Las mujeres tienen la capacidad de ser verdaderos agentes de cambio social. Sin embargo, su impacto se encuentra limitado por rígidos estereotipos, prejuicios culturales y por la situación de pobreza en la que viven muchas de ellas.   En las últimas décadas, las mujeres han asumido un rol creciente en la sociedad, destacando en todos los sectores. Durante los últimos días estuve participando en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos y dediqué este espacio para hablar de la importancia de la mujer en la economía, su participación en los negocios familiares, su alto potencial de emprendimiento y el valor agregado que pueden aportar a nuestras empresas. Para concluir esta serie, quisiera abordar el tema de las mujeres como actores fundamentales para la disminución de la pobreza. Numerosos estudios han explorado la manera en que la participación laboral de la mujer permite disminuir los índices la pobreza y mejorar la calidad de vida de sus comunidades. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial sobre los efectos del poder económico de la mujer en América Latina y el Caribe (2012), el aumento de los ingresos de la mujer contribuyó en 30% a la reducción de la pobreza extrema en la región entre 2000 y 2010. Las mujeres de América Latina tienen una participación cada vez mayor en el mercado laboral. Entre 1980 y 2007, la participación femenina en la fuerza laboral de la región pasó de 35% a 53%. En el mismo periodo, la proporción del ingreso aportado por mujeres a los hogares latinoamericanos creció de forma sostenida, aunque con importantes variaciones entre países. Por ejemplo, mientras que las mujeres contribuyeron en 30% de los ingresos de sus familias en Costa Rica, esta cifra alcanzó casi 45% en El Salvador y más de 60% en Jamaica. La inclusión de la mujer en la fuerza laboral también repercute en el desarrollo social de sus comunidades. Al sumarse al del hombre, el ingreso aportado por la mujer aumenta la capacidad de consumo en las familias. Asimismo, los ingresos femeninos contribuyen a la seguridad financiera de sus hogares, al limitar los efectos de potenciales caídas salariales. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, los hogares en que la mujer participa en el mercado laboral suelen ser menos pobres que aquellos en que no realiza ninguna actividad remunerada. Otro elemento importante es el papel clave de la mujer en la ruptura de la pobreza intergeneracional. Esto se debe a que las mujeres invierten mayor parte de sus ingresos en la educación, salud y nutrición de sus hijos. En materia educativa, el Banco Mundial ha señalado la relación que existe entre la contribución económica de la mujer y la trayectoria escolar de los hijos. Los hallazgos de esta institución muestran que las tasas de inscripción de los hijos en educación pre-escolar y preparatoria pueden llegar a ser hasta 25% mayores en familias en las que la mujer aporta más de 75% del ingreso que en aquellas que dependen principalmente de ingresos masculinos. Las mujeres tienen la capacidad de ser verdaderos agentes de cambio social. Sin embargo, al día de hoy, su impacto se encuentra limitado por rígidos estereotipos, prejuicios culturales y por la situación de pobreza en la que viven muchas de ellas. De acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), la exposición de las mujeres a la pobreza es en promedio 1.15 veces mayor a la de los hombres. Debemos de impulsar la participación de las mujeres en la economía. Únicamente así podremos optimizar su potencial de un ser un motor de prosperidad y bienestar. Me voy de Davos satisfecha de haber transmitido el mensaje de la importancia de la mujer en la sociedad. El desarrollo no puede ser concebido sin equidad.   Contacto: @angelicafuentes   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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