Pese al creciente número de los denominados Grupos de Autodefensa, la autoridad no actúa. ¿Por qué tiene tanta dificultad de hacer uso legítimo de la fuerza para controlar estas expresiones de violencia?       Indigna cuando uno ve esas imágenes de destrucción y vandalismo que surgieron desde el Primero de Diciembre, cuando tomó protesta Enrique Peña Nieto; desde entonces,  se desataron una serie de eventos que van más allá de simples marchas o protestas, los ánimos están caldeados y se cambiaron las pancartas por palos, armas de fuego y bombas molotov. Yo me encuentro entre los muchos que están indignados. Las tensiones han crecido y la efervescencia está entrando en etapas críticas. Los programas que se han impulsado desde la Presidencia de la República no han contado con el consenso que se tenía previsto (o que se esperaba). La desconfianza en las instituciones que imparten justicia es tal que ya varios sectores de la sociedad civil están tomando la justicia en sus propias manos con los denominados Grupos de Autodefensa. El resentimiento hacia la legislación es tal, que los grupos de maestros disidentes e inconformes con la reciente Reforma Educativa han dado un paso más, toman las instalaciones del Congreso de Guerrero y arremeten contra las sedes de los partidos políticos. Grupos armados que van de “Anarquistas” al EPR reviven, y son la gasolina de la llama del descontento. ¿Qué mejor circunstancia para el negocio del secuestro y tráfico de drogas, cuando hay personas que encabezan violentas protestas sociales que ocupan la atención de las autoridades? La lista de estados ya es “gorda”: Michoacán, Oaxaca, Guerrero y la Ciudad de México. ¿Porqué la autoridad tiene tanta dificultad de hacer uso legítimo de la fuerza para controlar estas expresiones de violencia? Tiene que ver con la falta de credibilidad de las instituciones y nuevo estilos de liderazgo. Hay que recordar porque las autoridades tienen tanto temor de hacer el uso legítimo de la fuerza. En un pasado no muy lejano, la herramienta más poderosa con que contaban los líderes autoritarios era el uso ilimitado de la fuerza del Estado y del aparato de inteligencia para amedrentar a sus opositores, ya sea mediante amenazas a su integridad física o con el uso de información que de hacerse pública los hubiera avergonzado. La poca o nula habilidad de los gobernantes para negociar y buscar consensos, y por supuesto su ineficacia política, resultaba en el uso sin restricciones ni cuestionamientos de los mecanismos de represión. Si se puede someter a los demás con golpes y amenazas, ¿para qué tomarse el esfuerzo de buscar el apoyo de los ciudadanos o de las personas que representan? Era mucho más fácil gobernar con la fuerza bruta. Y, aunque la promoción internacional de los derechos humanos claramente influyó en la transición democrática y la protección de los derechos humanos en México, fueron otras tendencias las que empujaron a los líderes autoritarios a reducir dramáticamente el uso de la fuerza como principal herramienta para gobernar. La libertad de expresión, la apertura informativa, la fortaleza de los partidos de oposición y la nueva cultura de transparencia ejercieron una serie de presiones para aquellos líderes jurásicos que usaron la represión. Tal vez esto es lo que más ha acotado el uso de la fuerza. En adelante, el temor de enfrentar un juicio político o criminal en un futuro hará que todo gobernante reconsidere dos veces los hechos, antes de usar la fuerza del Estado para contener a la población. El tema del liderazgo en el Arte de la Guerra de Sun Tzu es punzante y extraordinariamente profundo. Ya hace más de dos mil quinientos años que se habla de las características o virtudes que debe tener un líder: “El liderazgo es cuestión de inteligencia, equidad, humanidad, valentía y autoridad”. ¡Autoridad! Para un líder moderno esto no quiere decir que el Presidente deba ser autoritario. Pero sí creo que un mandatario debe tener un buen juicio y no temer el uso de la fuerzas legítima para imponer el orden. Un mandatario temeroso de usar la autoridad no inspira respeto sino desdén. Pero también Sun Tzu habla de la importancia de que un líder tenga autoridad. Creo que un mandatario tiene que tener un buen juicio y no temer usar las fuerzas de seguridad para imponer el orden, cuando se requiera. Sun Tzu también advirtió que “un excesivo uso de la autoridad tiene como consecuencia la crueldad”; un mensaje relativamente fácil de entender, aún para los gobernantes más densos. Esto no impide que un líder político no pueda usar las fuerzas de seguridad en momentos que sea necesario hacerlo. La diferencia es que el líder moderno lo pondera y sabe que es la última opción que debe considerarse. Los líderes modernos, ante todo, saben anticipar, negociar y crear consensos. Pero también hacer uso legítimo de la fuerza si es necesario. Pero esto requiere que las autoridades tengan credibilidad y, sobre todo, apoyo político y social de enfrentar a los violentos.

 

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