La pobreza en ese rango de edad causa toda una serie de potenciales problemas sociales que deberían resultar de alta prioridad. La transmisión intergeneracional de la pobreza es cada día más relevante.   Hace un mes, cuando se dio a conocer la medición de pobreza de Coneval, la noticia que ocupó los medios fue el incremento de 2 millones de personas en condición de pobreza y poco más de 3 cuyo ingreso no alcanza para adquirir una canasta alimentaria básica. Estos resultados, por su naturaleza e importancia, causaron debate, aunque quizá no el suficiente dadas las condiciones del país. Sin embargo, en ese mismo informe de Coneval existe un indicador aún más preocupante: el de la población de 0 a 18 años en condición de pobreza. Con respecto a 2012, este número aumentó en 0.7%, es decir, 2 millones de personas. La razón por la que este indicador es preocupante sobremanera es la siguiente: el incremento en la población de ese rango de edad en situación de pobreza indica que la transmisión intergeneracional de la pobreza es cada día más relevante y, peor aún, hace suponer que seguirá creciendo. Somos un país donde 46.2% de sus habitantes son pobres de acuerdo con la metodología de Coneval, pero donde 79.5% es pobre o vulnerable (en riesgo de ser considerado pobre). La pobreza en el rango de 0 a 18 años de edad causa toda una serie de potenciales problemas sociales que deberían resultar de alta prioridad. Múltiples estudios que tratan de encontrar la relación entre pobreza y el desarrollo de los niños han concluido que en el periodo de desarrollo éstos no lograrán desarrollar plenamente sus habilidades intelectuales, quedando permanentemente mermados en sus capacidades para aprovechar la poca educación que recibirán y, peor aún, dificultando que se logre acumular capital humano y conseguir empleos de calidad en su adultez. Una muy buena referencia para este tipo de literatura puede encontrarse en este artículo de la doctora Olga Rodríguez Sierra y el doctor Jesús Reséndiz Silva. Siguiendo la misma ruta que estos estudios se encuentra el trabajo reciente del profesor James Heckman, Premio Nobel de Economía 2000, cuyo trabajo se ha centrado en demostrar la importancia de la inversión enfocada en niños de 0 a 5 años, el periodo –según este tipo de estudios– más crítico en las habilidades cognitivas y también en el que existen los mayores retornos a la inversión. Adicionalmente a una calidad de vida limitada y la destrucción del acceso a oportunidades que estos niños puedan tener, presentan impactos económicos generales en el largo plazo. Un ejemplo de esto es la productividad laboral en la economía, en la cual México tiene la tasa más baja de toda la OCDE, mismo caso si observamos el número de personas entre 15 y 19 años realizando estudios, también la más baja de toda la OCDE. Esto sólo hace que la población en ese rango de edades sea la que tiene la mayor probabilidad de ser pobre, sólo superada por la población de 66 o más años. Es decir que somos un país de jóvenes y viejos pobres, un país que tiene un serio problema de trampas de pobreza.
El riesgo relativo de pobreza es la tasa de pobreza específica por edad entre hombres y mujeres dividida por la tasa de pobreza en toda la población y posteriormente multiplicada por 100. Fuente: Elaboración propia, con datos de la OCDE.

El riesgo relativo de pobreza es la tasa de pobreza específica por edad entre hombres y mujeres dividida por la tasa de pobreza en toda la población y posteriormente multiplicada por 100.
Fuente: Elaboración propia, con datos de la OCDE.

En el país de las desigualdades, son los jóvenes quienes enfrentan el costo más alto de las mismas. Si observamos la llamada Curva del Gran Gatsby (llamada así en alusión de la célebre novela de Scott Fitzgerald), que mide la correlación entre desigualdad y movilidad social, tomando en cuenta el ingreso de la generación actual y el ingreso de sus padres observamos que México es uno de los países donde la correlación es más fuerte.  

Mobilidad intergeneracional y desigualdad (Curva del Gran Gatsby)

Fuente: Corak 2012.

Fuente: Corak 2012.

De esta manera, el problema de la pobreza y la desigualdad, especialmente entre el grupo de edad de 0 a 18 años, debería preocuparnos mucho más y deberían discutirse formas de atacar el problema, que a diferencia de la lectura más simplista, pero a su vez difundida entre la población, no es un mero problema de educación entre los niños de primaria o secundaria, ni se resuelve incrementando los resultados de las pruebas PISA. El problema se ve más duramente reflejado entre aquellos en edad de preparatoria, en que México es uno de los países donde menos personas han llegado al menos a ese grado. La estrategia para combatir la pobreza en esa población debe pasar por la creación de oportunidades, y para eso es necesaria una estrategia enfocada en la creación de capacidades y que éstas a su vez encuentren un mercado laboral en el que puedan expresarse. Poco sirve un sistema que no puede ofrecerle empleos dignos a las personas. Los resultados de aquellos que se dedican a estudiar este fenómeno sugieren que si el Estado lograra intervenir lo suficientemente a tiempo y de manera consistente durante el desarrollo de los jóvenes podría fomentar de forma significativa la formación de estas capacidades y tener un efecto de derramamiento intergeneracional. Quizás ésta sea la mayor falla de nuestros programas de desarrollo social como Oportunidades, ahora Prospera, que no han logrado romper los mecanismos de transmisión de la pobreza entre padres e hijos. Por esta razón es necesario una mejor y mayor intervención pública en estos asuntos. La inversión en este tipo de poblaciones no exhibe ningún sacrificio entre igualdad y eficiencia; al contrario, como muchas otras políticas redistributivas e intervenciones del Estado, puede mejorar la eficiencia. Es necesario repensar la forma en que conducimos la política económica y la política social como país, pero también es necesario que prestemos una mayor atención a los distintos aspectos de la pobreza y la desigualdad. Durante mucho tiempo ya ha prevalecido una retorica que plantea que estos problemas se resolverán a sí mismos, que mientras la economía crezca todo se solucionará. Los hechos muestran la falsedad de esa posición, y ya es tiempo de que demandemos que estos problemas comiencen a ser resueltos, pues de lo contrario seguiremos viviendo en un país que no es capaz de ofrecerle a sus habitantes oportunidades y menos resultados.   Contacto: Correo: [email protected] Twitter: @DiegoCastaneda   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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