A base de sudor e inteligencia, el pakistaní Shahid Khan creó un imperio manufacturero descomunal –valuado en 3,400 millones de dólares– de las ruinas de una refaccionaria automotriz en Illinois. Para celebrar, compró a los Jaguares de Jacksonville con la promesa de posicionarlo como uno de los mejores.    Por Brian Solomon   De cabello color negro, largo y suelto, y un grueso bigote, Shahid Khan, de 62 años, es un hombre acostumbrado a provocar una impresión duradera, es un contrastante aventurero de capa y espada,  enfrentado a la desolación. Khan es propietario único y Director General de Flex-N-Gate, erigió casi de la nada una de las distribuidoras de autopartes más extensas de norteamérica, a sólo 56 kilómetros de sus oficinas principales que hoy emplean a más de 13,000 personas en 52 fábricas alrededor del mundo. Las ventas en 2011 alcanzaron 3,400 mdd y Forbes estima su patrimonio en 2,900 mdd, colocándolo en la primera mitad de lista. Un logro monumental para cualquiera. Oriundo de Pakistán, a los 16 años voló a Illinois para estudiar Ingeniería y donde a la fecha continúa viviendo. La historia de éxito de Khan, es una que avala un hecho irrefutable: los inmigrantes hábiles y motivados son generadores de empleos probados y no lo contrario. El sueño americano de Khan continuó creciendo al adquirir a los Jaguares de Jacksonville por 700 mdd. Al hacerlo, se convirtió en el primer propietario procedente de una etnia minoritaria al interior de una liga que es sinónimo de porristas, fiestas tailgate (celebraciones previas al evento que se llevan a cabo en los estacionamientos de los estadios), el Día de Acción de Gracias y el más secular de los días festivos de Estados Unidos: el Súper Domingo. “Comprar dentro de la NFL fue una afirmación sobre las oportunidades que Estados Unidos ofrece”, dice Khan. También lo es su capacidad emprendedora. Los Jaguares son el equipo más financieramente incapacitado y el menos popular de una liga por demás envidiada mundialmente. Los Jaguares registran el cuarto mercado más pequeño de la liga, con tan sólo 1.4 millones de personas en el área metropolitana de Jacksonville. No han tenido una temporada victoriosa desde 2007 ni ganado su división desde 1999, o asistido jamás al Súper Tazón. En 2008 lograron una plaza de comodín, superando a los Acereros de Pittsburgh y perdiendo posteriormente ante los Patriotas de Nueva Inglaterra. Además, juegan en un estadio cavernoso, el EverBank Field, con aforo para 76,877 personas. En el fútbol colegial alberga el juego anual entre las universidades de Florida y Georgia. Llenar un estadio de estas magnitudes cada segunda noche de domingo puede resultar sencillo en Nueva York o Dallas, pero es altamente improbable en el norte de Florida. Pero ahora tienen a Shahid Khan, un hombre que sabe hallar el lado soleado en una situación funesta. Y quien, asegura, tiene un plan. Khan llegó a Estados Unidos a los 16 años para estudiar Ingeniería en la Universidad de Illinois, justo a la mitad de una tormenta de nieve, sin un sitio dónde hospedarse y con sólo 500 dólares.  Se volcó en sus estudios, ingresó a la fraternidad Theta Pi y conoció a la que sería su esposa, Ann Carslon Khan, con quién tendría dos hijos, Shanna y Tony. Un mes antes de su cumpleaños 21, se tituló en Ingeniería Industrial y consiguió empleo como Gerente de Ingeniería en Flex-N-Gate, una empresa local de repuestos automotrices. En aquella época, la compañía elaboraba parachoques mediante un proceso ineficiente que constaba de soldar hasta 15 piezas sueltas, una a la vez. “Miro hacia atrás y me pregunto qué demonios estaban haciendo”, comenta Khan. Por los siguientes siete años supervisó el proceso técnico para disminuir la complejidad del mismo, pero a la larga Kahn fue obstaculizado por la mezquindad del negocio de refacciones. Ni a uno solo le interesaba innovar en la venta de piezas sueltas. Para realmente crear un impacto, tendría que diseñar directamente para los mercados de repuestos automotrices. Se puso a trabajar y lo que surgió fue revolucionario: troquelada por una sola pieza de metal, el nuevo parachoques de Khan adelgazaba la parte trasera de la camioneta, una “dieta” que las pickups requerían cada vez más para la mejora en el ahorro de gasolina. Con un apartado postal y un crédito a una pequeña empresa, en 1978 Khan dio su primer paso independiente y la clientela comenzó a llegar casi inmediatamente a su recién bautizado taller, Bumper Works. General Motors importaba una pickup Isuzu fabricada en Japón llamada Chevy LUV, pero el vehículo no aprobaba los requerimientos de peso; Chrysler enfrentaba el mismo dilema con su Dodge D50, confeccionado por Mitsubishi. Ambos modelos se beneficiaron del parachoques “dietético” de Khan. Sin embargo, la luna de miel no duró mucho. A una semana de haber dejado Flex-N-Gate, fue demandado por la compañía por hurto de secretos comerciales y violación de obligaciones fiduciarias. Una orden judicial hubiera inhabilitado a Bumper Works antes de que pudiera dar su primera prueba de manejo. Sin mucho dinero, Khan contrató al abogado más económico que encontró para representar en el juicio a su nueva empresa. Khan se dio a la tarea de dirigir eficientemente él mismo la defensa.   Por dos años, a pesar de ganar ronda tras ronda, Khan se sintió amenazado, pero continuó luchando sin rendirse. Poco tiempo después, en 1980, la Suprema Corte de Illinois se negó a escuchar la segunda apelación de Flex-N-Gate y Khan compró a su antiguo empleador –que perdía 50,000 dólares mensuales, justo cuando su negocio comenzaba a despuntar– por nada más que el valor contable contractual. Khan tiene un dicho sobre el negocio de autopartes que parece apropiado para diversas ramas: “No tienes que dejar atrás al oso, sólo al otro tipo”. Solía llevar consigo una lista de 19 competidores hasta que el último quebró. Dicho eso,  poco después Khan combinó operaciones con la nueva administración de Flex-N-Gate, y el oso, –en este caso personificado por General Motors– fue tras él. El gigante automotriz –el mayor de los Tres Grandes cuando aquellas compañías controlaban 73% del mercado norteamericano– lo llamó inesperadamente. Buenas noticias: GM estaba fascinado con su diseño revolucionario de parachoques y lo quería utilizar en toda su gama de vehículos. Malas noticias: Flex-N-Gate era demasiado pequeña para reforzar tan extensa producción, por lo que GM se vería forzado a ofrecerle el proyecto de rediseño a otro proveedor masivo. De cierta forma, el producto de Khan era tan beneficioso que lo llevaría a la quiebra. GM entonces obtuvo su diseño original derivado de un contrato base en donde Khan dimitía a sus derechos de propiedad intelectual; ellos no tenían que lidiar más con su pequeña compañía. General Motors no era el único fabricante automotriz que “solía tratar a sus proveedores como basura”, dice Jim Gilette, Director de Análisis automotriz de IHS Automotive. Khan, el eterno optimista, lo ve diferente. “Realmente fue la mejor opción para ellos”, confiesa. “Nosotros no teníamos cómo aumentar la fabricación diaria de 200 piezas a 40,000”. Sin embargo, sabía que GM tenía una relación cercana con Isuzu, que pronto comenzaría a exportar en pequeños volúmenes autos a Estados Unidos. Khan pidió entonces ayuda a GM. Era, literalmente, lo menos que podían hacer. “Está bien, aquí tienes el nombre y el número telefónico de la persona en Japón. Date vuelo”, le dijeron. Reclutó estudiantes con doctorados en ciencias computacionales para que viajaran con él a modo de intérpretes y lentamente obtuvo la confianza de los ejecutivos de Isuzu. Resultó ser una gran oportunidad en el mercado correcto en el tiempo preciso. Los fabricantes japoneses de la industria automotriz ya estaban haciendo su incursión al mercado norteamericano y necesitaban vendedores. Khan crecería junto a ellos. Mazda contrató a Flex-N-Gate y así fue que Khan obtuvo al Santo Grial, Toyota, y se las ingenió para ser su distribuidor exclusivo de parachoques en. En 2001 las ventas de Flex-N-Gate alcanzaron 1,000 mdd. Cometió algunos errores en el camino, como el uso de exenciones tributarias que le serían después denegadas por Hacienda y que le generaron cientos de millones de falsas pérdidas, por lo que terminó pagando cerca de 85 mdd por impuestos atrasados. Con todo y esto, su compañía sigue prosperando a paso firme. En 2011, diversas piezas fabricadas por Flex-N-Gate fueron colocadas en más de dos terceras partes de los 12,8 millones de autos y camiones vendidos en Estados Unidos, incluidos modelos de las tres más grandes automotrices norteamericanas. Ahora bien, desde sus días de colegial Khan era fanático del fútbol americano. En la medida que su fortuna aumentaba, comenzó a estudiar el listado anual de valuaciones Forbes NFL para estimar cuán cercano estaba de poder adquirir una franquicia. En 2010 ganó la puja por el 60% de los Carneros de San Luis, pero su homólogo billonario, Stan Kroenke, poseía una acción minoritaria y el derecho de igualar cualquier oferta del resto de la franquicia. Kroenke le quito a Khan la oportunidad de comprar el equipo y desbaratando dos años de negociaciones. “Debes reconocer los golpes y enfrentar a la realidad. Siempre hay algo de bueno en algo malo que te sucede, y hay que buscar precisamente eso”, opina Khan encogiéndose de hombros. Eso de bueno fueron los Jaguares. Poco después de que fuera aprobada la compra de Kroenke, Wayne Weaver, el anterior propietario de los Jaguares, le informó a Khan que estaba considerando vender. Su equipo, por mucho, era la franquicia más probable para reubicarse en Los Ángeles, rellenando así el hueco más grande –la segunda área metropolitana de Estados Unidos sin un conjunto de la NFL– del deporte profesional. Aprendida la lección con los Carneros, Khan se movió velozmente. En octubre de 2011 se reunió con Weaver en un bar del hotel Omni de Jacksonville y escribió su oferta final en una servilleta. Retirando 300 mdd como préstamo de Flex-N-Gate, Khan aceptó liquidar en efectivo la transacción de 620 millones, así como asumir la deuda por 150 millones de los Jaguares Abordando el cambio de rumbo de los Jaguares con el mismo método grácil pero cuantitativo que aplicaría en una fábrica de piezas automotrices en problemas, Khan asignó un nuevo entrenador, el gurú de la ofensiva, Mike Mularkey, pero retuvo al personal que condujo al equipo a ser sexto lugar en defensiva total el año pasado. Por lo pronto, su hijo Tony de 30 años timonea al nuevo grupo de tecnología y análisis del equipo, convirtiendo su pasión por las estadísticas deportivas en lo que los Jaguares ansían sea una ventaja tangible basada en el afamado método matemático Moneyball. También reconoce que el cambio de propiedad es su principal oportunidad de sacudir el pensamiento de que los Jaguares son una franquicia decadente. En 2012 ofrecieron paquetes temáticos especiales de fútbol americano colegial, por ejemplo, una oferta de dos partidos para ver a los Lagartos de Florida que incluye una visita de su anterior superhombre: el mariscal de campo suplente de los Jets de Nueva York, Tim Tebow. Mientras tanto, Khan pretende expandir la base de datos de los fanáticos, permitiendo ingresar alimentos externos al EverBank Field, así como no cobrar las entradas a niños. La parte más audaz del plan de Khan es ésta: difusión ésta internacional. La jugada más sencilla sería escapar a los verdosos pastizales de Los Ángeles, pero igual que administrar una manufacturera en Rust Belt, Khan parece ávido de desafiar las probabilidades y no trasladarse. Aplicando una idea del prontuario de Flex-N-Gate, ve el crecimiento en el extranjero como una manera de lograr su objetivo. Específicamente, lo que pretende es convertir a los Jaguares en una marca global; aseguró un “juego local” en Londres cada temporada por los próximos cuatro años, comenzando en 2013. “Una de las ventajas es que los extranjeros no sienten lealtad por un equipo determinado”, dice Khan, “lo que nos da una oportunidad de ser presentados como su primera opción; con suerte y los cautivaremos”. Khan cree que la presencia internacional de los Jaguares jalará consigo a la ciudad al introducir turistas y empresarios potenciales. “Una de las primeras cosas importantes que hice al principio del año después de adquirir el equipo, fue durante una vista a una compañía de autopartes en Alemania. Me encontraba en la oficina del Director General y había mandado a grabar sus nombres en algunos jerseys de los Jaguares”, cuenta Khan. “Estaban genuinamente emocionados ya que hacía poco habían visto el Súper Tazón. Lo único que no sabían era dónde está Jacksonville”. Khan reconoce que no será fácil. Para él, nunca lo ha sido. Su espíritu inquebrantable proviene de individuos que han visto suficientes partes del Mundo como para apreciar las eternas oportunidades que Estados Unidos ofrece. “Puedes lograr lo que sea que anheles”, expone. “Tendrás que trabajar arduamente, tendrás que forjar tu propia suerte y deberás tener un poco de suerte, también. Pero aquí, es posible”.

 

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