tratar de priorizar 169 cosas es como priorizar nada. Deberíamos empezar por enfocarnos en los 19 más eficaces, señalados por un panel que incluye a varios economistas ganadores del Premio Nobel.   Por Bjorn Lomborg Entre el 25 y el 27 de septiembre, los líderes mundiales se reunirán en Nueva York para decidir sobre las prioridades más importantes del mundo para los próximos 15 años. Están en juego US$2.5 billones en ayuda al desarrollo e incontables miles de millones en presupuestos nacionales. Desafortunadamente, debido a la politiquería y un deseo de complacer a todos, este enorme presupuesto logrará cuatro veces menos beneficios de lo que podría. Se espera que los jefes de Estado respalden una imposible larga lista de 169 objetivos de desarrollo elaborada por los embajadores de las Naciones Unidas[1], que abarca desde la reducción de la malaria y el aumento de la educación hasta la mejora de la biodiversidad y la eliminación de la desigualdad. Estos objetivos reemplazarán las 18 metas claras que formaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que tuvieron un éxito considerable en la concentración de los recursos para la lucha contra los desafíos globales desde el cambio de siglo. El principal problema con la nueva larga lista de objetivos es que tratar de priorizar 169 cosas es muy similar a no priorizar nada. Considere uno de los 169 objetivos que los gobiernos están firmando: “Para el año 2030 garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos y habilidades necesarias para promover el desarrollo sostenible, incluyendo, entre otros, la educación para el desarrollo y estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global, y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible.” Definitivamente existe la promesa de algo agradable, pero es difícil saber qué es exactamente. Los 169 objetivos se han seleccionado a través de un proceso de toma y daca y disputa nacional sin tener en cuenta los costos o méritos relativos. Durante el año pasado, más de 100 académicos han utilizado el análisis de costo-beneficio para examinar los objetivos para el Copenhagen Consensus Center, el grupo de expertos que dirijo. Este enfoque coloca en una sola cifra monetaria todo el bienestar social, ambiental y económico que cada objetivo podría lograr, y como era de esperar, revela variaciones salvajes en su eficacia. El análisis por un panel que incluye varios economistas ganadores del Premio Nobel encontró que hay 19 objetivos específicos dentro de los 169 que darían más de US$15 de beneficio por cada dólar gastado. Por ejemplo, el objetivo de lograr el acceso universal a la anticoncepción y la planificación familiar que costaría US$3600 millones  y evitaría que cerca de 150,000 madres mueran en el parto cada año, lo que significa alrededor de 600,000 huérfanos menos. Por otra parte, esto generaría un dividendo demográfico, aumentando la proporción de personas en edad de trabajar, lo que significaría tasas de crecimiento ligeramente superiores. En total, el empoderamiento de las mujeres con un mayor acceso a la anticoncepción generará US$120 en beneficios sociales y económicos por cada dólar gastado. Otro objetivo fenomenal es el de poner fin a la tuberculosis para 2030. Erradicada en los países ricos, sigue siendo una causa de muerte entre los pobres. El tratamiento es barato y eficaz. Ayudar a casi todos los que se enferman costaría alrededor de US$8,000 millones al año, pero proporcionaría beneficios por valor de casi US$350,000 millones. Cada dólar aportaría US$43 en beneficios. Completar el tratado de libre comercio de Doha es un tercer objetivo extraordinariamente poderoso. Países como China, Corea del Sur, India y Chile han demostrado que la reducción de las restricciones al comercio acciona décadas de rápido desarrollo, aumento de los ingresos y reducción de la pobreza. Un acuerdo comercial de Doha exitoso podría sacar a 160 millones de personas de la pobreza extrema en 15 años, con beneficios por valor de la asombrosa cifra de US$2,000 por cada dólar gastado. Otros objetivos que necesitan ser priorizados son aquellos que reducirían los subsidios a los combustibles fósiles, ampliarían la inmunización, reducirían la contaminación del aire interior en un 20%, y la inversión en investigación para aumentar la producción agrícola en un 40%. El análisis de todos los beneficios y costos muestra que enfocarse en los 19 principales objetivos identificados por el Copenhagen Consensus Center lograría cuatro veces más que si esparcimos el gasto en desarrollo en torno de los 169 objetivos. En otras palabras, priorizar tendría el mismo efecto que cuadruplicar la totalidad del presupuesto. Aunque existe un amplio reconocimiento de que los objetivos deben ser severamente podados, éstos deben ser aprobados en su totalidad. Presidentes y primeros ministros firmarán mientras se tapan sus narices. Pero muchos líderes –tanto de los países donantes como de los países en desarrollo– saben que cuando regresen a casa, sus países no serán capaces de trabajar en 169 objetivos diferentes, por lo que, inevitablemente, elegirán un número menor en los cuales enfocarse. Deberíamos empezar por enfocarnos en los 19 objetivos más eficaces. Esto haría expandir cada dólar cuatro veces. Y significaría que en 15 años, los líderes mundiales no habrán desperdiciado esta oportunidad de hacer un mundo mucho mejor.
[1]See for example 3,700+ groups named here. And description of intergovernmental engagements here.
Bjorn Lomborg es autor de los best seller El ecologista escéptico y Cool It, director del Centro para el Consenso de Copenhague, y profesor adjunto de la Facultad de Negocios de Copenhague.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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