¿Quién fue el genio que pensó que una oficina abierta y sin divisiones era una buena idea? Aparentemente, muchos gerentes hoy en día. Aquí de decimos cómo lidiar con la situación.   Por Susan Adams   En la actualidad, muchos oficinistas se ven obligados a aglutinarse en espacios de trabajo compartidos o abiertos sin divisiones. ¿Qué haces cuando estás atorado en medio de vecinos parlanchines que sólo te distraen? He aquí algunos pasos a seguir. Cuando empecé en Forbes, los jefes me pusieron en una grande y espaciosa oficina. Junto a otros dos periodistas. Ambos me agradaban, pero el acomodo causó estragos en mi trabajo. Estaba concentrada en el texto legal que estaba leyendo, a punto de descubrir el meollo del asunto, cuando Tom tomó el teléfono y empezó a entrevistar a un administrador de fondos de inversión. Luego Doris entraba presurosa, recién llegada de su encuentro en Sotheby’s, y se apoderaba de una de las dos líneas telefónicas. A veces, cuando los tres hablábamos con nuestras fuentes, llegué a pensar que la cabeza me estallaría en pedazos. ¿Quién fue el genio que pensó que un espacio de trabajo compartido era una buena idea? Aparentemente, muchísimos diseñadores de oficinas y jefes como él, entre ellos el ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, estaban a favor de una oficina así, con grandes espacios abiertos y sin divisiones. No puedo imaginarme a alguien capaz de escuchar sus propios pensamientos en un sitio así. Aunque las salas de redacción son famosas por estar llena de ruido y confusión, por mi parte nunca he sido fan del caos sin paredes. “Solía rechinar los dientes”, dice un ex colega que se sentaba al lado de una colega que pasaba la primera hora de la mañana llamando a sus amigos para informarles sobre sus aventuras vividas en la velada anterior. “La escuchaba contar la historia de cómo vomitó a cinco o seis personas diferentes. Me vi obligado a tomar un montón de recesos.” Si quieres evitar daños dentales ni sobredosis de cafeína, aconseja Stacey Jerrold, una coach de carrera de la ciudad de Nueva York, considera la posibilidad de una discusión franca con tu colega: “Yo diría, ‘Oir tu historia una vez ya es bastante malo. Tal vez podrías reunir a tus amigos en una conferencia telefónica y contarles a todos de una vez, sobre todo las mañanas después de que has vomitado.’” Con suerte, ella comprenderá y mantendrá sus conversaciones personales fuera de la oficina. Si ella hace caso omiso, no tengas miedo de compartir tu caso con tu supervisor o el departamento de recursos humanos. Asegúrate de comportarte irreprochablemente como tú mismo, aconsejan tanto Jerrold como la coach de carrera Connie Thanasoulis-Cerrachio. Baja la voz, mantén tus llamadas personales a un mínimo y no chismees sobre tus colegas. Jerrold también sugiere intentar negociar los horarios de trabajo con tus colegas. Piensa en tus necesidades diarias y las horas en las que eres más productivo. Si es por la mañana, sugiere que deseas silencio, digamos, entre las 10 am y el mediodía. Coordina tu hora de comida para que distintos integrantes del equipo salgan a una hora diferente. Habla con tus compañeros de oficina acerca de la visita de colegas, también. Probablemente tendrá sentido para todos acordar que las reuniones en el espacio compartido no deben extenderse por más de cinco minutos. Si tu compañero necesita sostener una charla más larga, debe llevarla a otro sitio. Exploren la opción de una sala de conferencias y, si pueden, reserven tiempo en ellas para realizar labores que requieran concentración ininterrumpida. Si te sientas en una oficina abierta sin divisiones, considera reacomodar los muebles, posicionando tu escritorio y silla para que no mirar directo a tus colegas. Las distracciones visuales pueden ser tan perjudiciales como las voces. Para apagar esas voces, usa tapones para los oídos, puede hacer maravillas, al igual que un buen par de audífonos con cancelación de ruido conectados a un iPod cargado con una playlist que hayas escogido a mano justo para ayudarte a hacer mejor tu trabajo. O deja que las relajantes ondas sonoras de un disco con sonidos de la naturaleza inunden tu oficina y ahogue el ruido. Otra forma eficaz de hacer frente al caos: yoga. Te enseña a aceptar tu entorno, el ruido y todo, mientras te concentras en tu trabajo interior. Cuando todo lo demás falla, el sentido del humor puede ayudar. Otro ex colega de Forbes recuerda cómo compartía la oficina con una reportera que además de su trabajo a tiempo completo, dirigía un refugio para gatos callejeros. “La escuchaba todo el día, ordenando comida para gatos a granel, discutiendo sobre si estaba mojada o seco, regañando a los voluntarios que se presentaban tarde a sus turnos.” Después de un tiempo ella se centró en lo absurdo de la situación y descubrió que podía suscitar risas de los amigos relatando el comportamiento de su colega. “Mientras peor fuera el día, más risas obtenía con mis relatos.” Recapitulando, éstos son los 10 tips para compartir un espacio de trabajo abierto sin morir en el intento: 1. Negocia silencios y visitas. 2. Sé irreprochablemente tú mismo. 3. Coordina tus horarios con los de tus compañeros. 4. Reacomoda los muebles para tener el menor número de distracciones posibles. 5. Reserva una sala de juntas. 6. Usa tapones para los oídos. 7. Pon un disco con sonidos de la naturaleza. 8. Escucha música a través de audífonos con cancelación de ruido. 9. Practica yoga. 10. Ve las cosas con humor.

 

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