En la década de 1980, China inició un proce­so de reformas económicas y de apertura comercial. Una de las industrias beneficiadas fue la automotriz, que hasta entonces carecía de recursos y tecnologías. El gobierno chino cambió de políticas y aceptó inversión extranjera en ese sector, y aunque fue criticado por mantener su intervencionismo, logró crear capacidades locales de diseño y producción. Hoy el país asiático tiene armadoras de capital chino que operan y compiten glo­balmente. Una de esas empresas es SAIC Motor, con ventas superiores a 75,000 millones de dólares (mdd). México abrió su economía por las mismas fechas, y aunque no tiene un mercado interno del tamaño del chi­no, está al lado de uno muy grande: Estados Unidos, al que lo une un importante tratado comercial. Pero México no tiene su propia industria automotriz, aunque fabrica millones de autos cada año. “A este tratado (el TLCAN) le hizo falta desde el inicio una perspectiva de desarro­llo económico y nacional más que de crecimiento. Tuvo aciertos, aspec­tos positivos y generó crecimiento económico durante varios años, pero también ha sido un crecimiento sectorial”, afirma Elisa Dávalos, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. China, dice Dávalos, puso condi­ciones a la inversión extranjera di­recta (IED) y a la vez abrió alternati­vas para que las empresas locales se nutrieran de innovación y tecnolo­gía. “Este tipo de perspectiva de lar­go aliento fue uno de los elementos ausentes durante las negociaciones e implementación del TLCAN –aña­de–. Nuestras condiciones son muy diferentes a las China, pero varios aspectos podrían haberse ensambla­do de manera eficiente”. El tratado hizo posible una profunda integración económica en la región a través de las cadenas glo­bales de valor, explica Dávalos, y no hay duda que la industria automo­triz salió beneficiada. México está ahora integrado en esas cadenas, pero ahora el reto es agregar valor. Este valor no lo da el hecho de tener en el país a Bombar­dier y otras empresas aeronáuticas ensamblando partes de aviones, aún cuando es una industria de alta tecnología, sino que debe verse qué aportes hace el país a la cadena, expone la investigadora. Ha habido logros, pero se necesita una política industrial que genere un impulso y un salto cuantitativo en ese rol den­tro de las cadenas locales o globales de producción, indica. También hay un perdedor franco con el TLCAN: el sector agrícola tradicional. Para muchos países este sector es estratégico, pero en México ha quedado al margen. Los expor­tadores de cierto tipo de verduras y frutas han sido exitosos, pero el sector agrícola en su conjunto sigue bastante afectado. Antes que China, Japón también supo enfrentar la apertura, y prote­ger su sector agrícola con políticas eficientes diseñadas después de la Segunda Guerra Mundial. Y lo mis­mo hicieron en su momento Europa, Canadá y Estados Unidos. En México fue distinto desde el inicio. Mientras las exportaciones de México a Estados Unidos se sujetaban a reglas estrictas de pago de aranceles y apego a cuotas, en el sen­tido opuesto las cosas eran muy dife­rentes: es muy poco probable que los importadores mexicanos pagaran los aranceles correspondientes. También puedes leer: Renegociar el TLCAN no funciona: Jacobson Un episodio muy claro en ese momento fue el caso del frijol que entraba a México en 1999. El arancel por exceder la cuota era, según el tlcan, de 365 dólares por tone­lada, por lo que el pago adicional para el erario debió ser de 23.4 mdd, pues la cuota se excedió en 64,149 toneladas. Si se hubiesen cobrado esos impuestos se ha­brían limitado las importaciones de frijol de Estados Unidos, pero las autoridades mexicanas al parecer decidieron no cobrarlos y permitir esas compras adiciona­les, dice el artículo TLCAN, sector agropecuario mexicano y comercio desleal publicado en 2001 por Eduardo Alcaraz Ortiz y Gabriela Alcaraz Prous en la revista de Bancomext. El uso adecuado de las cade­nas globales de valor hace que un país no tenga que buscar ser competitivo sólo en exportacio­nes, sino también en las impor­taciones. Las reglas de origen del TLCAN son cada vez más una limitante para las empresas multinacionales. Por ejem­plo, Estados Unidos importa una cantidad creciente de componentes automotrices, y lo que más conviene a las grandes armadoras de ese país es importar insumos de lugares dis­tintos a Norteamérica, siempre que ofrezcan mejores alternativas. Ahí es donde entra el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asocia­ción Económica (TPP), que modifica las reglas de origen que el tlcan estableció, explica Dávalos. Otro de los grandes perdedores en México con el TLCAN son las Pymes que no han sido capacitadas ni tienen la opción de insertarse en las cadenas globales de valor. Esto es resultado de un proceso de centra­lización de capitales vía fusiones y adquisiciones. “Cada vez hay más capital en manos de menos manos”, señala. La integración del autotransporte ha sido otro pendiente, apunta Fran­cisco Lelo de Larrea, subdirector del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (Ceesp). El progra­ma piloto que se implementó en 2014 no condujo a lo que señala el TLCAN: que los transportistas de uno y otro país den servicio en el país vecino. De estos programas, que tienen caducidad, han sido pocos los beneficiados. El tratado creó muchas expectativas y se vio como la vía para que en México mejoraran las condiciones de vida y generara más empleos, dice Gustavo Vega, secretario general de El Colegio de México. El objetivo que Méxi­co sí logró, asegura Vega, es con­vertirse en uno de los principales proveedores de Estados Unidos y en el principal mercado para más de 20 de sus estados. A Vega no le sorprende que la postura antitratado esté presen­te en la campaña electoral de Estados Unidos: “Obama habló de renegociarlo, pero no lo hizo, Trump había prometido que lo eliminaría, y luego dijo que lo renegociaría, Clinton ya también habló de renegociarlo –recuerda el especialista–. Yo creo que se va a re­abrir el tratado y se van a pedir más avances hacia ciertos temas como el comercio electrónico, medio am­biente y energía (pues) por ejemplo, energía quedó fuera del TLCAN”. El TLCAN ya jugó un papel muy importante en la reconfiguración de la planta productiva de Norteamérica, y en este sentido, concluye Dávalos, ya no habría nada nuevo que ofrecer. También puedes leer: 6 formas en que México sí ganaría al renegociar el TLCAN 

 

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