La llegada de empresas que prometen riquezas en poco tiempo tiene cautivados a muchos dominicanos, quienes invierten a ojo cerrado, sin medir los riesgos.   Por Geizel Torres   Bernard Madoff era el rey Midas de Wall Street. No sólo fue pre­sidente de NASDAQ (una de las bolsas de valores más importantes en Estados Unidos), sino que se convirtió en un destacado inversionista desde que fundó su empresa Investment Securities, en 1960. Su nombre y reputación convencieron a grandes empresas. La razón era que ofrecía a sus inver­sionistas una rentabilidad fija que rondaba el 10%. Lo curioso es que la cifra se mantuvo a lo largo de los años y no hubo tormenta financiera que la moviera. Así fue como logró captar enormes canti­dades de dinero. Su negocio consistía en crear una car­tera de inversión en nombre de un fondo. Luego el fondo ponía el dinero en manos de Madoff, quien generaba sobre el papel los supuestos retornos prometidos. El fraude se descubrió cuando, en medio de la crisis financiera en Estados Unidos, los inversionistas empezaron a hacer solici­tudes de retiro a Investment Securities por un total de 7,000 millones de dólares (mdd), monto que obviamente no tenía porque lo gastó en el pago de intereses que mante­nían la pirámide funcionando. El 12 de diciembre de 2008, el empre­sario hizo historia, ya no como exitoso ejecutivo, sino como el autor de la estafa más grande perpetrada por una sola persona en la historia de Estados Uni­dos. Las pérdidas ascendieron a más de 50,000 mdd. Seis meses más tarde fue condenado a 150 años de prisión. La jugarreta de Madoff no era nueva; se llama esquema de Ponzi. El término fue acuñado por Carlo Ponzi, un inmi­grante italiano que a principios del siglo pasado prometía a sus clientes 50% de beneficios dentro de un plazo de 45 días, o 100% en 90 días, con el simple hecho de comprar cupones postales desconti­nuados en otros países y redimiéndolos a su valor nominal en los Estados Unidos como una forma de arbitraje.   De Wall Street a la Romana Cuando se habla de invertir en un negocio “en línea” todos ponen atención en la Romana, porque el que no está asociado a uno, conoce a otro que sí. Aquí fue donde conocimos el caso de una joven a quien llamaremos Ana. Tras mucho esfuerzo logró graduarse en medi­cina, pero no encontró oportunidad de ejercer su profesión, y los pocos trabajos que desempeñó apenas le daban para vivir. “En República Dominicana, el valor que le dan a una persona que se esforzó estudiando es muy poco, y me sentía profundamente decepcionada. Varias personas me habían contado de empresas en que se podía trabajar desde la casa con buenos resultados. Para una que tiene apuros económicos y le hablan de meterse a un negocio donde había que poner más de 1,000 dólares para entrar, ¡imagínate! Pero empecé a averiguar y fueron pre­cisamente unos reportajes que vi en la televisión los que me empujaron a saber más sobre la empresa. No conocí —ni conozco— a nadie a quien le fuera mal; por eso me animé. “No le voy a mentir. No soy rica… pero esta empresa me ha dado algo que nece­sitaba: tranquilidad económica. Ahora vivimos más holgados. Así que cuando recuperé el capital inicial, decidí invertir más. Me controlo, voy guardando porque sé que nada dura para siempre”, concluye.   “Claro que hay riesgos… aquí había un banco que se llamaba Baninter” La quiebra de la institución financiera en 2003 es la frase célebre con la que con­quistaron a Ana. Por eso ella cree que vale la pena correr el riesgo e invertir en estas empresas que ofrecen triplicar el monto en menos de un año. Para Cristian Arroyo, consultor en riesgo financiero, es evidente que el prin­cipal atractivo de estas empresas es la rentabilidad que ofrecen. “En el sistema financiero tradicional, y bajo las condicio­nes actuales, un inversionista podría obte­ner una rentabilidad no mayor al 15% en inversiones a largo plazo, mientras que en el modelo de Ponzi esa rentabilidad sobre­pasa el 200% en un muy corto plazo.” Incluso, muchos de estos negocios se escudan en la venta de productos y ser­vicios para hacerse pasar por sistemas multinivel o de redes. Desde un software para comprar o vender acciones hasta poner anuncios en línea sobre produc­tos, vender mercancías que exigen una elevada cuota de ingreso a la empresa y predecir los tipos de cambio en monedas extranjeras, son algunas de las modalida­des identificadas que están captando más adeptos dominicanos. Países como España y Brasil tienen reglas claras que regulan el modelo de negocios multinivel. Esto ayuda a neutra­lizar empresas sospechosas de desarrollar esquemas de Ponzi o a intervenirlas a tiempo antes de que suceda una crisis. En República Dominicana, uno de los principales problemas es precisamente que, ante la falta de regulación, la línea entre una pirá­mide y un negocio multinivel es cada vez más delgada e ilegible. Según Arroyo, la forma de saber si alguien está frente a un esquema de Ponzi o un multinivel es preguntándose de dónde vienen las ganancias. “En los negocios multinivel, la rentabilidad se obtiene de la venta de productos. En este esquema hay un intercambio de productos por dinero, lo que no sucede en el esquema Ponzi.” A pesar de las advertencias, Ana y miles de dominicanos más están dispuestos a jugarse la chance. Tampoco las denuncias en otros países han servido para prevenir a los domi­nicanos y calcular si están frente a una estafa. El caso más dramático, sin duda, fue el de Colombia, donde seis millones de personas perdieron sus inversiones, equivalentes a 0.8 % del PIB de ese país. Aunque muchos se niegan a ver las señales, los peligros de perderlo todo están latentes. Ninguna de estas empresas informa correctamente a sus nuevos miem­bros sobre los riesgos que corren al invertir su dinero en ellas. Por ejemplo: ante un eventual cierre o paralización de sus activi­dades, los más perjudicados serían los nuevos miembros o quienes hayan decidido reinvertir porque no tendrían tiempo de recuperar su dinero. ¿Qué pasaría si, un día, Ana se levanta y el servidor o la plataforma informática que ella utiliza para “trabajar” estuviera fuera de servicio? ¿A quién contacta si muchas empresas ni siquiera cuentan con un domicilio comercial en el país? En sus contratos especifican clara­mente que no existe una relación laboral entre la empresa y el trabajador. Otros ni siquiera incluyen en su sustento las leyes y normas de la República Dominicana, y su domicilio comercial está fuera del país, lo que imposibilita cualquier notificación en caso de una denuncia. Ésta es la misma preocupación que externa la directora de Proconsumidor, Altagracia Paulino. De hecho, explica, “todos los contratos que impliquen la expresión de la voluntad de las partes tienen que estar registrados en esta institución”. También hace un llamado a las auto­ridades para poder regular este tipo de negocios, ya que muchas de las empresas multinivel operan en línea desde otros países. Aunque existe una ley de comercio electrónico y firmas digitales, aprobada en 2002, es necesario revisar que se actualice la forma como son catalogados los delitos por esta vía. Además, el tema con estas empresas ha captado el interés de la institución, a tal punto que República Dominicana podría plantear el tema en la agenda del Foro Iberoamericano de Agencias Guber­namentales de Protección al Consumidor, con el propósito de comparar las distin­tas experiencias y unificar las políticas efectivas para combatir los riesgos de las estafas piramidales. Proconsumidor insta a no guardar silencio ante algún incumplimiento. “Cualquier persona que se sienta estafada por este tipo de empresas puede venir a nuestras oficinas y poner su denuncia. Aquí tenemos un fiscal asignado que puede determinar si estamos en presencia de un delito penal”, concluye la directora. Al final, los inversionistas de Wall Street y los de la Romana podían tener algo en común. El año pasado, desde su celda en una cárcel de Carolina de Norte, Bernard Madoff ofreció una entrevista al New York Magazine, que le preguntó: “¿Cómo fue que financistas de bancos y fondos de alta especulación, en teoría la crema del mundo económico, no vieron este fraude elemental?” Él insiste en que tenían que suponerlo, pero que su actitud era: “Si estás haciendo algo ilegal, preferi­mos no saberlo.” ¿Les pasará lo mismo a los dominicanos?

 

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