Una noche antes de que Donald J. Trump se convirtiera en el presidente número 45 de Estados Unidos, su recién inaugurado Trump International Hotel, en Washington, DC, sirvió como santuario interno de capital. Las barricadas rodeaban el lugar y era imposible entrar si no tenías una habitación o reservación. Como cualquier otro club secreto y exclusivo, éste toma forma cerca del bar del vestíbulo, lleno de botellas de Dom Perignon y con una bandera gigante de Estados Unidos desplegada en el lugar. Allí, Hary Tanoesoedibjo, el multimillonario socio comercial indonesio de Trump, se sentaba en un sofá lujoso y enviaba mensajes de texto al socio multimillonario de Trump de Dubai, Hussain Sajwani. Eventualmente se conocieron y luego Tanoesoedibjo publicó una foto en Instagram de él, Sajwani y sus esposas en el vestíbulo del Trump International Hotel. Arriba, Phil Ruffin, socio multimillonario de Trump en Las Vegas, se instaló en una habitación de 18,000 dólares la noche. La suite presidencial, dice Ruffin, estaba reservada para el presidente electo. Cuando, más tarde, el magnate se quejó del precio de la habitación, el presidente Trump respondió que no tenía nada que ver con eso. Ruffin podría necesitar ese dinero: su esposa, Oleksandra, ex Miss Ucrania, habló con la esposa de Sajwani sobre su amor mutuo por la joyería. Al menos 14 miembros de esta comunidad de socios, de Turquía a la India y hasta Filipinas, asistieron a la inauguración del hotel. “La gente a menudo dice que los socios no son necesariamente amigos, casi como si fueran mutuamente excluyentes. Si eres un socio, no eres un amigo y, si eres un amigo, no eres un socio”, dice Eric Trump, hijo del presidente y quien quedó a cargo de la Trump Organization, junto a su hermano Donald Jr. “Creo que es una forma equivocada de pensar”. Todos estos amigos, antiguos y nuevos, mezclados con una cantidad impresionante de poder y dinero, no producen una buena receta para dormir ocho horas. Joo Kim Tiah, un heredero de Malasia que, en breve, inaugurará la más nueva Trump Tower del mundo, en Vancouver, finalmente se quejó: “¿Saben ustedes qué hora es?” “Lo siento, señor Tiah, no podemos bajar la voz”, responde al empleado del hotel. “Esto sucede una vez en la vida”. Y así es. Nunca un presidente de Estados Unidos había tomado posesión con activos tan inmensos y complicados. Ningún mandatario estadounidense ha traído consigo tan grande cantidad de socios ricos que, a fuerza de acuerdos previos y asociación de marcas, pueden obtener beneficios en tiempo real, a medida que se desarrolla el mandato del presidente. Para entender mejor esta red global, FORBES examinó a cada uno de estos 36 socios, viajando a cinco países para entrevistar a más de una docena de ellos. En el proceso se hicieron los siguientes descubrimientos:
  • Un potencial socio comercial en Rusia dijo que intercambió mensajes, hace poco, con la familia Trump. sean deportadas bajo la presidencia de Trump”.
  • Ruffin y la Trump Organization están considerando desarrollar un casino Trump en Las Vegas, que tal vez sea reforzado por un acuerdo federal que incluye un tren de alta velocidad con conexión a Los Ángeles. Un asunto que ha discutido con el propio presidente, según Ruffin.
  • El socio de Trump en Indonesia, Hary Tanoesoedibjo, pretende utilizar la estrategia de Trump para convertirse en el presidente del cuarto país más poblado del mundo, y, recientemente, ha sido acusado de formar parte de un supuesto complot para acusar a un oficial de gobierno por asesinato.
  • La actitud de Trump hacia los musulmanes estimuló, en parte, una pelea familiar entre sus socios en Turquía.
Pero quizás el hallazgo más interesante es que la red de Trump se extiende, por lo menos, a 19 países. Y estos chicos (sí, todos son hombres) comparten un conjunto de rasgos en común, incluso como desarrolladores inmobiliarios. Este grupo es uniformemente rico (siete son miembros de la lista de billionaires de FORBES; muchos más reclaman estatus de centimillionaire. Se asemejan a su socio y son producto de una mezcla de marketing bombástico, estilo exagerado y conexiones políticas. Y todos ellos están tratando de descubrir, en varios niveles, cómo monetizar sus acuerdos comerciales con el presidente número 45 de Estados Unidos.   Eric mira el televisor Eric Trump tiene un pequeño televisor en la esquina de su oficina en la Trump Tower. “Si apago la televisión, veamos, te apuesto a que [mi padre] estará en la pantalla de alguna manera”. Toma el control remoto y lo enciende: Un presentador mira directamente a la cámara y dice: “Una audiencia en la corte federal podría permitir que cientos de personas sean deportadas bajo la presidencia de Trump”. Eric sonríe al apagar el aparato televisivo. “Lo veo allí todo el día, todos los días. Y me doy cuenta de la magnitud de las decisiones que toma y el peso que tiene en sus hombros”. La presencia de su padre en el negocio se extiende más allá de su oficina. En enero, Trump anunció, desde la Trump Tower, que le cedería el control de sus negocios a sus hijos como parte del esfuerzo de separar sus intereses personales de la presidencia (aunque, al poner sus activos en un fideicomiso, realmente no se deshace de ellos; sólo está conteniéndolos). Y precisamente porque sabe cuáles activos están dentro de ese fideicomiso… es todo, menos ciego. Un mes después, Eric parece estar consciente de este dilema. Al primer minuto, promete no volver a hablar de los negocios con su padre mientras éste sirva en la Casa Blanca. Pero dos minutos después, aclara que mantendrá actualizado a su padre sobre las finanzas de los mismos, “probablemente cada trimestre”. También afirma que sigue en marcha el plan de otorgar las ganancias de los hoteles, generadas por las visitas de funcionarios extranjeros, al Departamento del Tesoro de Estados Unidos, a pesar de que uno de los socios del magnate en Las Vegas afirmó que no está pasando nada parecido a eso en su hotel. La promesa solemne tenía la intención de resolver la inquietud de que el presidente pueda violar una cláusula de la Constitución, una sección apenas litigada, que prohíbe a oficiales federales recibir “cualquier regalo, presente, emolumento, puesto, título o semejantes, de cualquier rey, príncipe o mandatario del extranjero.” Un grupo de académicos y expertos en ética han iniciado el largo proceso de demandar a Trump. “Tiene los mismos conflictos de intereses que tenía antes”, afirmó Richard Painter, ex jefe de ética y abogado de George W. Bush, quien forma parte del grupo de abogados en la demanda.   Politicamente populares Muchos de los socios extranjeros de Donald Trump ya son políticamente populares en sus países. El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, nombró al socio de Trump, José Antonio, para servir como enviado especial a Estados Unidos justo antes de su triunfo en noviembre. En India, el multimillonario Mangal Lodha está construyendo un edificio de 75 pisos mientras funge como vicepresidente regional del partido político mayoritario. Su socio en Indonesia, Tanoesoedibjo, está levantando otro edificio, mientras decide si también se lanzará a la candidatura presidencial. “Tenemos relaciones increíbles con la gente con la que realizamos proyectos”, dice Eric Trump. “Quieres a alguien que confíe en ti y también quieres confiar en ellos”. Para todos, dada la torpeza con la que el presidente se ha independizado de sus negocios, desde una perspectiva de gestión, poco ha cambiado para sus socios extranjeros. Aunque el 85% de la fortuna de Donald Trump, de 3,500 millones de dólares, incluye edificios y campos de golf en Estados Unidos, la parte más dinámica de su negocio son sus acuerdos de licencia de marca y gestión en el extranjero, que representan entre 3% y 5% de los ingresos, sin añadir ningún tipo de riesgo. Y Eric y Donald Jr. se han desempeñado, por años, como buscadores de acuerdos, y han recorrido cientos de miles de kilómetros para encontrar y cerrar asociaciones extranjeras. “[Trump] da a sus hijos mucha autonomía para tomar las decisiones de la empresa”, afirma Paulo Figueiredo Filho, quien se asoció con la familia Trump en Brasil. “Ya estaban llevando a cabo el 90% de los negocios, incluso antes de la presidencia”.   Selección de socios Los hijos de Trump adoptaron un enfoque informal para la selección de sus socios comerciales, confiando, como su papá, tanto en decisiones viscerales como en los números y el análisis. “Somos un poco como una pequeña empresa en la gran mayoría de estas cosas: lo hacemos todo nosotros mismos”, dice Eric. “El primer criterio que consideramos si vamos a forjar un acuerdo con alguien es: ¿es una buena persona? Así debe funcionar. Si estás buscando documentos, contratos, entonces lo estás haciendo muy mal”. La marca atrae a un cierto tipo de socio, llamativo y ambicioso. En Filipinas, José y Robbie Antonio también diseñaron un club de playa con Paris Hilton. Hussain Sajwani ha forjado una fortuna de 3,700 millones de dólares vendiendo bienes raíces y lanzando complementos extravagantes, incluyendo autos BMW y Lamborghini. En Rusia, Emin Agalarov trabaja junto a su multimillonario padre, Aras, en proyectos inmobiliarios, mientras que se desempeña como estrella pop (Trump una vez hizo una aparición en un video musical). Ellos no son el tipo de empresarios que ignoran el hecho de que ahora están vinculados a la persona más famosa y controvertida del mundo. La propia Trump Organization ha demostrado cómo explotar el momento. Durante el fin de semana de la inauguración, los huéspedes invadieron el hotel en Washington, DC, pagando más de 70,000 dólares por una estancia de cuatro noches. En el complejo de Mar-a-Lago, de Trump, en Palm Beach, los honorarios de la inauguración en enero fluctuaron entre 100,000 y 200,000 dólares. La propiedad ahora vale un estimado de 175 millones de dólares, aproximadamente un 15% más que hace seis meses, ya que su importancia histórica aumenta, al parecer, por semana. “Desde el punto de vista comercial, ¿la presidencia es beneficiosa?”, pregunta Eric Trump. “Tienes que analizarlo en ambos sentidos. Si estás hablando de activos existentes, lo están haciendo increíble. Si estás hablando en conjunto, hemos hecho sacrificios para permitirle, y él ha hecho sacrificios para permitirse, tomar el oficio más grande del mundo”. Lo mismo para sus socios. Los asistentes a la inauguración estaban visiblemente emocionados, tanto por la proximidad al poder como por las oportunidades que pudieran ocasionar. Agalarov dijo que probablemente estaría trabajando en una Trump Tower en Rusia si el magnate estadounidense no hubiera lanzado su campaña presidencial. Un socio diferente de la nación de Georgia señaló que la Trump Organization pidió cancelar su acuerdo para cumplir con la cláusula de emolumentos de la Constitución. (No está claro por qué la Trump Organization podría pensar que su trato con Georgia habría causado problemas constitucionales, y no las otras alianzas activas de Trump en el extranjero.) Y justo antes de entrar en la Casa Blanca, Hussain Saj wani le dio 2,000 millones de dólares por un nuevo acuerdo, mismos que el presidente rechazó. En Estambul, sin embargo, la familia Dogan trató de poner fin a su acuerdo con Trump. En Toronto, los socios, supuestamente, trataron de eliminar el nombre de Trump de uno de sus edificios. La mayoría de los socios continúa prometiendo su apoyo, en privado y no públicamente. “Hoy la marca Trump es más fuerte en todo el mundo”, dice Agalarov. ¿Algún resentimiento por la cancelación de la Trump Tower? “Tan pronto como el señor Trump fue elegido, enviamos cartas de felicitación, a las que respondieron, e intercambiamos textos”, añade Agalarov. “Él no se olvida de sus amigos”.

 

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