Aunque el gobierno dice que todo va bien, la percepción de la ciudadanía es que no es así; hay una dicotomía entre la comunicación política y la realidad en los bolsillos y la actitud de los mexicanos.   Una vez concluido el proceso electoral que marca el meridiano de la actual administración federal, y en el cual los ciudadanos derrotamos a la apatía y al abstencionismo, elementos dañinos para la democracia, y que eran promovidos por poderes fácticos, es momento de operar con firme decisión las reformas que todavía no se han implementado en su totalidad y hacer un análisis exhaustivo de cuáles no han resultado como se esperaba, para realizar los ajustes que sean convenientes. Las elecciones para gobernadores y la renovación de la Cámara de Diputados, las delegaciones y la Asamblea del Distrito Federal representan una evaluación de la ciudadanía al Poder Ejecutivo en turno, toda vez que, a través del voto, ésta decide si le brinda o no el capital político necesario para poder concluir su mandato con una mayor capacidad de maniobra en el ámbito legislativo. Tras el ejercicio electoral del 7 de junio, el gobierno del presidente Peña Nieto contará con los elementos suficientes en el Congreso de la Unión para poder llevar a cabo negociaciones favorables gracias a que tendrá, junto con sus aliados, mayoría simple. En síntesis, puede lograr con cierta facilidad empujar algunas iniciativas, pero para las reformas que requieran cambios a la Constitución tendrá que convencer a las otras fuerzas políticas. La segunda parte del sexenio no deberá tratarse con aspectos superficiales o de propaganda, sino de acciones profundas que realmente tengan un impacto positivo en la economía, porque la situación actual es bastante precaria. Aunque el gobierno dice que todo va bien, la percepción de la ciudadanía es que no es así; hay una dicotomía entre la comunicación política y la realidad en los bolsillos y la actitud de los ciudadanos. Un reto para el presidente será acercar estos dos puntos a fin de operar las reformas al punto que sean útiles para el futuro de México. Una parte de este importante reto radica en los drásticos cambios en materia petrolera. En la actualidad, el barril de petróleo de la mezcla mexicana se encuentra alrededor de 55 dólares; a principios de 2014 se encontraba en 90. Esta depreciación del 80% de su valor ha impactado las finanzas públicas y con ello los planes de producción y la derrama esperada. Otro caso es que más allá del elemento discursivo, la realidad muestra que la reforma educativa, que es, quizá, la de mayor importancia para el futuro del país, es “letra muerta” en varias regiones del territorio nacional, lo que toma una condición dramática cuando se considera que se trata de las zonas que más requieren de un cambio estructural en su sistema educativo considerando los índices de pobreza y marginación en que viven. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, a través de sus fallos, ha brindado su total respaldo a esta reforma, toda vez que reconoce que el derecho de los niños a la educación debe prevalecer por sobre todo lo demás. Incluso, la opinión pública ha manifestado su total apoyo a favor de la transformación del sistema educativo. Entonces es momento de que el gobierno federal reconozca que si durante los primeros años necesitó de negociadores, ahora de lo que precisa es de operadores que materialicen en resultados las altas expectativas que se generaron con los cambios alcanzados entre 2013 y 2015. Va a ser determinante la actitud del nuevo Congreso para ver qué tanto los diputados electos mostrarán su actitud patriótica e inteligente y no llegarán sólo a buscar los beneficios de su puesto, así como medir su capacidad política para dar salida a todas las leyes propositivas que están en marcha en materia de telecomunicaciones, aparato financiero, competencia económica, energía, entre otras. Esta nueva legislatura que entra en funciones será, además, la última bajo el actual esquema, ya que a partir de 2018 los diputados podrán ser reelectos y se pondrá fin a los chapulines, por lo que esta Cámara tiene un muy importante compromiso ante la historia. Finalmente, ante un marco internacional que se vislumbra como poco favorable, será crítico evaluar cómo reaccionarán los mexicanos ante este segundo periodo presidencial, a fin de conocer si lo apoyamos o si se propicia una nueva alternancia al final del periodo. Gran parte de esa respuesta radicará en la eficiencia de la gente que opere la segunda mitad del sexenio, la cual debe traducirse en un crecimiento de entre 3% y 4% del PIB y una mejoría del ingreso per cápita.   Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

 

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