El Pacto por México se basó en negociaciones cupulares en las que los líderes del PAN y el PRD valoraron más las ventajas para ellos del pacto que los costos de no defender el federalismo.       Por César Velázquez Guadarrama   Durante las pasadas elecciones presidenciales mucho se discutió sobre si el inminente regreso del PRI implicaría una vuelta al pasado. En lo que respecta al centralismo se pude decir que sí. La propuesta de un IFAI con injerencia en estados y municipios, la centralización de las compras en el sector salud, el regreso de la nómina de los maestros a la Federación así como la propuesta de desaparecer los Institutos Estatales Electorales (IEE) son claros ejemplos de esta vuelta al pasado centralista. Además, parece no haber reclamo alguno ni de los partidos de oposición -otrora defensores del federalismo- ni de los gobernadores o poderes estatales. ¿Por qué? En el caso del PAN y el PRD, una posible explicación es que el Pacto por México se basó en negociaciones cupulares en las que los líderes de esas agrupaciones valoraron más las ventajas para ellos del pacto que los costos de no defender el Federalismo. En el caso de los gobernadores, es probable que ante los problemas políticos y financieros a los que se enfrentan, ven con buenos ojos que se les quite responsabilidades que para ellos son problemas. Sin embargo e independientemente de cuál sea la respuesta correcta, es claro que en la clase política y en buena parte de la sociedad se percibe que el federalismo no funciona y que la manera de corregir los despilfarros y desaciertos de gobernadores y presidentes municipales es dando mayores funciones a un gobierno federal que se cree es más eficiente y más racional. Si bien es necesaria una discusión profunda sobre el tema, no considero que un regreso al centralismo sea lo más deseable para lograr el desarrollo socioeconómico al que como país aspiramos. México es un país extenso en su territorio y heterogéneo en sus problemas. Baja California no es Chiapas ni Jalisco es Puebla. Ante esta situación, el sentido común dice que políticas públicas homogéneas y únicas (centralismo) difícilmente son la solución a las demandas particulares de cada comunidad del país. Durante casi todo el siglo XX fuimos un país centralista y las cosas tampoco funcionaron. Asimismo, no es claro que lo que se pretende solucionar con los cambios propuestos sea ya un hecho. Por ejemplo en educación, en las primeras escaramuzas de este sexenio con la CNTE, el gobierno de Enrique Peña Nieto no ha demostrado ser más eficiente ni mejor negociador que los gobiernos estatales. No se sabe qué le ofreció el Secretario de Gobernación a la CNTE pero los rumores dicen que mucho dinero, lo mismo que el muy criticado gobernador de Oaxaca, y ni así han acabado las manifestaciones y plantones en el DF y en el resto del país. Se quieren desaparecer los IEE pues se dice están controlados por el gobernador en turno, lo cual puede ser cierto pero el IFE está controlado por los partidos políticos, ¿cuál va a ser la diferencia? La única razón válida para sustituir los institutos estatales por uno nacional sería el ahorro de recursos pero este tema ni siquiera se ha mencionado en la discusión. En mi consideración, lo que necesitamos es rediseñar de manera ordenada y clara el federalismo mexicano y aprovechar las ventajas que un sistema federal le pueden dar al país y no una serie de parches como los que estamos observando. Necesitamos arreglar el federalismo, no desaparecerlo. En primer lugar debemos de definir claramente las responsabilidades de los tres niveles de gobierno para así evitar que los gobiernos se culpen los unos a los otros y aprovechar las ventajas comparativas de cada una de ellos. En segundo lugar, debemos hacer congruente las responsabilidades con las fuentes de financiamiento. El gran problema del actual diseño federalista es la enorme dependencia financiera de los gobiernos estatales y municipales. En la actualidad, los estados y municipios recaudan sólo alrededor del 5% de los impuestos en el país, en Argentina este cifra ronda el 45%, en Canadá el 50%, en Alemania el 30% y en EUA el 40%. En tercer lugar debemos de generar un sistema de transferencias que sin olvidarse de la equidad e igualdad incentiven el crecimiento y no la pobreza. La necesidad del gobierno actual de sacar adelante las reformas estructurales y de responder a la sociedad sobre los casos de corrupción en los estados junto con la lucha interna en el PRD y en el PAN, han hecho que el federalismo pase a segundo plano en la agenda pública y legislativa. Pero no discutir el federalismo y transformarlo puede traernos un alto costo en términos políticos y económicos no sólo en el mediano y largo plazo sino muy pronto.     Contacto: *César Velázquez Guadarrama es Coordinador de la maestría en Políticas Públicas de la Universidad Iberoamericana. Email: [email protected]     *Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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