República Dominicana: a emprender se aprende desde las aulas universitarias con la creación de centros que fomentan ideas creativas entre los estudiantes. Se acabaron las escuelas que crean empleados.   Por Luis Daniel Núñez Inscribirse en la universidad con el firme objetivo de formar una empresa y trabajar para sí mismo no es una meta común entre los futuros profesionales. Entre los escasos protagonistas que se atreven a lanzarse está Francarlos Esteban Bencosme, un joven que a sus 20 años ya tiene los ojos y el corazón puestos en un proyecto llamado Infraestructuras Viales Autoabastecibles (IVA). Francarlos y sus compañeros Lucas Sanó y Joel Alexánder se atrevieron a cruzar la puerta al mundo del emprendimiento que vieron abierta en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), donde estudian, y en el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT). Todo comenzó en 2006 con el surgimiento del Programa de Emprendimiento, que forma parte del Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación 2008-2016 del MESCYT. Ese programa se concibió para crear un espacio donde los universitarios pudieran aprender las formas y maneras más efectivas para elaborar sus propios planes de negocios, para luego desarrollarlos exitosamente. Así nacieron los centros de emprendimiento e incubadoras de emprendedores en las universidades. Toda esta estructura se sustenta en cuatro pilares: Fomento de la cultura de emprendimiento, apoyo a la creación de centros universitarios de emprendimiento e innovación, fortalecimiento de la red de incubadoras y fondo de emprendimiento e incubación. En el primero de los pilares se circunscribe la popular Competencia Nacional de Planes de Negocios. En los primeros cinco años las competencias tenían como premio un monto de 100,000 pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar)  para el mejor proyecto de cada universidad, cifra aumentada en el 2014 a 250,000 pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar). Entre los beneficiados de estas iniciativas se encuentran Francarlos, Joel y Lucas. Francarlos, estudiante de Ingeniería Mecatrónica del INTEC, explicó que su proyecto IVA es un sistema destinado a aprovechar el flujo vehicular en una determinada zona para generar energía eléctrica. El joven emprendedor confesó que el IVA nace como un proyecto de INTEC, ideado primero por su compañero Lucas Sanó, quien quiso producir energía eléctrica con el flujo vehicular. “Me encargué, junto a mi otro compañero Joel Alexánder, de diseñar el proyecto para producir 400 watts con cada vehículo que pase por él. Participamos en la vi Competencia Nacional de Planes de Negocios, y ganamos el primer lugar por INTEC”, contó. Y agregó: “Queremos que los jóvenes se interesen por crear ideas, pues así es que el país se desarrolla en un aspecto más industrial y ´primermundista´. En ese campo queremos servir como ejemplo”. Es tal la dedicación que siente por este y otros proyectos que tiene en carpeta, que Francarlos admite que no se ve trabajando en una empresa. “Me sentiría cohibido, limitado”, expresó.   Apoyo del MESCYT Para el ingeniero Orlando Pérez Richiez, director del Programa de Emprendimiento del MESCYT, el rol de una institución de educación superior, en esencia, es crear conocimiento; preparar al recurso humano que se insertará en el mercado laboral. “Pensar que de una universidad saldrán 30 emprendedores de 300 que entran no ocurre ni aquí ni en Irlanda o Estados Unidos”, puntualiza. Cuenta que desde 2008 desarrollan un programa de emprendimientos con universidades, pero cada una lo lleva a su ritmo. “Algunas quisieron dar un paso más creando los centros de emprendimiento e innovación. Trabajamos en asesorarles en el proceso de modificación curricular; motivarles y ayudarles en la asistencia técnica y capacitación”, relata. El año pasado ese programa tenía un presupuesto de 3 millones de pesos de República Dominicana (a un tipo de cambio de 45 pesos de RD por dólar) para financiar 12 proyectos. Pérez Richiez lamenta que no se entregue cerca de la mitad de los fondos disponibles para apoyar iniciativas de emprendimiento debido a varios factores, como que los emprendedores abandonan su propuesta o no se valida en el mercado, por lo que no se justifica seguir invirtiendo. Los fondos que no se usan permanecen en la cuenta bancaria del MESCYT para los próximos proyectos. “Somos rigurosos en asegurar que los proyectos reciban fondos muestren avance y que haya un soporte de documentación que avale sus gastos. Esa validación se realiza junto a la universidad”, indica. Pérez Richiez no está de acuerdo con que las universidades se enfoquen en impartir el emprendimiento exclusivamente con materias, pues —asegura— el emprendimiento que hoy tiene mayor valor es el de componente tecnológico y probablemente esos estudiantes no den tales asignaturas. “Lo bonito es que cuando el conocimiento de ingeniería o marketing se une al de leyes o negocios, surge una comunidad que apoya el emprendimiento”. Indica que no hay una nación del mundo que muestre verdadero desarrollo económico si no presenta una renovación constante de su aparato productivo. “El que inventa, inventa; el que crea, crea, pero el que ejecuta es el emprendedor”, concluyó.

 

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