Los días en que las fotografías privadas llegaban a los ojos públicos a través de Facebook u otras redes podrían estar contadas con esta app que permite controlar el tiempo que el destinatario puede ver un mensaje.   La privacidad es una de las nociones más desgastadas en nuestra era digital e hiperconectada. El intercambio de mensajes que establecemos con el mundo deja siempre una huella digital, o al menos así era hasta el surgimiento de nuevas alternativas que hacen aún más efímera la comunicación instantánea, un ejemplo destacado de esta nueva camada de servicios es Snapchat. Creada por alumnos de la Universidad de Stanford, Snapchat es una aplicación para iOS y Android que permite el envío de imágenes con una vida de entre 1 y 10 segundos. Esto quiere decir que el remitente puede decidir por cuánto tiempo el destinatario podrá ver el mensaje gráfico que enviará, una vez transcurrido el intervalo la imagen quedará destruida para siempre. A pesar de lo que los preocupados padres de hijos adolescentes  pudieran pensar, el servicio no es usado (al menos no predominantemente) para el envío de fotografías comprometedoras o sexting, sino más bien para intercambiar selfies (autorretratos). Es quizá en la naturaleza simple de la app donde radica su éxito. El usuario toma una foto, escribe algo encima de ella y la envía a uno de sus contactos. De acuerdo con la compañía de análisis KPCB, durante el primer trimestre de 2013 se compartieron diariamente más de 500 millones de fotografías a través de Internet, de entre ellas, casi 350 millones son publicadas vía Facebook, unos 50 millones vía Instagram y más de 120 millones vía Snapchat, un crecimiento explosivo considerando que en todo 2012, el año de su lanzamiento, se enviaron sólo unos 40 millones de imágenes a través de esta app. Tal crecimiento podría deberse a que no sólo los adolescentes están haciendo uso del servicio, según reporta la New York Magazine, los corredores de bolsa en Wall Street tienen un crush con Snapchat gracias al control que otorga sobre el tiempo de difusión de un mensaje en un sector profesional donde la secrecía no es sólo un código de ética, sino una obligación con implicaciones legales. Todo ese auge desmedido y repentino ha ayudado a la empresa a valuarse en 500 millones de dólares, algo sorprendente considerando el hecho de que apenas en feberero, durante su primera ronda de financiamiento, la empresa fue valuada en sólo 60 millones. Todo apunta a que el futuro de Snapchat es promisorio, al menos en cuanto a financiamiento y crecimiento de número de usuarios. Aparentemente la autodestrucción de los mensajes resulta algo irresistible para muchos usuarios a pesar del hecho de que ya hay servicios capaces de recuperar la imágenes borradas o que el destinatario puede conservar el mensaje a través del viejo y confiable pantallazo, lo cual nos deja prácticamente donde empezamos, en la vieja máxima de “nunca envíes por internet lo que no quieras ver en Facebook”.

 

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