Por Sergio Torres Ávila*

El sueño de Bolívar, Guevara o Vasconcelos, el de la integración latinoamericana y la actuación en bloque en defensa de sus recursos, su soberanía y su cultura, seguirá esperando su momento histórico. Cada país tiene su circunstancia y es difícil pensar en la unión cuando los problemas internos urgen solución.

Es el caso de México. El 2019 le ha recetado una dosis de realidad al gobierno mexicano, al demostrarle que, mas allá de su cultura latina y su lengua castellana, el país forma parte de Norteamérica. Con esta región es con quien México debe pensar su futuro. Estamos muy lejos del sur. El asilo a Evo Morales no pasó de una anécdota generosa. El país se convirtió en el primer muro de Trump. El éxito de la firma del T-MEC es la celebración del “estuvimos cerca de la tragedia”, pero no ocurrió. Veremos, pasada la fiesta, cuál será la verdadera naturaleza de un acuerdo con muchas letras chiquitas que puede resultar perjudicial para el sector productivo nacional.

Sin embargo, mas allá de su realidad geopolítica netamente norteña, México debe cooperar y estar pendiente del destino del subcontinente latinoamericano. A pesar del débil intercambio comercial con los países del sur, la estabilidad de la región es importante para nuestro país. La protesta social callejera, que ha puesto a varios gobiernos latinoamericanos en crisis, nos debe preocupar. La desestabilización es contagiosa. Si hay algo que nos une con los países latinoamericanos es la desigualdad, principal causa del alzamiento popular en Chile, de las protestas en Colombia y Ecuador y del viraje político en Argentina. El movimiento pendular entre derecha e izquierda ha provocado virajes electorales que presentan riesgos y oportunidades para la democracia. Lo cierto es que el 2020 será un año convulso e incierto en términos políticos y electorales.

Si bien no tendremos un año electoral muy importante en México, el 2020 será la antesala de la elección más importante de la historia en términos de votantes, 2021. Si en 2020 estarán solo elecciones locales (alcaldías en Hidalgo y congreso local en Coahuila) en juego, el próximo serán trece gobernaturas y la Cámara de Diputados Federal. A partir de ahora, cada elección importante será un referéndum de la gestión de López Obrador, sin AMLO en la boleta. Las dos elecciones en el 2020 será clave para entender si la caída en la aprobación del presidente y la crisis de Morena se traducirán en una transferencia de votantes hacia otras opciones políticas.

Bolivia representará el principal foco de atención para los observadores en el 2020. Hay una crisis no resuelta. La elección para designar al sucesor de toda una época se convertirá en un campo de batalla ideológico entre los proyectos históricos de izquierda y derecha latinoamericana. Es de esperarse que, más allá de quién sea el triunfador de la elección, el periodo poselectoral no sea fácil para Bolivia. Producto de las protestas sociales y la crisis de legitimidad del gobierno actual. En Chile se llevará a cabo un plebiscito, un referéndum nacional para determinar si la ciudadanía está de acuerdo con iniciar un proceso constituyente para elaborar una nueva constitución. Un momento histórico para un país que había demostrado una gran estabilidad política y hoy se encuentra en la incertidumbre. Además, de elecciones Presidenciales en República Dominicana y posiblemente Perú, el 2020 será la antesala también de la elección presidencial en Ecuador, con un Presidente muy mal valorado y arrinconado por la protesta callejera y también por los acreedores internacionales.

Cada país latinoamericano vive una circunstancia particular y está más enfrascado en resolver los conflictos internos que en una alianza regional. Sin embargo, después de algunos años de cierta calma democrática, la región se ha sumado a las olas del desencanto ciudadano global que están transformando el mapa político radicalmente. Para México, atender lo que sucede en el sur es mirarse en el espejo de sociedades desiguales en crisis de transformación. Debemos mirarnos en el espejo, si no de nuestros hermanos (lo que suena demagógico), de nuestros primos latinoamericanos.

 

*El autor es estratega político internacional.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.

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